La deuda de mercados emergentes está reponiéndose

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La deuda de mercados emergentes (EMD) experimentó volatilidad a comienzos de año. En concreto, las presiones bajistas indujeron en sus seis primeras semanas fuertes ventas, posteriormente seguidas de un enérgico repunte. En conjunto, el rendimiento neto en el primer trimestre fue positivo, tanto para los bonos denominados en moneda local como para aquellos denominados en monedas fuertes (HC).

Cierta recuperación del precio del petróleo, el debilitamiento del dólar ante el tono más moderado de la orientación general de la política monetaria de la Reserva Federal de EE.UU., la mejoría de los datos procedentes de China y unas perspectivas de crecimiento de la economía mundial algo mejores fueron los principales catalizadores del cambio ante esta clase de activo. Al recuperarse la disposición a asumir riesgo, muchos inversores percibieron alto atractivo en los mercados emergentes desde consideraciones de valoración, lo que condujo a entradas de recursos en la clase de activo a partir de marzo.

Cinco temas clave que avivarán la inversión en los mercados de deuda emergente:

Un tema clave al invertir en mercados emergentes es el crecimiento en términos absolutos, así como en comparación con las economías desarrolladas. En estos últimos años el diferencial de crecimiento ha comenzado a estrecharse con bastante rapidez, siendo en la actualidad de 2 puntos porcentuales. Esta desaceleración del crecimiento es en parte estructural, puesto que China, un motor fundamental de los ME, no logrará mantener las tasas de crecimiento del PIB superiores al 10% que registró en la última década. Algunos mercados emergentes habrán de buscar fuentes adicionales de crecimiento. Ante todo, estamos convencidos de que existen amplias posibilidades de reforma, que inevitablemente elevarán el crecimiento potencial. Además, la población de mercados emergentes sigue siendo mucho más joven que la de los desarrollados, de forma que los factores demográficos seguirán respaldando el crecimiento de los primeros. Por lo tanto, en virtud del mayor potencial de crecimiento de los ME, y aun cuando ya no sea el que solía ser, pensamos que el diferencial de crecimiento volverá a ampliarse en los próximos años, hasta rondar el 3,5% en 2020.

 Otro tema lo constituyen las monedas de ME. La fuerte depreciación que han sufrido en los últimos años ha permitido un reequilibrio de los indicadores macroeconómicos en muchos países. La mejora generalizada en los saldos de sus balanzas de pagos puede responder a la mayor competitividad externa de estas economías, resultado de la depreciación de su moneda. Este elemento puede ser una fuente importante de crecimiento en el futuro.

China sigue siendo, obviamente, un tema decisivo en la inversión en ME. A comienzos de año muchos inversores expresaron preocupación ante un eventual desplome brusco de la economía china. Ahora, esa preocupación se ha desvanecido al apreciarse muestras de estabilización en los datos económicos, en la moneda y en los flujos de inversión. Pensamos que las autoridades chinas aún tienen el control de la economía y podrán alcanzar los objetivos de crecimiento anunciados. No hay que olvidar que la economía china está madurando (un proceso que entraña de suyo menor crecimiento), así como transformándose, dejando atrás un modelo basado ​​en la inversión y las exportaciones para seguir otro más orientado al consumo y los servicios. China se mantendrá entre las economías que más crecen del mundo.

Inquieta a los inversores, y es también un tema importante, el apalancamiento de las empresas de mercados emergentes. La desaceleración del crecimiento global y la caída de los precios de las materias primas han tensionado las medidas de deuda. Sobre todo en el caso de las empresas con ingresos en moneda nacional pero parte de sus pasivos denominados en dólares estadounidenses, tal descalce se tradujo en un aumento de su deuda expresada en moneda local. Quienes exportan materias primas resultaron lógicamente perjudicados por los menores precios, pero lograron mitigar su impacto al reducirse también su base de costes, de forma que la depreciación de la moneda les ha favorecido. En la actualidad se observa que las empresas están adoptando las medidas correctas de cara a reforzar su solvencia. En concreto, la actividad de fusiones y adquisiciones de empresas tiende a disminuir, la venta de activos está repuntando y las políticas de dividendos generosos están sometiéndose a revisión.»

Por último, se diría que la inestabilidad política nunca deja de afligir a los mercados emergentes. Brasil es claro ejemplo de ello, desde luego. El proceso de destitución que se ha incoado a su presidenta, Dilma Rousseff, está casi a diario en los titulares de prensa. La Cámara de Diputados aprobó por una amplia mayoría iniciar el juicio político contra Dilma y la próxima votación será en el Senado, donde el gobierno confía en impugnar la decisión de la Cámara. Si el Senado ratificase la decisión de la Cámara, el gobierno trataría entonces de anular el proceso en el Tribunal Supremo. La situación tiene, pues, visos de prolongarse. Pero la idea de que algo tiene que cambiar está cobrando mayor fuerza, en especial en lo que respecta a las finanzas públicas. Prevemos que, en último término, Dilma acabará teniendo que afrontar el juicio político. Los bonos brasileños han descrito un recorrido alcista este año apoyados en esa misma expectativa y las valoraciones, antes en niveles muy deprimidos, han retornado a un nivel más acorde con la realidad.

 Además, Sudáfrica es un país que recientemente también ha sufrido considerable agitación política. El presidente Zuma ha superado severos contratiempos, juicio político incluido, pero todavía cuenta con el firme respaldo de su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC). Algunos miembros del ANC están descontentos con Zuma, pero el partido parece preferir por ahora evitar mayores perjuicios políticos. Probablemente por estimar que no redundaría en su mejor interés infligir en estos momentos daño adicional a su presidente. Téngase presente, con todo, que las próximas elecciones generales en Sudáfrica no se celebrarán antes de 2019.