Nuevas fórmulas en la asignación de estrategias alternativas

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Joel Filipe (Unsplash)

Aunque la gestión alternativa es hoy ineludible en cualquier asignación de activos, lo cierto es que rara vez se explicita la función de esta clase de activo, cuyo peso suele ser modesto. Por ello, cuando se llegan a tomar las decisiones de asignación por estrategia a menudo son fruto de un planteamiento exploratorio o de un comportamiento mimético, y no de una reflexión de fondo. A nuestro parecer, el enfoque habitual deriva del prejuicio erróneo consistente en considerar la gestión alternativa como una nueva clase de activos que vendría a completar las clases de activos tradicionales. Esta visión es incorrecta, no sólo desde un punto de vista económico, sino también desde el punto de vista del perfil de los rendimientos; el universo de la gestión alternativa, definido por la libertad de maniobra que tienen los gestores, se caracteriza ante todo por su heterogeneidad.

Es mucho más adecuado abordar esta problemática compleja con un enfoque estructurado, dividiendo la cartera en dos segmentos diferenciados: la porción tradicional y la extensión alternativa. En lo que se refiere a la parte alternativa, se trata de definir con precisión uno o varios mandatos que pueden ofrecer una alternativa a la asignación tradicional, o bien completarla. De hecho, la gran diversidad de estrategias y la variedad de combinaciones posibles permiten formular expectativas muy detalladas, que pueden incluir un objetivo absoluto o relativo, así como una o varias condiciones con respecto a indicadores más o menos sofisticados. A modo de ejemplo, cabe imaginar un objetivo de rendimiento de LIBOR+5%, con un valor en posición de riesgo mensual de 3% y un beta inferior a 0,2 con respecto a las acciones. Contrariamente a la mera maximización de un indicador, estas especificaciones constituyen un complejo conjunto de reglas, que de hecho pueden resultar antinómicas. En el ejemplo anterior, por ejemplo, podría darse el caso de que fuera imposible responder a las tres exigencias a la vez. Por ello, lo que de entrada se espera del gestor alternativo es que evalúe la viabilidad del mandato, proponiendo una asignación por estrategia que presente buenas probabilidades de éxito. Por desgracia, la mayor parte de los métodos cuantitativos empleados habitualmente para la asignación resultan de escasa utilidad en este caso. En primer lugar, los datos históricos de las estrategias alternativas sólo son fiables sobre un periodo relativamente corto, rara vez superior a quince años. En segundo lugar, no existe una cartera de mercado propiamente dicha que sirva de referencia.

Sin embargo, se puede eludir ambos obstáculos combinando dos métodos cuantitativos. En primer lugar, el recurso a la técnica del “bootstrap” o, secuencia de instrucciones iniciales, permite paliar parcialmente la escasez de datos. Efectivamente, en lugar de evaluar una asignación en función de indicadores calculados sobre todo el periodo histórico disponible, la evaluación se puede basar en una serie de periodos de 3 años construidos a base de bloques de 3 meses consecutivos. La duración de 3 años replica un ciclo de evaluación habitual, y la utilización de bloques de tres meses permite tener en cuenta la auto-correlación de los rendimientos. Este método asocia una probabilidad del éxito de la realización del mandato a una asignación determinada, basándose en supuestos hipotéticos, pero históricamente realistas. Así pues, una propuesta de asignación que sólo cumpliera el mandato antedicho en un 40% de los casos se consideraría poco atractiva. Conviene subrayar que este enfoque no persigue superar los objetivos, sino solamente alcanzarlos de manera regular.

La etapa siguiente consiste en hallar las asignaciones que con mayor frecuencia alcanzan los objetivos del mandato. Ahora bien, comprobar todas las posibilidades es numéricamente irrealizable. Incluso con un número restringido de estrategia, rápidamente se superan los mil millones de combinaciones. Una solución consiste en recurrir a los métodos de muestreo del tipo “Markov Chain Monte Carlo”, que recorren eficientemente el espacio de las asignaciones posibles y que además permiten obtener al final del proceso un conjunto de carteras con una alta probabilidad de éxito. Gracias a esta técnica, no es necesario imponer condiciones de peso artificiales, ni utilizar una cartera de referencia para evitar las asignaciones poco realistas. En efecto, por construcción, la media de todas esas carteras tiene pesos razonables y constituye un buen punto de partida para una propuesta de asignación, que naturalmente se puede modificar ulteriormente a partir de consideraciones cualitativas.

La combinación de sendas técnicas permite estructurar con precisión el proceso de construcción de la asignación alternativa, y puede sustituir las optimizaciones clásicas de tipo media-varianza, que resultan de escasa utilidad en este contexto. Sobre todo, este enfoque presenta la ventaja de permitir comprobar si los objetivos fijados para el mandato alternativo son realistas antes de iniciar su ejecución. Una ventaja innegable, tanto para el inversor, que elude el riesgo de decepción, como para el gestor alternativo, que evita el de correr tras un objetivo inalcanzable.