Robert Milano explica cómo la inversión en ciertas empresas de calidad puede suponer un apoyo de cara a hacer frente a la inflación. Comentario patrocinado por AllianceBernstein.
TRIBUNA de Robert Milano, Senior Investment strategist & head of EMEA Equity Business Development, AB. Comentario patrocinado por AllianceBernstein.
La Renta Variable tiene un papel clave en una asignación diversificada, como cobertura frente a la inflación y para hacer frente a un entorno de menor crecimiento. Desde AllianceBernstein sabemos que el aumento de las rentabilidades de los bonos plantea difíciles interrogantes para los inversores en renta variable. Aunque la relación riesgo/beneficio de la renta variable puede ser menos favorable que en el pasado, los patrones de rentabilidad histórica sugieren que las acciones estadounidenses pueden seguir teniendo buen comportamiento en este entorno.
Las acciones estadounidenses se han comportado bien en entornos de ERP más bajas
Las decisiones de inversión en cualquier clase de activo se basan en la relación entre el riesgo y la rentabilidad prevista. Para los inversores en acciones, la prima de riesgo de la renta variable (ERP) es una forma habitual de medir la compensación por el riesgo. Explicado en pocas palabras, la ERP es el exceso de rentabilidad que los inversores prevén obtener sobre un tipo sin riesgo. Mide la compensación que esperan recibir los inversores por invertir en acciones, un activo que generalmente se considera de mayor riesgo que los bonos o el efectivo. Una ERP más elevada indica que los inversores pueden prever una remuneración relativamente más alta de las acciones que con una ERP más reducida, y viceversa.
¿Una ERP reducida es una mala señal para las acciones?
La ERP de las acciones estadounidenses se ha reducido este año. Nuestro cálculo de la ERP muestra la rentabilidad por beneficios del S&P 500 menos la rentabilidad del bono del Tesoro estadounidense a 10 años, un indicador del tipo sin riesgo. Ese diferencial se redujo hasta 1,2 puntos porcentuales a finales de octubre, frente a una media de 3,1 puntos entre 2009 y 2022 (gráfico). La ERP es ahora más baja porque, a finales de octubre, la rentabilidad de los bonos del Tesoro subió hasta el 4,9% desde niveles cercanos al 0% como consecuencia del repunte de tipos.
Este hecho resulta preocupante para los inversores en renta variable. Al fin y al cabo, cabe prever que la ERP se reduzca en los próximos años, ya que las rentabilidades de los bonos no se verán mermadas por una inflación baja, unos tipos de interés extremadamente reducidos y los programas de expansión cuantitativa de la Reserva Federal que se mantuvieron desde la crisis financiera mundial hasta la pandemia de COVID-19. Desde 2009 hasta 2022, período en el que la ERP era mucho más elevada, la renta variable estadounidense ofreció, de media, una rentabilidad anualizada del 13,1%. Entonces, ¿significa eso que una ERP más reducida supone una señal de alarma para los inversores en renta variable?
No necesariamente. Ya hemos tenido períodos con ERP reducidas en el pasado y las acciones se han comportado relativamente bien. Por ejemplo, desde 1983 hasta 2008, la ERP era de apenas un 1%. Sin embargo, durante ese período, el S&P 500 ofreció una rentabilidad anualizada media del 10,2%. Las condiciones futuras pueden ser distintas a las del pasado y una ERP más baja no sitúa el listón más alto para la renta variable. En todo caso, la historia nos dice que la renta variable también puede ofrecer rentabilidades sólidas en entornos en los que suben las rentabilidades de los bonos.
La renta variable puede ayudar a hacer frente a la inflación
Reconocemos que las rentabilidades actuales de los bonos, cercanos al 5%, son una propuesta atractiva para los inversores y ofrecen una sensación de seguridad en un mundo inestable. Sin embargo, creemos que tanto las acciones como los bonos tienen ahora un papel destacado en una cartera de inversión diversificada.
En concreto, pensamos que las acciones ofrecen una excelente cobertura frente a la inflación. Nuestro análisis indica que, en períodos de inflación anual moderada del 2%-4% entre 1948 y el tercer trimestre de 2023, el S&P 500 ofreció una rentabilidad del 2,5% trimestral. Se trata de una rentabilidad real sólida que ayuda a proteger el poder adquisitivo de las cateras si, como prevemos, la inflación se mantiene en niveles relativamente altos.
La renta variable también puede ofrecer una creciente fuente de ingresos a través de unos dividendos elevados. Medimos los ingresos de la renta variable mediante la rentabilidad del flujo de caja libre (FCF), que calcula el exceso de efectivo que genera una empresa tras deducir todos los costes de explotación. Nuestro análisis indica que la rentabilidad del FCF de las acciones estadounidenses debería incrementarse con el tiempo y superar el objetivo de inflación a largo plazo de la Fed del 2%.
Esto contrasta nítidamente con una estrategia de inversión muy popular en esta época: el efectivo. Los tipos de interés del efectivo resultan muy atractivos en estos momentos, pero podrían dejar de serlo si, como muchos inversores prevén, la Fed baja los tipos (gráfico). En caso de caída de las rentabilidades, los inversores que permanezcan invertidos demasiado tiempos en efectivo podrían perder la oportunidad de aprovechar el potencial de unos dividendos en ascenso y de una revalorización progresiva del precio de las acciones.
Renta variable vs. efectivo: el potencial de los ingresos prevalece sobre un descenso de los tipos
Es fundamental ser selectivos cuando aumentan los obstáculos
Los bonos y la renta variable pueden y deben coexistir en una asignación diversificada de activos. De hecho, si los tipos siguen cayendo progresivamente, la ERP se incrementaría, de forma que las rentabilidades de la renta variable recibirían mayor impulso.
De momento, los inversores en renta variable deben ser especialmente selectivos para abrirse paso en un entorno de ERP reducidas. Es fundamental identificar empresas de calidad con balances sólidos que tengan acceso a fuentes de un potencial de crecimiento y generación de flujos de caja constantes, y cuyas acciones se negocien con valoraciones razonables. Cuando se incorporan cuidadosamente en una cartera de renta variable de gestión activa, este tipo de empresas puede proporcionar a los inversores en renta variable tanto resiliencia como potencial de rentabilidad en un mundo con mayores obstáculos macroeconómicos y de mercado.