Una recuperación de la renta fija sin ambigüedades

Peter de Coensel_noticia
Firma: cedida (DPAM).

TRIBUNA de Peter de Coensel, CEO, DPAM. Comentario patrocinado por DPAM.

En estos tiempos los ajustes del mercado son vertiginosos. El jueves 10 de febrero, la sorpresa de la inflación al alza en todo el IPC general y subyacente de Estados Unidos, que se situó en niveles interanuales del 7,5% y el 6%, elevó los tipos de los bonos del Tesoro a 2 años en 30 pb intradía, pasando de 1,33% a 1,63%. La incertidumbre geopolítica, la reducción del posicionamiento en corto o el reposicionamiento activo han traído el tipo a dos años de vuelta al 1,5% en un periodo de notable volatilidad.

El lado positivo que resulta de momentos con una volatilidad tan alta es que reduce la incertidumbre, que disminuye a medida que el camino a seguir se vuelve inequívoco. Efectivamente, la forma y la intensidad de los ciclos de subidas del banco central de los mercados desarrollados (DM) salen a la superficie. Las funciones de reacción monetaria se han vuelto transparentes.

El ciclo alcista para la Fed de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra (BoE) y el banco central de Nueva Zelanda (RBNZ) tendrá lugar principalmente durante 2022, con algunas subidas adicionales en el primer semestre de 2023. Resulta interesante que los participantes del mercado han comenzado a valorar los primeros recortes de los tipos de interés oficiales del BoE durante 2024 y 2025.

Lo mismo ocurre con la FED, aunque en menor medida. El BCE está preparado para despegar durante el cuarto trimestre de 2022, adoptando un ritmo alcista constante en 2023. El debate sobre el tipo de interés oficial empezará a concretarse en torno al 2% para Estados Unidos y el Reino Unido. Para el BCE, el mercado apunta a entre el 0,75% y el 1%.

El hecho de que los mercados hayan comenzado a poner precio a los ciclos de recortes de los tipos oficiales en los bancos centrales de mercados desarrollados (BoE) y emergentes (EM) (República Checa) revela preocupaciones sobre el ciclo económico tardío. Los detectamos en toda la zona euro, donde la producción industrial o los indicadores de la balanza comercial de Alemania son decepcionantes, la confianza del consumidor estadounidense se desploma, las publicaciones trimestrales del PIB del Reino Unido decepcionan y reflejan los problemas alemanes sobre la balanza comercial y la industria.

Las preocupaciones de política monetaria darán paso a discusiones e incertidumbre en torno al efecto de rémora fiscal y los vientos desfavorables de la demanda del consumidor. Una inflación superior a la media en los próximos dos años, provocada principalmente por la inflación de la energía, los bienes y la vivienda, afectará a la renta real disponible a medio plazo. Todo ello, combinado con menos estabilizadores fiscales, hacen previsible una desaceleración del crecimiento hacia niveles potenciales.

La tendencia anterior marca una clara diferencia entre la actualidad y la década de 1970 o principios de la década de 1980. En aquel entonces, las expectativas de inflación se desanclaron debido a las continuas perturbaciones de la oferta, una generosidad mal dirigida de la política fiscal, junto con unas políticas monetarias erráticas. Hoy en día, las expectativas de inflación a largo plazo basadas en la empresa, el consumidor y el mercado se mantienen bien ancladas. El último dato de la Universidad de Michigan sobre expectativas de inflación de cinco a 10 años se situó en el 3,1%, mientras que en la década de 1970 esta medición se disparó por encima del 6%. Está claro que las empresas se enfrentan a importantes rigideces cuando atraviesan un aumento de los costes salariales, a medida que aumentan sus gastos de retención y contratación de personal, buscando estabilidad en los bancos de talentos.

A menudo, las empresas en mercados muy competitivos asumen directamente mayores costes laborales mediante márgenes reducidos, en vez de arriesgarse a repercutirlos al consumidor o al cliente al que prestan servicio. Es previsible que la composición del gasto en bienes de consumo y la relajación de los cuellos de botella en la cadena de suministro vuelvan a los perfiles anteriores a la pandemia. En enero el indicador clave de la FED para la inflación registró un nuevo máximo, situándose en el 4,9%. Las estimaciones para finales de 2022 oscilan entre el 3% y el 3,5%, coincidiendo con las expectativas de inflación basadas en el mercado a corto, medio y largo plazo.

Las expectativas de inflación basadas en el mercado captadas a través de las tasas de inflación de equilibrio (diferencia entre las tasas nominales y reales del Tesoro de Estados Unidos en el comparador) apuntan a un anclaje sólido. Durante el año pasado la curva de las tasas de equilibrio se conformó en inversión, lo que refleja una normalización de la inflación a lo largo del tiempo. Y esta es una señal fuerte.

Mientras las expectativas de inflación a dos y tres años aún se situaban en un promedio del 3,53% y el 3,18% respectivamente, las expectativas de inflación a 30 años se situaban en el 2,19% al cierre de las operaciones del 11 de febrero. Las expectativas de inflación a 10 años se encuentran en el 2,46%. La observación de la inflación a tan largo plazo cumple un objetivo acertado de la FED que apunta a una tasa de inflación estable, en torno al 2,00%.

Todos estos mensajes podrían ser una sorpresa, ya que los mercados financieros se han visto muy alterados desde principios de 2022. Sin embargo, a veces los inversores deben aprovechar estos descensos. Las reducciones en sectores concretos de renta variable y renta fija deben considerarse como una buena oportunidad para que los inversores a largo plazo se reposicionen, desplazándose hacia sectores que han recibido muy poco cariño y atención (y peso) en el pasado.

En las últimas seis semanas los beneficios previstos en las obligaciones y ciertas acciones han aumentado rápidamente. La renta variable es la clase de activos de larga duración preferida. Así que la corrección actual no debe llevar al pánico, sino a un momento de reflexión. Si la corrección no perjudica su capacidad para lograr objetivos a más largo plazo, todo va bien. Si lo hace, usted ha sobreasignado.

La métrica mediatizada de bonos de rendimiento negativo como porcentaje del total ha caído hasta alrededor del 6%. Justo antes de Navidad de 2021, vivíamos en un mundo que registraba +20% en esta métrica. No hay duda de que ha vuelto una dosis de valor a los mercados internacionales de renta fija.

Los actuales descensos en los sectores de renta fija apuntan a unos plazos de recuperación de entre seis y 18 meses, siempre que los tipos y los diferenciales de crédito se estabilicen en torno a los niveles actuales. Tales declaraciones también carecen de ambigüedades, puesto que en las soluciones de inversión en obligaciones los resultados de rentabilidades futuras son, la mayoría de las veces, obvios e ineludibles. La hipótesis de base exige menos volatilidad en los mercados financieros que tenemos por delante.