La reforma institucional que necesitamos para salir de la crisis de la eurozona

Tras las numerosas cumbres que parecen haber fallado a la hora de encontrar una solución para la crisis de la eurozona, se ha creado aún una mayor tensión en los mercados financieros. Alemania que es considerada como el último activo refugio en la región, luchó por colocar 6000 millones de emisiones de bonos a finales de noviembre. Además la situación se ha extendido al ámbito político e institucional y hasta el momento, los gobiernos han introducido medidas sucesivas de austeridad para frenar el excesivo endeudamiento que ha seguido a la crisis de 2008. Pero esta estrategia no debería ser la única respuesta política a los altos niveles de deuda pública y la recesión económica, si no advertir a los gobiernos para que encuentren soluciones que devuelvan la credibilidad a los mercados.

Esta espiral negativa es el resultado de las profecías autocumplidas. Como los mercados han perdido la confianza en los prestatarios, los países están refinanciándose con tipos insostenibles y prohibitivos, los rendimientos en los bonos soberanos franceses por ejemplo no reflejan su rating triple A. Esto puede provocar que en países que inicialmente sólo tuvieron crisis de liquidez, lleguen a ser insolventes, cuando el coste de la deuda estalle.

El BCE podría desempeñar un papel clave al actuar oficialmente como prestamista de última instancia, pero no tiene competencias para hacerlo y sus altos cargos han continuado advirtiendo que las recientes intervenciones fueron excepcionales, sin embargo un movimiento en esta dirección es indispensable. Pero no sería suficiente y tendría que estar acompañado por una revisión institucional a largo plazo que reduciría la soberanía en los países miembros al transferir poder a un órgano supranacional y dar paso a una nueva generación del euro. Esta transferencia de soberanía podría abrirse camino pudiendo sancionar a los países que suspendan al cumplir con los criterios de Maastricht, en un intento de forzarlos a volver a la ortodoxia presupuestaria y asegurar la armonización de los perfiles de riesgo de cada país de la eurozona.