Narrativas y realidades

Alfredo Álvarez-Pickman, Key Capital Partners
Imagen cedida

TRIBUNA de Alfredo Álvarez-Pickman, gestor del fondo Key Capital OCHO

El Efecto Manada es la tendencia a aceptar como válidos los razonamientos o las ideas de la mayoría sin analizar si son correctas desde un punto de vista lógico. En lugar de pensar en la lógica o probabilidad de un hecho antes de tomar una decisión, tomamos el atajo de dar por válida la solución que otros han seguido previamente, autoconvenciéndonos que “si muchos han pensado antes en esto y han llegado a esa conclusión, entonces debe ser lo correcto”.

Yuval Noah Harari, autor del conocido libro Sapiens, escribe: "El homo sapiens gobierna el mundo porque es el único animal que puede creer en cosas que existen puramente en su propia imaginación, como los dioses, los estados, el dinero y los derechos humanos. […] Mientras todos crean en las mismas ficciones, todos obedecemos las mismas leyes, y por lo tanto podemos cooperar eficazmente." Los mercados, gobernados por seres humanos, no escapan a esta realidad.

Recientemente, las acciones de Tesla se han disparado tras sorprender a casi todos publicando, por segundo trimestre consecutivo, ganancias netas. Los inversores han extrapolado que la compañía de Elon Musk, por fin, dejará de quemar caja y empezará a generarla de manera consistente. Sus vehículos parecen muy superiores a los coches de gasolina en casi todos los aspectos y se espera que representen más de la mitad de las ventas de automóviles en el mundo desarrollado a finales de esta década. Tesla ha logrado poner al vehículo eléctrico en el mapa y hacerlo más atractivo. Vamos a bucear en la narrativa.

El reciente beneficio de Tesla se basó principalmente en sus créditos medioambientales, créditos fiscales que la compañía obtiene de los gobiernos y que vende a otras empresas. No hay ningún coste asociado a ellos, se contabilizan como ingresos y bajan hasta el beneficio. Tesla publicó que estos créditos regulatorios subieron un 40% en el cuarto trimestre frente al mismo período del año anterior. A pesar del aumento de estos créditos regulatorios, los ingresos netos cayeron un 25%, sin ellos Tesla habría perdido 28 millones de dólares. Para el conjunto del año 2019, Tesla reportó una pérdida neta de 862 millones de dólares, que incluye 594 millones de dólares en créditos regulatorios. Sin esos créditos, habría perdido 1.500 millones de dólares. Entre 2008 y 2019, Tesla perdió dinero cada año con gran consistencia, generando en estos 12 años unas pérdidas conjuntas de 6.700 millones de dólares. Los ingresos aumentaron un 2,2% en el cuarto trimestre, y los de la división automotriz sólo un 0,7%, mientras el beneficio bruto cayó un 3,6%.

A pesar del fuerte crecimiento del vehículo eléctrico, hoy en día representan menos del 2% del mercado mundial, y los subsidios gubernamentales han desempeñado, y seguirán desempeñando, un papel fundamental en su adopción. Tesla vendió 367.500 vehículos en todo el mundo en 2019. Volkswagen 10,34 millones, 28 veces más, Toyota 9,70 millones, 26 veces más, General Motors 21 veces más y Ford tres veces más. El más pequeño de los 10 principales fabricantes de automóviles, Daimler, 2,62 millones de vehículos, o siete veces más que Tesla. Sin embargo, hoy Tesla es la segunda compañía automovilística del mundo por capitalización bursátil, tan sólo por detrás de Toyota.

El consenso imperante, la narrativa que trata de justificar la situación actual, es que los fundamentales del mercado del petróleo son hoy malos y están empeorando. La mayoría de los analistas creen que el mercado tiene actualmente un exceso de oferta y que este superávit se incrementará a medida que una demanda más débil se enfrente a una creciente producción de esquisto en EE.UU. Al mismo tiempo, la amenaza del vehículo eléctrico se cierne sobre nosotros y se espera que deje al petróleo sin valor en unos años. Esta narrativa parece ser corroborada por la venta de las acciones del sector, reforzando el bucle negativo pues “si muchos han pensado antes en esto y han llegado a esa conclusión, entonces debe ser lo correcto”.

El mundo funciona con petróleo y, desde 1980, el crecimiento del PIB mundial ha sido en promedio del 3,5%. A pesar del incremento de otras fuentes de energía, es el principal contribuyente al mix energético mundial, con el 34% del consumo, seguido del carbón con el 27% y el gas natural con el 24%. Normalmente se necesitan 70 años para que las transiciones energéticas, como la de la madera al carbón, se produzcan de manera natural.

Si el mundo crece y la demanda de petróleo también, el problema debe ser entonces de oferta. Sin embargo, los últimos tres años han sido el peor período en setenta años para los descubrimientos de petróleo convencional. La producción convencional de petróleo no OPEP fuera de los EE.UU. y Canadá ha disminuido en casi 130.000 b/d cada año durante la última década, algo que ha recibido poca atención por parte de los analistas a pesar de seguir representando el 45% de la producción mundial de petróleo. Con este crecimiento negativo de la producción convencional fuera de EE.UU. y Canadá, el mundo se ha vuelto muy dependiente del crecimiento del esquisto estadounidense que ha representado el 75% del crecimiento total de países no pertenecientes a la OPEP durante la última década. En el año 2019 el crecimiento del esquisto estadounidense se ha reducido en un 50% frente a 2018, el número de pozos en producción ha caído un 25% desde su pico en 2018, los permisos de pozos (un buen indicador de la producción futura) cayeron en diciembre al nivel más bajo desde 2008, la productividad por pozo ha caído por primera vez en la historia y dos de las cuatro principales cuencas de producción empiezan a dar síntomas de agotamiento. A pesar de esta evidente desaceleración, la mayoría de los analistas se resisten a cambiar su narrativa y esperan un fuerte crecimiento de la producción en 2020.

Podemos aferrarnos a la ficción que uno quiera, pero tarde o temprano la realidad nos abrirá los ojos. Aunque no sea sencillo, a veces conviene separarse de la manada.