Tela por cortar

Cuando acaba un año siempre ponemos nuestras esperanzas en el siguiente, como si el destino tuviera vacaciones de Navidad y nuestra suerte descansara por unos días por culpa de un atracón de mazapanes. Llegar a diciembre nos hace poner los contadores a cero y mirar el año siguiente con esperanzas renovadas en una especie de día de la marmota. El año que viene tiene tela, mucha tela, una tela si cabe más complicada a la hora de hacer un buen traje. Los desafíos a los que nos enfrentamos son muchos y muy variados, con todo tipo de eventos y fechas señaladas. El 2017 es el año en el que la situación macroeconómica tiene que tomar una dirección, donde tiene que definirse la siguiente estación del ciclo económico o al menos aclarar si los tipos de interés vuelven a ser una variable a tener en cuenta o siguen siendo una anécdota; los últimos años de la llamada new normal pueden haber llegado a su fin, obligándonos a reconsiderar nuestras carteras y buscar cambios radicales al invertir. El 2017 será el año en el que, sí o sí, hay que prepararse para Mifid II, buscando los proveedores que mejor nos acompañen en ese camino y definiendo una propuesta de valor que se ajuste a esa nueva realidad. Parecía que nunca llegaría, pero ahí está y hay que prepararse porque el examen está a la vuelta de la esquina; no es el único cambio regulatorio ni será el primero, pero es el más importante para la industria de fondos. El 2017 será el año en el que veremos una nueva vuelta de tuerca a la consolidación en nuestra industria, entre proveedores y entre distribuidores, mujeres, hombres y viceversa, una fase de apareamiento darwiniano que no ha hecho más que empezar a raíz del incremento de la presión en márgenes, el ahorro de costes y la dificultad para encontrar aventuras de crecimiento. Un año si cabe más especial y determinante que otros, a pesar de que nos sumerjamos en cenas que saben a deja vus y nos queramos apuntar (como todos los eneros) al gimnasio de al lado de casa.