Las opciones de la banca: arriesgar o morir (Parte I)

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“Estar al pairo” es una expresión náutica que se refiere a cuando un navío se sitúa en una posición tal que, con todas las velas izadas, consigue “pararse” en medio de la mar, con el objetivo de esperar a otro navío o algún suceso. La banca no puede permitirse estar al pairo con los vientos financieros actuales que se están produciendo.

La banca se está enfrentando a un maremágnum de condiciones adversas con las que tiene que lidiar. Entre estos factores adversos cabe destacar la prolongación (indeterminada) de la política monetaria por parte del Banco Central Europeo (BCE), la incertidumbre regulatoria, la presión supervisora por el refuerzo de la generación orgánica de capital, así como los constantes mensajes supervisores para la consecución de nuevas fusiones, debiendo responder éstas, bajo nuestro punto de vista, únicamente a las decisiones internas de cada entidad en el seno de sus respectivos Consejos de Administración.

Pues bien, a la vista de todos los retos mencionados, nos preguntamos en los siguientes párrafos qué estrategias de inversión puede acometer la banca para contrarrestar los posibles impactos asociados a estos hechos. Este análisis requeriría quizá un estudio más profundo, sin embargo, lo que se pretende es dar un contexto general con una orientación más hacia la identificación de medidas genéricas.

Entre las diferentes iniciativas que está llevando a cabo la banca, se observa una clara orientación de la política de inversión hacia los segmentos más rentables de crédito, como son el crédito al consumo y a pymes. Estos resultan especialmente “apetecibles” en un contexto de tipos bajos de interés, al ofrecer una rentabilidad mayor en compensación del mayor riesgo asumido.

Sin embargo, se debe matizar en esta estrategia las posibles dificultades que se pueden encontrar en la concesión a pymes, en la medida en que las nuevas operaciones a empresas, tanto grandes como pequeñas, han mostrado una significativa contracción. A pesar de que el crédito a pymes se está concediendo bajo unas condiciones muy favorables con caídas paulatinas de los tipos de nueva concesión, durante 2018 y 2019, las nuevas operaciones se han resentido, con caídas del 4% y cerca del 2% respectivamente, en contraposición a la evolución observada desde 2012. Dicha evolución viene explicada principalmente por unos niveles de capital circulante y de fondos propios elevados, que unidos a una baja tasa de inversión empresarial, hacen que la demanda de créditos a las entidades bancarias se reduzca.

Por el lado de los hogares, este menor dinamismo en materia de apelación también ha podido observarse en el último año (-1,9% vivienda y -0,4 % consumo). Con datos a septiembre de 2019, la concesión de los cuatro principales segmentos presenta una caída en variación acumulada interanual, hecho que se produce por primera vez desde la crisis y que podría poner de manifiesto que la incertidumbre socioeconómica, política y financiera que ya se venía observando en el segmento empresas, se ha trasladado a las familias. Esta mayor aversión al riesgo de las familias, también tiene su reflejo en el fuerte crecimiento que están experimentando los depósitos de los hogares, que crecen de manera interanual en torno a 60.000 millones de euros.

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Adaptarse a las nuevas condiciones de la demanda y a esta aversión de las familias al riesgo resulta esencial en pos de recuperar parte de la rentabilidad perdida por el contexto de bajos tipos de interés. En este sentido, es necesario que las entidades adapten su oferta con nuevos productos y servicios que cubran de una manera integral las necesidades del cliente, así como los riesgos asociados a estos segmentos. Asimismo, resulta esencial que estos productos estén diseñados incorporando un claro componente tecnológico que facilite su acceso y disposición y permita a las entidades ser más flexibles tecnológicamente hablando.

Por el lado de las inversiones mayoristas, las compras de deuda soberana de países periféricos y de deuda corporativa -interesante desde la perspectiva rentabilidad-riesgo- están marcando también las tendencias de inversión en los últimos meses. La deuda soberana de países periféricos ha sido una constante en los últimos años, debido principalmente a su mayor rentabilidad en comparación a deuda soberana nacional, impactando directamente en el crecimiento del margen de intereses por la vía de crecimiento de los ingresos financieros. Sin embargo, esta estrategia se ha visto afectada negativamente en los últimos meses debido a las tensiones geopolíticas que están impactando en alguno de estos países, especialmente Italia y Grecia.

Como estrategia alternativa, encontramos la deuda corporativa -sobre todo la clasificada como high yield-. A diferencia de lo que sucede con la deuda soberana, la TIR de estos bonos refleja, además del mayor riesgo de la inversión, el impacto en capital que ésta supone para las entidades en la medida en que ponderan a efectos de solvencia.

En este sentido, resulta clave que la implementación de estas estrategias vaya acompañada de un adecuado análisis que permita identificar el potencial riesgo de que las continuas bajadas de tipos y su correspondiente impacto en la TIR de estos instrumentos, no conlleve una situación en la que la rentabilidad de los mismos sea insuficiente para compensar la asunción de riesgos y la generación de capital.

Con todo lo recogido en el presente texto, se pretende poner de manifiesto solo algunos ejemplos de las principales estrategias de inversión con las que cuentan las entidades para intentar ser rentables. Todas ellas deben de ir acompañadas de estrategias adicionales de inversión en tecnología, reducción de capacidad, gestión de activos improductivos y del coste del pasivo –temas en los que se profundizará en siguientes artículos– que permitan avanzar hacia un modelo más rentable, eficiente, ágil y adaptado a la demanda. En este contexto en el que se encuentra la banca, comprometido a la par que complicado, resulta fundamental tomar el timón, enderezar la situación de la nave orientarla hacia unos vientos financieros que, aunque no del todo propicios, puedan llegar a buen puerto.