TRIBUNA de Jaime Martínez Gómez, director Global de Asset Allocation. Comentario patrocinado por BBVA Asset Management.
TRIBUNA de Jaime Martínez Gómez, director Global de Asset Allocation. Comentario patrocinado por BBVA Asset Management.
A los profesionales del mundo de las inversiones nos preguntan muchas veces cuál es nuestra receta para obtener rentabilidad en las carteras, o lo que es lo mismo, nuestro proceso de inversión. La mayor parte de las ocasiones se responde en positivo, es decir, explicando lo que hacemos para seleccionar las inversiones, ya sea análisis fundamental o procesos más sistemáticos. Sin embargo, la respuesta suele dejar de lado algo esencial: ¿qué es lo que no hay que hacer?, es decir, ¿qué cosas hay que evitar hacer para generar una rentabilidad ajustada por riesgo atractiva en el largo plazo?
La respuesta pasa por el campo del behavioural finance o finanzas conductuales, que combina aspectos de economía y finanzas con la psicología, y trata de explicar cómo afectan al proceso de toma de decisiones de inversión los sesgos emocionales y cognitivos que todos, incluidos los profesionales, tenemos.
Las finanzas conductuales están más de actualidad que nunca gracias al premio Nobel de Economía obtenido el año pasado por Richard Thaler, que se une al obtenido en 2002 por Daniel Kahneman en el mismo campo. Gracias a ellos y a otros autores hemos conocido las diferentes anomalías que se observan en la realidad y que contradicen las hipótesis de comportamiento racional de la economía clásica. Por ejemplo, ahora sabemos que pecamos de exceso de confianza y eso nos lleva a sobreestimar nuestra capacidad de acertar a la hora de asignar probabilidades, a descartar las evidencias contrarias a nuestra opinión y al exceso de trading. Que también tendemos al mental accounting, es decir a compartimentar las decisiones de inversión por separado en lugar de considerar el conjunto y que eso nos lleva a decisiones subóptimas. Sabemos también que tenemos aversión a perder, algo diferente de la aversión al riesgo y que el marco en que se nos presenta una decisión de inversión afecta en buena medida a la decisión que finalmente tomemos. La lista de sesgos emocionales y cognitivos es mucho más extensa y en conjunto pone de manifiesto la poca validez de la hipótesis de racionalidad inversora.
La cuestión entonces es, si estamos sometidos a todos estos sesgos que nos llevan a tomar decisiones de inversión subóptimas, ¿qué podemos hacer como gestores? La respuesta pasa por tres actuaciones. La primera, es conocer cuáles son estos sesgos, difundiendo en la organización los principios de behavioral finance. La segunda consiste en intentar evitar caer en las trampas conductuales, ya sea mediante un adecuado diseño del proceso de inversión o con medidas más concretas aplicadas a la operativa de trading y de toma de decisiones. Y la tercera se concreta en intentar beneficiarse de los errores emocionales y cognitivos que cometen los demás a través de herramientas de gestión enfocadas a este fin. Aunque no podemos ni queremos eliminar totalmente el factor humano en el proceso de toma de decisiones, sí que debemos intentar mitigar los posibles errores.
¿Con qué herramientas contamos para conseguirlo? En el área de Asset Allocation de BBVA consideramos que la disciplina en la toma de decisiones es fundamental. Intentamos objetivar lo más posible la toma de decisiones, con un proceso estructurado y ordenado para dejar menos espacio a la emoción. También llevamos tiempo desarrollando herramientas que recopilan información del mercado y la conviertan en una señal fiable, utilizando el análisis estadístico y la evidencia empírica para encontrar patrones de comportamiento de los activos financieros.
Hemos avanzado mucho en este aspecto, pero es un camino largo. Seguimos empeñados en reforzar el conocimiento de nuestros gestores sobre estos asuntos y plantearemos otras iniciativas apoyados por las capacidades de los equipos de behavioral economics del grupo, todo ello con el fin de generar rentabilidad para nuestros partícipes, no sólo por hacer las cosas bien, si no también por evitar hacer las cosas mal.