Las economías emergentes han sido víctimas de su propio éxito

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¿Debemos preocuparnos hoy por “frenazos” repentinos en las economías emergentes? ¿No han acumulado estas economías reservas abundantes de divisas como protección? ¿No presentan la mayoría de ellas superávits por cuenta corriente que las convierte en exportadoras netas de capital? ¿No son sus fundamentales mejores que nunca? Todos son argumentos válidos. Pero los “frenazos” bruscos suceden cuando no pueden renovarse grandes obligaciones financieras. Las posiciones netas y los fundamentales importan, pero pueden no ser suficientes para prevenir una caída brusca en el crecimiento económico. Una mirada a la naturaleza cambiante de las crisis emergentes nos explica el porqué.

Las crisis emergentes “a la antigua usanza” – anteriores a 1980 – consistían en rachas de gasto excesivo y empeoramiento de los déficits por cuenta corriente, que en última instancia llevaban a la devaluación de la moneda. Comparado con los eventos de las dos o tres últimas décadas, estas crisis ocurrían a cámara lenta y los ajustes eran también pequeños. Sobre todo, el origen de estas crisis era casi por completo doméstico.

Las crisis de las décadas de los 80 y 90 implicaban problemas con los balances públicos o privados, unidos a fuertes movimientos en los tipos de cambio. No importaba cuál de los dos factores ocurriera primero: el segundo siempre llegaba poco después. Las crisis de deuda latinoamericana, desde el default mexicano de 1982 hasta el brasileño de 1998, tuvieron su origen en la imposibilidad de devolver la deuda pública denominada en dólares. La crisis asiática de finales de los 90 fue provocada por el fuerte endeudamiento privado.

Las economías emergentes han sido víctimas de su propio éxito. Los préstamos de los bancos globales a las economías emergentes y los flujos de capital, gracias principalmente a las políticas de relajación monetaria (“quantitative easing”) han empujado al capital hacia estas economías en busca de mayores crecimientos y rentabilidades. En conjunto, la mayor exposición y el crecimiento de la entrada de capitales supone que las economías emergentes siguen expuestas al riesgo de un parón repentino.

Mi colega de Morgan Stanley Patryk Drozdzik y yo hemos identificado a Turquía, Polonia, Chile, la República Checa, México, Hungría y Brasil como los más expuestos a este riesgo (por ejemplo, a una fuerte ralentización e incluso a un giro de 180 grados en las entradas de capital que han recibido en los últimos dos años). Para saber qué economías están en la línea de fuego si estos flujos se detienen, usamos cuatro señales:

  • Un aumento en las entradas de carteras de inversión desde la recuperación del primer trimestre de 2009 hasta que comenzó la ralentización del crecimiento en los mercados emergentes en el segundo trimestre de 2011.
  • Un incremento en los préstamos de bancos globales (principalmente europeos) a las economías emergentes durante el mismo periodo.
  • Medir el “pecado original” – el aumento de deuda externa a corto plazo en relación con el total de la deuda así como con las reservas de divisas.
  • La doble preocupación de financiar un déficit por cuenta corriente y un crecimiento del crédito por encima del crecimiento nominal del PIB.

Las economías emergentes cuentan ahora con mejores fundamentales y están más seguras frente a potenciales crisis, pero no son inmunes. El incremento de los flujos de capital hacia los emergentes eleva a su vez el riesgo de un parón repentino si los flujos se detienen. El mayor flujo de capital que han recibido las economías que señalamos en nuestro informe las expone a un mayor riesgo.