Las medidas del BCE: ¿serán suficientes para resolver los problemas?

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Hemos visto muchísima veces en las películas del oeste como, cuando los vaqueros estaban en problemas porque les atacaban los indios, venía el 7º de Caballería con el General Custer a poner orden. Pues más o menos, hoy Draghi se ha convertido en el General Custer y el BCE en el 7º de Caballería, para ayudar, más si cabe, a la situación económica de la zona euro.

Hemos comentado muchas veces la situación endémica de la economía mundial, Europa es parte de ello, y de las reformas estructurales necesarias. Los Bancos Centrales tienen la responsabilidad de velar por la estabilidad de los precios y el control de la inflación, y en este sentido el BCE ha incumplido este mandato en los últimos tres años. La última información impactante, el pasado 5 de febrero fue que el Euribor, tipo de referencia de las operaciones financieras, entraba en terrenos negativos por primera vez en su historia.

La eurozona crece en 2015 un modesto 1,5% y roza el nivel previo a la crisis, mientras Grecia y Finlandia entran en recesión y las economías francesa e italiana pierden fuelle. Ocho años después del comienzo de la crisis, Europa sigue arrastrando los pies. Grecia aguó la promesa de una auténtica recuperación en la eurozona en 2015: el PIB del euro creció un modesto 1,5%. España creció más del doble, y cede así gustosamente el testigo de enfermo del euro a Italia, con un lío en su banca y una economía languideciente. El PIB de los diecinueve roza ya los niveles pre-crisis, alcanzados a principios de 2008, pero sigue ligeramente por debajo, creciendo a una velocidad de crucero muy inferior al resto de grandes economías. Y con un 2016 plagado de dudas en los mercados, y Europa aquejada de una peligrosa anemia deflacionaria.

Estados Unidos recuperó el PIB previo a la crisis en otoño de 2011, y desde entonces ha crecido en torno a un 10% adicional con una política monetaria ultra expansiva y una política fiscal menos árida que la del euro, y la eurozona está todavía a tres décimas de PIB de recuperar los niveles de 2008. Ni el desplome de la cotización del petróleo ni la depreciación del euro por el activismo del BCE, dos estímulos formidables si estos fueran tiempos normales, permiten mejorar unos datos que siguen siendo decepcionantes, con la inflación en la zona 0%, el desempleo por encima del 10% (con picos superiores al 20% en España y Grecia) y un crecimiento pobre y desigual, incapaz de aliviar el resto de problemas que padece la economía europea.

Y es aquí donde vuelve a aparecer el BCE para suavizar estos males endémicos. En su reunión de ayer, tomó una serie de medidas más agresivas en su política de estímulos. Draghi ha venido con toda la Caballería …, rebaja de tipos, inmersión mayor en los tipos negativos por aparcar el dinero en el banco, ampliación del programa de compra de activos (tanto en volumen como en tipo) y, sobre todo, una nueva barra libre de liquidez que podría significar que el Banco Central Europeo (BCE) pague a las entidades financieras que aumenten el crédito.

El BCE ha bajado los tipos de interés al mínimo histórico del 0% y el interés de la facilidad marginal de crédito al 0,25% (desde el 0,3%) y ha rebajado también más la tasa sobre los depósitos (el dinero que la banca aparca en la institución) hasta el -0,4%, desde el -0,3% anterior. Así mismo, amplía el programa de compras de activos, el QE, con la inclusión de deuda corporativa con grado de 'inversión', vamos que comprará todo tipo de bonos corporativos de empresas no financieras con la excepción de los calificados como bono basura; esta nueva serie de activos permitirá ampliar hasta los 80.000 millones de euros mensuales el programa de estímulo.

Por otro lado, también iniciará una nueva serie de cuatro operaciones de refinanciación a largo plazo, cada una con un vencimiento de cuatro años, y se celebrarán en junio, septiembre, y diciembre de este año, siendo la última en marzo de 2017.

Ahora la pregunta es, ¿estas medidas serán suficientes para resolver los problemas?

La respuesta es NO!, los distintos países de la zona euro deben seguir trabajando en la implementación de las reformas estructurales y en políticas fiscales que favorezcan el crecimiento económico.