Warren Buffett y los gurús de los endowments frente a frente

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Todos han oído hablar del encumbrado Warren Buffett. Aparece en forma de ilustración hasta en las tazas de café, acompañado de frases como: “El riesgo viene de no saber lo que estás haciendo”. Y no le falta razón.

En su carta al accionista de 2013, Buffett dio a conocer las instrucciones de asset allocation que deja al fideicomiso que le suceda tras su muerte: “[…] Mi consejo no podría ser más simple: poner el 10% del efectivo en bonos de gobierno a corto plazo y el 90% en un fondo de muy bajo coste indexado al S&P 500 [...]. Estoy convencido de que, con esta política, los resultados a largo plazo del fideicomiso serán superiores a los de la mayoría de los inversores.

No es difícil saber cómo se va a comportar esa estrategia en el largo plazo. Con un 90% en el S&P, estamos asumiendo casi toda la beta del mercado: lo que le suceda al mercado eso nos sucederá a nosotros, sin tracking error.

Pero si lo que hacemos es mirar atrás, y nos fijamos en lo ocurrido en los últimos cuarenta años, descubrimos que, en términos de eficiencia del binomio rentabilidad-riesgo, la propuesta de Buffet no sería la más acertada.

Al menos eso es lo que apunta Meb Faber, en su libro Golbal Asset Allocation (2015), cuando compara el comportamiento histórico de las propuestas de los grandes gurús de la inversión: Buffett frente a los grandes estrategas de los endowments americanos, partidarios de la diversificación. En términos de rentabilidad, en el periodo de 1973 a 2013 se llega a una diferencia de resultados que cabe en un pañuelo. Pero si nos fijamos en la volatilidad de cada estrategia, la cosa cambia: la propuesta de Buffet habría sido significativamente más arriesgada (con más vaivenes) y eso la penaliza en términos de eficiencia.

 

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Dándole la vuelta a la conocida frase de Victor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, podríamos decir que “quien sabe que va a llegar a un mismo lugar, no debería soportar cualquier como”. Importa la rentabilidad alcanzada, pero importa también el camino recorrido.

En este sentido, David Swensen, CIO del Endowment de Yale señala que “para cualquier nivel de rendimiento, si se diversifica, puede generar ese rendimiento con un riesgo menor; o bien, para cualquier nivel de riesgo, si se diversifica, puede generar un rendimiento más alto. Es, por así decirlo, como un almuerzo gratis. En definitiva, la diversificación hace que su cartera sea mejor.”

En defensa de Buffett se puede añadir que después de la gran crisis de 2008 el mundo es distinto y los mercados y las economías cuentan con nuevas distorsiones. Las QE de los Bancos Centrales han laminado la Renta Fija y nadie es capaz de aventurar si los tipos de interés se van a mantener próximos a cero en los siguientes veinte años. Ahora bien, ¿el universo se divide exclusivamente en términos de Renta Fija y Renta Variable?

Más allá de recetas de inversión particulares y caducas –la de Buffet es muy simple, concentrada y pasiva y la de Swensen probablemente inimitable por su acceso a los mejores productos de private equity y hedge funds–, pensamos que con esta comparación se ponen en valor los principios generales de inversión de los grandes endowments: gestión dinámica y adaptativa, globalidad y amplia diversificación por clases de activos (renta fija y renta variable pero también activos reales, commodities, etc.) y por temáticas, sectores y factores, que se comportan de manera descorrelacionada en distintos momentos del mercado.

No sabemos si dentro de cuarenta años un estudio similar al de Faber arrojará resultados de rentabilidad tan parejos. Lo que queda demostrado es que, con el principio de diversificación, quien llegue entonces se habrá ahorrado muchas penalidades en el camino y "habrá sabido lo que estaba haciendo".