Y volvimos a cometer el mismo error...

Pato
Foto cedida

¿Tenéis algún fondo que podamos ofrecer como alternativa a los depósitos? Esta es la pregunta más frecuente que está circulando por el mercado desde hace ya algunos meses y, cuanto más lo pienso, más fuerte es la sensación de "déjà vu": Esto ya lo hemos vivido.

En realidad, no es que la pregunta no tenga sentido. Todo lo contrario, es bastante lógica dada la oportunidad que la nueva tributación sobre los depósitos ofrece a las redes de distribución y ventas para atraer de nuevo a los inversores hacia los fondos y recuperar así parte de la cuota del ahorro de las familias, perdida tras estos últimos años de penumbra. Y de nuevo se nos plantea el dilema de siempre: ¿cómo adecuar oferta y demanda?

Por un lado, tenemos el dinero que previsiblemente saldrá de los depósitos. Dinero que, no nos engañemos, todos sabemos que es miedoso y cortoplacista, y que busca la mayor rentabilidad posible con máxima liquidez... Por mucho que nos asegure su afortunado propietario que su horizonte de inversión es a largo plazo, ahora que los mercados (de activos de riesgo) están en tendencia al alza, claro está.

Por otro, las alternativas de inversión sin riesgo que, en el entorno actual de tipos en mínimos, escasean y, por ende, las oportunidades sin riesgo con las que obtener rentabilidades que en general apenas baten a la inflación. Ello requiere que los inversores tengan que asumir mayores riesgos o renunciar a esa liquidez máxima para poder tener opciones de conseguir una rentabilidad "decente".

En esta situación, lo más fácil es volver a caer en la tentación de atajar, de ir a por la solución más fácil y rápida: colocar productos a largo a ahorradores a corto. Eso no vale. Eso es exactamente lo que hicimos en el boom anterior, en el periodo alcista entre 2004 y 2007 cuando, apoyándonos en datos de rendimiento históricos, nos inventamos fantásticos modelos de inversión que conseguían la cuadratura del círculo, esto es, la posibilidad de alcanzar las mayores rentabilidades que ofrecen los activos "a largo" con el perfil de liquidez máxima y sin riesgo de las carteras "a corto". Y eso hemos comprobado que no existe o que, salvo honrosas excepciones, por lo general no sabemos hacerlo consistentemente.

El resultado fue una catástrofe para la industria, no tanto por las malas rentabilidades obtenidas como por el daño sufrido en la imagen de los fondos de inversión, materializada en una pérdida de casi el 50% en el volumen de activos bajo gestión en España, lo que coloca a muchas gestoras ante un serio problema de subsistencia. No obstante, toda crisis plantea una oportunidad, quizá dos desde mi punto de vista.

La primera consiste en aprovechar el momento para hacer borrón y empezar de cero, haciendo entre todos un esfuerzo por mejorar la cualificación de las redes de distribución, por un lado, y la preparación financiera de los inversores, por otro.

Sobre la cualificación de las redes, es de esperar que la experiencia de las preferentes haga reaccionar al regulador y que este fuerce a las entidades a asumir responsabilidades por malas prácticas de ventas. Lamentablemente, la condición humana es así, demostrando que sin castigo a las malas prácticas no se pueden imponer las buenas.

En otros mercados desarrollados como el del Reino Unido lo conocen bien, donde están regulando y penalizando el denominado "misselling", que ha acabado en fuertes multas a las instituciones responsables y la inhabilitación de los profesionales involucrados.

Una solución que aplicaron allí fue la introducción de la figura de asesores financieros cualificados en las sucursales, de tal manera que se asigna un asesor por cada cierto número de sucursales, que atenderá personalmente a cada "inversor" interesado, previa cita en la sucursal, y le realizará el estudio de idoneidad correspondiente. Con este servicio consiguen un doble objetivo. Por un lado identifican y diferencian entre el ahorro a corto plazo y la inversión a largo, con lo que consiguen una base de inversores estable y de largo plazo, algo crítico para las gestoras ya que las comisiones de gestión se generan cada día que el inversor permanece en el fondo, y les permite concentrarse en la gestión. Por otro lado, manejan las expectativas de los clientes, contribuyendo a su formación financiera y haciendo que su experiencia inversora sea positiva, con lo que consiguen su fidelización.

Por cierto, esta figura de Asesor Financiero Cualificado, autorizado y regulado por un organismo competente (¿CNMV?) con capacidad de sancionar, permitiría el reenganche de un número de buenos profesionales que han perdido su trabajo en esta crisis, facilitándoles el reciclado y aprovechar así su experiencia.

La segunda oportunidad surge precisamente de esa diferenciación imprescindible que hemos de hacer entre ahorro e inversión.

Ante la evidente dificultad que encuentra nuestro sistema hoy para llevar a cabo esa diferenciación, la solución debería ser la promoción activa, desde todas las instituciones, de los fondos de pensiones como vehículo de ahorro a largo plazo. Esa promoción va más allá del mero incentivo fiscal que, aunque siempre importante y mejorable, no debería ser la principal razón por la que los ahorradores apuesten por ellos. Se trata sin duda del mejor vehículo para canalizar un ahorro destinado a complementar la pensión de jubilación, claramente con una vocación inequívoca de largo plazo, pero cuyo desarrollo en España dista mucho del alcanzado en otros países de nuestro entorno.

El por qué de este subdesarrollo es de sobra conocido. Mientras sigamos creyendo que "el Estado proveerá", no habrá forma de conseguirlo. Todos sabemos que el Estado está ahora para proveer muy poco, pero ese mensaje aún no ha calado en la sociedad, y probablemente no lo hará hasta que no se le dé un empujón. Ese empujón puede ir desde campañas de concienciación en los medios, pasando por algo tan sencillo como incluir en el recibo de la nómina el cálculo de la renta futura de jubilación en función del aporte a los planes de pensiones, y llegando hasta la aportación obligatoria a un plan personal en un porcentaje de la nómina.

Este último es el sistema que están aplicando con bastante éxito en muchos países en Latinoamérica, en teoría menos desarrollados y con menor penetración de los fondos, pero que en este tema de las pensiones nos están dejando muy atrás. En pocos años han conseguido desarrollar una industria de gestión de pensiones local, potente y de gran éxito, que facilita el objetivo de acumulación para la jubilación a la vez que sirve de fuente de financiación de empresas domésticas. Al rebajar la carga al Estado en esta partida, sus necesidades de financiación disminuyen, reduciendo el efecto del crowding out que tanto sufrimos en España, en donde el Estado acapara toda la financiación privada disponible, estrangulando a empresas y consumidores, lo que impide el crecimiento económico y nos encierra en ese círculo vicioso.

Esto que comento no son más que sugerencias personales, siempre discutibles, pero creo que pueden ser un buen punto de partida para ayudar a reflexionar, especialmente a quienes tienen capacidad de influir en ello, e intentar aprovechar la oportunidad y el momento. Que no tengamos que decir que volvimos a cometer el mismo error que nos ha traído hasta aquí.

Me quedo sin abordar más en detalle el tema de la filosofía de largo plazo de los fondos de inversión y el peligro de querer forzar su encaje en unos ahorradores -que no inversores- aun no preparados. Pero ese es otro tema que merece una tribuna aparte.