Pequeña guía para eliminar el componente emocional de una cartera de renta variable

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WingedWolf, Flickr, Creative Commons

Un inversor con la cabeza fría debe tener claro que el mejor momento para comprar es aquel en el que los demás venden –especialmente si las ventas son irracionales- y que el mejor momento para vender es cuando los demás compran. O, parafraseando a la célebre cita de Warren Buffett, ser codicioso cuando los demás son temerosos, y viceversa. Para eliminar el componente emocional de las inversiones, las gestoras suelen recurrir a varias estrategias: aplicar un modelo cuantitativo sofisticado o analizar el comportamiento de los inversores con técnicas propias del behavourial finance son dos opciones. 

Dentro de Goldman Sachs AM, el equipo de inversión del fondo GS Europe Equity Partners centra su selección de valor en la identificación de valores que tengan un potencial alcista de al menos el 50% en el plazo de tres años y que coticen a un precio que consideren adecuado. Este proceso se complementa con un ejercicio de control de riesgos exhaustivo para asegurar la fortaleza de las tesis de inversión de cada uno de los valores que están en la cartera de este fondo, que habitualmente suele invertir en entre 25 y 35 ideas de alta convicción. Nick Ford, cogestor del fondo, explica que este proceso complementario sirve para evitar la autocomplacencia y minimizar los sesgos cognitivos y emocionales en el proceso de inversión. 

Entre los sesgos cognitivos y emocionales identificados como más habituales entre inversores, el equipo gestor de Goldman Sachs AM tiene en cuenta los siguientes: seguir a la muchedumbre, cortoplacismo, parálisis de los datos, anclarse en un valor, exceso de atribuciones personales y actuar a toro pasado, arrepentimiento excesivo o aversión a las pérdidas y exceso de confianza o autoconfirmación. A cada uno de estos sesgos contraponen un ejercicio a realizar. Así, por ejemplo, contra el cortoplacismo proponen pensar en tesis de inversión que se sostengan en el largo plazo. El gestor cita el popular ejemplo de llevarse un valor a una isla desierta para ilustrar lo necesario de buscar inversiones muy sólidas y duraderas en el tiempo. Contra el comportamiento de manada, sacan a relucir otra de las sentencias de Buffett: esperar a que baje la marea para ver quién nada desnudo, es decir, determinar qué valores se comportarán mejor y cuáles peor durante una fase de corrección. 

Contra el exceso de confianza, los expertos de Goldman Sachs AM prefieren actuar como abogados del diablo, y contra el exceso de atribuciones personales, aconsejan recordar cuáles fueron los mayores errores de inversión que cometiste el año anterior, y realizar un pronóstico con tu mejor apuesta para el año siguiente. Otros consejos que aportan versan la necesidad de recordar que la capacidad de subida de un valor tiene el cielo como límite, que hay que tratar de exprimir siempre la posición para obtener la mayor rentabilidad posible y que hay que saber distinguir y evitar las ideas de inversión que aún no estén maduras o bien perfiladas. 

Casos prácticos

Gracias a estos ejercicios, el equipo de inversión – compuesto por profesionales con una media de experiencia en el mercado de 16 años- ha sido capaz de tomar decisiones de compra y venta en entornos difíciles de mercado. Nick Ford aporta dos ejemplos recientes de esta toma de decisiones. El primero remite a una situación de comportamiento de manada: se produjo en abril de 2015 y afectó a una compañía de telecomunicaciones presente en la cartera. El gestor recuerda que 2015 tuvo un buen comienzo, con fuertes subidas de mercado, por lo que en abril se optó por revisar las posiciones en cartera para detectar cuáles estaban más en línea con las previsiones del consenso y cuáles se alejaban más. Después de llegar a la conclusión de que se había reducido el potencial alcista del valor en cartera y que no había cambiado la tesis de inversión (con proyecciones sobre el crecimiento de los beneficios, la capacidad de incrementar los márgenes y los flujos de caja, entre otros factores), se optó por vender la posición para poder buscar otras oportunidades más atractivas y con mayor potencial. 

El segundo ejemplo que aporta Ford remite a septiembre de 2015 y aborda un problema de cortoplacismo. Tras la fuerte corrección de agosto, se pidió a los miembros del equipo que elaborasen una “wish list” con los valores que tuviesen una tesis de inversión más fuerte y que hubieran recuperado atractivo tras las caídas. Al detectar que una de las compañías en el radar – un proveedor de aplicaciones de software- en la que previamente no se había invertido por presentar un precio excesivo presentaba varias ventajas competitivas y se había abaratado injustificadamente, se tomó una decisión de compra.