Unión financiera-unión política: el final del juego en Europa

Los mercados globales sufrieron un período terrible la semana pasada con la decisión de S&P de reducir la calificación Triple A de la deuda a largo plazo de Estados Unido, lo que supuso la guinda del pastel. A pesar de las reacciones en general optimistas expresadas por muchos en el lado comprador –esta degradación fue muy bien telegrafiada, después de todo-, el comportamiento de los precios desde principios de la semana no ha mantenido ese sentimiento.

Desde que las pobres dinámicas de deuda de los países periféricos de Europa golpearon primero a los titulares populares en mayo de 2010, los mercados se han caracterizado por periodos de risk on/risk off, y este último episodio todavía es el más severo de todos.

Ya sean las riñas bipartidistas en EEUU o el fracaso de los líderes europeos para hablar como una sola voz, el factor común ha sido el comportamiento de nuestros políticos. Con muchos mercados europeos de deuda pública comportándose como los de crédito –en referencia a sus diferenciales frente al bono alemán- esta situación es una reminiscencia de la clase de riesgo que caracterizaba a los mercados emergentes de deuda hace diez años. Se ha dado la vuelta a la tortilla.

La señal de que el BCE compre la deuda de Italia y España es una buena noticia, lo que hizo que sus diferenciales de crédito se estrecharan considerablemente. Sin embargo, una serie de indicadores del mercado de capitales, tales como el diferencial Libor- OIS están parpadeando en rojo. Además, un informe publicado recientemente por GaveKal explica que el mercado monetario de Estados Unidos ya no está dando financiación a corto plazo a los bancos europeos. Esta falta de confianza entre los bancos y dentro de la sombra del sistema bancario es una preocupación con potencial de extenderse a la economía real si los préstamos bancarios caen.

Por el momento, las operaciones del BCE en el mercado monetario son fundamentales en la provisión de liquidez, pero ésta es una solución de corto plazo. Está claro que algo con más permanencia es necesario. Las soluciones adoptadas hasta ahora no son más que tiritas. Esto es más grave para Europa, pero se aplica igualmente a EEUU.

Recortar el gasto es un hecho que las economías occidentales tendrán que concretar a medio plazo. Es probable que los gobiernos sigan luchando para poner en práctica programas de austeridad ya que los mercados están obligando a ello. Pero lo que también se requiere es una reforma en la financiación de la Eurozona. En particular, Europa tiene que ser capaz de emitir deuda.

La ETSF fue un buen primer paso, pero se necesita algo más. Esto, sin duda será difícil de lograr, según se desprende del debate político. Sin embargo, durante el último medio siglo el proyecto europeo ha sido impulsado por una voluntad política de los países miembros de acercarse, un sentimiento que podría triunfar al final.