Nudge Theory y su influencia en el ahorro a largo plazo

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Susana de los Ríos Sastre, Carlos Martínez de Ibarreta Zorita y Rocío Sáenz-Díez Rojas explican como Richard Thaler se ha dedicado al estudio de los comportamientos no racionales, realizando aportaciones fruto de las cuales ha recibido el Nobel de Economía 2017.

Podríamos decir que Richard Thaler ha sido una rara avis en sus trabajos como economista. Si bien inició sus investigaciones dentro de la corriente general de economía clásica siguiendo las premisas de racionalidad en la toma de decisiones, generalmente aceptados en la disciplina, pronto se desvió de ellos. Una de sus primeras publicaciones en los años 70 titulada The Value of Saving a Life: Evidence from the Labor Market , que estaba basada en su Tesis Doctoral y elaborada junto a Sherwin Rosen que fue su director de Tesis, ya trataba ciertas irregularidades detectadas en el comportamiento de los individuos, en concreto el denominado endowment effect (efecto de las posesiones o sesgo de dotación). Se trata del sesgo que hace a las personas valorar más las cosas que ya poseen (sea heredado o comprado) que aquello que podrían conseguir, aunque tengan un valor similar en el mercado. Un ejemplo recurrente es el valor que damos a las entradas que ya tenemos de un concierto o de un partido de futbol: si ya los tenemos y nos los solicitan para reventa (valor muy alto) o si los tenemos que comprar (valor no tan alto); siendo estas discrepancias entre precios de compra y de venta inconsistentes con el modelo racional seguido por la economía clásica.

A partir de entonces, Thaler se ha dedicado al estudio de estos comportamientos no racionales, realizando relevantes aportaciones en el campo de Behavioral Economics, fruto de las cuales ha recibido el Premio Nobel de Economía en 2017. Sobra decir que parte de sus investigaciones se han producido cronológicamente en paralelo a las valiosas contribuciones de Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía en 2002) y Amos Tversky, padres de la teoría de las perspectivas (Prospect Theory).

De las numerosas aportaciones realizadas por R. Thaler nos centramos en este caso en la Nudge Theory (traducido habitualmente por teoría del empujón). A priori son muchos los ámbitos de aplicación de dicho concepto y son interesantes las implicaciones potenciales que puede tener, tanto para la economía como para la política. En este sentido, el gobierno del Reino Unido fue pionero con la creación en 2010 del Behavioural Insights Team (BIT), más conocido como Nudge Unit , con la intención de aplicar la economía conceptual y la psicología en la mejora las políticas gubernamentales británicas. En los últimos años, estas iniciativas se han ido expandiendo a otros países, entre otros, Australia, Canadá, Alemania, Países Bajos o Méjico.

Arquitectura para decisiones

Un aspecto fundamental de la Nudge Theory es la teoría sobre el diseño de arquitecturas para las decisiones (Choice architecture). Es un hecho que la forma en la que está diseñado un entorno de toma de decisiones influye en cómo se toman las mismas. Pues bien, los nudges o empujoncitos son aquellos elementos que quien diseña la arquitectura de una toma de decisiones puede modificar, con el objetivo de hacer más probable que se elija la opción que se considere más favorable para el individuo que decide. Thaler califica a su arquitectura de decisiones basada en nudges como paternalismo libertario, ya que, por una parte, facilita que se elija la opción que se considera más adecuada, pero se respeta la libertad de elección del decisor.

Parece ser que hay ciertos sesgos que dificultan las decisiones de ahorro de cualquier individuo: 

1. Procrastinación: Dejar para luego las tareas importantes que deben ser hechas. Aunque deseemos ahorrar, posponemos la decisión de contratar un producto de ahorro de forma indefinida.

2. Falta de autocontrol para diferir el consumo actual al futuro, unido al llamado descuento hiperbólico. Los individuos preferimos consumir hoy que ahorrar para mañana al tiempo que creemos que en el futuro seremos más capaces de hacerlo. 

3. Aversión a las pérdidas: El dolor asociado a una pérdida es el doble que la satisfacción provocada por una ganancia equivalente. Además sentimos las pérdidas en términos nominales, lo que hace que nos duela destinar dinero a ahorrar, pues lo sentimos hoy como una pérdida.

