TRIBUNA de Yves Kramer, gestor del Pictet Security.
La innovación ha sido constante desde que los coches empezaron a sustituir los carruajes de caballos a finales del siglo XIX. Ahora, como los teléfonos, están volviéndose inteligentes. James Bond, durante una secuencia de persecución en un aparcamiento en la película 'El mañana nunca muere', ya usaba un teléfono móvil para conducir por control remoto desde el asiento trasero un super-coche con neumáticos especiales –en caso de pinchazo, volvían a inflarse-. Es la carrera hacia vehículos autónomos. Esto contrasta con la tecnología de seguridad necesaria, con pocos progresos desde la introducción de los cinturones de seguridad y airbags hace decenios. Pero los fabricantes ya desarrollan ayudas a la conducción y equipos de seguridad cada vez más sofisticados. De manera que los inversores, mucho antes de subirse a coches sin conductor, ya pueden beneficiarse de esta tendencia.
Aunque para llegar a coches sin conductor tal vez falte al menos un decenio, la industria ya ha experimentado rápidos avances los últimos años. Hoy en día un número creciente de vehículos se comportan como teléfonos inteligentes con ruedas –tableta incorporada, wi-fi y lo último en sistemas de sonido-, con creciente conectividad. McKinsey espera que el número de coches conectados en red aumente un 30% al año los próximos años, de manera que para 2020 más del 20% de vehículos esté conectado a Internet, frente al 8% actual. Ello va más allá de enviar correos electrónicos o consultar páginas de Internet para buscar restaurantes. Puede ayudar a reprogramar rutas para evitar embotellamientos o reparar averías por control remoto. Además, a medida que aumenta el número de vehículos conectados, hay mayor necesidad de proteger los datos de delincuentes que quieran dañar el vehículo o robar información personal. Alrededor del 65% de propietarios de coches en EE.UU expresan temor a que su vehículo conectado ponga en peligro su privacidad.
En cualquier caso, los gobiernos europeos están exigiendo para finales de 2015 que todos los vehículos nuevos estén equipados con llamada para emergencias (eCall), que pide ayuda automáticamente en caso de accidente. Esta tecnología comunica la ubicación del vehículo a los servicios de emergencia, incluso cuando el conductor está inconsciente o no puede realizar una llamada y acelera el tiempo de respuesta un 50% en áreas rurales, lo que podrá salvar hasta 2.500 vidas al año en Europa. Es previsible que en EE.UU y otras regiones se exijan sistemas similares.
Hay que tener en cuenta que la seguridad activa permite a los coches una autonomía parcial, un paso crítico hacia el desarrollo de vehículos autónomos –en los que desconectar la vista y atención mental-. De hecho, fabricantes como Mercedes-Benz y Volvo están probando vehículos totalmente autónomos en vías públicas -el nuevo Mercedes-Benz Clase S incluye un sistema de asistencia para atascos que permite al coche seguir al de delante a velocidades mínimas- y este año Google ha desvelado un prototipo sin conductor ni volante, espejos ni pedales. Además, el pasado octubre Tesla Motors ha presentado un elemento que ajusta la velocidad automáticamente al leer el límite de las señales de las carreteras.
Pero la tecnología que "es necesario tener" ofrece mejores perspectivas de crecimiento que la que "es bueno tener". Toyota está realizando en Japón pruebas con sensores de advertencia en las intersecciones y semáforos para los conductores de más edad con la percepción mermada. GM, por otra parte, está trabajando en dispositivos de seguimiento de ojos y cabeza que detectan si un conductor está cansándose. Además, Ford está desarrollando un asiento con cámara que sigue el movimiento de la cabeza y sensores al volante que pueden detectar si el conductor corre peligro de ataque cardíaco, en cuyo caso pone en marcha sistemas de guía y frenado seguro.
De manera que se espera que el mercado de equipos avanzados de seguridad para automóvil se triplique hasta los 10.000 millones de dólares para finales de esta década. En conjunto, el negocio de tecnología de conducción automatizada y asistida puede llegar a 25.000 millones de dólares en 2020 y 57.000 millones en 2025, frente a los 6.000 millones en la actualidad– una tasa de crecimiento anual compuesto del 26% en seis años y del 17% la década siguiente.
Una de las áreas prometedoras de crecimiento es la tecnología de "seguridad activa", que la industria denomina sistemas avanzados de ayuda al conductor (ADAS) que, a diferencia de los elementos de "seguridad pasiva" -cinturones de seguridad y airbags-, ayuda a evitar accidentes. Se trata de un mercado de 3.800 millones de dólares que comprende detección de ángulos muertos, mantenimiento de carril y alertas de velocidad, aparcamiento semi-automático, advertencias de colisión frontal y control de velocidad de crucero, ya disponibles en la nueva generación de vehículos de alta gama.
En cualquier caso, uno de los principales impulsores es la regulación. Los accidentes de tráfico son la octava causa más común de muerte en el mundo y la OMS estima que cuesta hasta el 3% del PIB de cada país. Así que las crecientes inquietudes sobre seguridad en carreteras del público, gobiernos y reguladores contribuye a acelerar el desarrollo de coches sin conductor. Ahora los fabricantes, para recibir una calificación cinco estrellas del programa de evaluación de automóviles nuevos (NCAP en inglés), tienen que adoptar uno o más sistemas de seguridad activa en cada modelo de vehículo.
Este año el NCAP europeo ha duplicado la ponderación de la seguridad activa hasta el 20% y en 2017 se convertirá en requisito por defecto para una puntuación cuatro estrellas. Por su parte el NCAP en EEUU dará las puntuaciones más altas a los vehículos con sistema de mantenimiento de carril y el NCAP de Japón prevé puntos extra para vehículos con sistema de mantenimiento de carril y visión nocturna. El número de víctimas mortales de accidentes de tráfico en economías emergentes de renta media puede también incitar a sus legisladores a hacer obligatorias formas de conducción asistida en el futuro próximo, contribuyendo al crecimiento del mercado ADAS.
Mientras los proveedores de tecnología ADAS ya están en consolidación. En septiembre la empresa ZF Friedrichshafen decidió adquirir TRW Automotive, fabricante americano de cámaras de vídeo y sistemas de radar, por 12.400 millones de dólares. El mismo mes la japonesa Panasonic decidió comprar una participación del 49% en Ficosa, empresa familiar española de repuestos para automóviles, en una operación estimada en 275 millones de dólares.