4. Inercia (sesgo de Status Quo): Preferencia por mantenerse en la situación actual. Esto hace que nos perpetuemos en lo que estamos haciendo, por tanto, no ahorramos y/o no revisamos las decisiones de ahorro que pudimos tomar en el pasado.

La teoría Nudge propone que para neutralizar esa inercia y la procrastinación que impiden que los individuos se embarquen en un programa de ahorro a largo plazo, puede utilizarse la “opción por defecto” en un entorno de enrolamiento automático, simplificando las opciones disponibles y facilitando los canales de acceso. Dicho con otras palabras, que los individuos formen parte de planes de pensiones o suscriban productos de ahorro a largo plazo, salvo que digan lo contrario de forma expresa. La aplicación práctica de estas medidas ha mostrado éxitos rotundos en la tasa de personas que han invertido en productos de ahorro a largo plazo. Ahora bien, un segundo paso es conseguir una tasa de ahorro suficiente para garantizarse un nivel de vida en la jubilación similar al que se tiene en vida laboral. Según los expertos, ese porcentaje debería estar alrededor del 10-15% de los ingresos anuales, sin embargo, las cifras de ahorro medio son bastante inferiores a esas. 

Es cierto que la formación y la educación financiera pueden ayudar en la toma de decisiones financieras, pero la evidencia empírica muestra que no es suficiente. En un experimento llevado a cabo en una sesión de Behavioral Finance con expertos del sector financiero español (gráfico superior izquierdo), sorprende que un 20% de los participantes no tengan ningún plan de ahorro a largo plazo y que tan sólo un 69% están invirtiendo en este tipo de productos al menos un 10% de sus ingresos, mientras que un 15% ahorran anualmente menos del 5% de sus ingresos, una tasa a todas luces insuficiente.

Ahorrar más mañana

En este sentido, es interesante tomar en consideración el sistema SMarT (Save More Tomorrow), en el cual se comienza ahorrando una pequeña cantidad anual (alrededor de un 3% de los ingresos) y se va incrementando gradualmente la proporción de ahorro conforme se logren aumentos de sueldo. En uno de los estudios realizados por Thaler y Benartzi en 2004, se observa que el porcentaje de ahorro inicial llegó a situarse por encima del 13% para aquellos individuos que siguieron el sistema SMarT durante cinco años.

Por otra parte, si nos fijamos en la composición de la cartera de ahorro, R. Thaler sugiere presentar pocos modelos de carteras con diferentes perfiles de riesgo, según estilo de vida (v.g. conservador, moderado, agresivo) y que la cartera conservadora sea la opción por defecto. Después, animar a realizar revisiones periódicas de dicha cartera y crear lo que denomina target maturity funds, que vayan ajustando su perfil de riesgo según se acerque la edad de jubilación. De hecho, mostrar al ahorrador potencial demasiadas opciones de inversión puede llevarle al overload bias y desalentarle en la toma de decisiones, por sentir la decisión demasiado compleja. 

En esta línea, el gráfico superior derecho muestra que incluso los expertos financieros encuestados no tienden a revisar demasiado sus inversiones.

En conclusión, si fuésemos homo-economicus ahorraríamos en cada momento lo necesario para maximizar nuestra utilidad total a lo largo de la vida y para lograr una trayectoria de consumo sin altibajos, incluyendo los años después de la jubilación. Sin embargo, somos humanos y no sabemos bien cómo resolver ese problema de optimización y, aunque lo supiéramos, no tenemos fuerza de voluntad para ponerlo en práctica. Por tanto, hay tres decisiones que el individuo promedio no realiza de forma correcta: participación en algún plan de pensiones o producto de ahorro a largo plazo; determinar el porcentaje de ingresos que destinamos al ahorro y diseñar la cartera adecuada en la que invertir nuestros ahorros, que esté conforme con nuestro perfil de riesgo y con nuestra situación vital. 

Para lectores interesados:

Kahneman, D. y Tversky, A. (1979). Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk. Econometrica, 47(2), March, pp. 263-291.

Thaler, R. H. y Benartzi, S. (2004).  “Save More Tomorrow™: Using Behavioral Economics to Increase Employee Saving”. Journal of Political Economy, 112, February, pp. 164-187.

Thaler, R. H. y Sunstein, C. R. (2008). Nudge: Improving Decisions About Health, Wealth, and Happiness, Yale University Press, CT.