Las cifras a nivel global marcan un fuerte crecimiento de éstas estrategias, de un 20% en el último año, alcanzando la cifra global de 340.000 millones de euros.
En los últimos años, se ha observado una tendencia creciente hacia las diferentes estrategias llamadas ‘smart beta’ o ‘alternative beta’, que están asociadas a diferentes formas de ponderar los valores en base a ciertos estilos y factores de inversión como tamaño, value, momentum, ratios fundamentales, primas de riesgo, mínima volatilidad o ‘equal-weight’ entre otras. Las cifras a nivel global marcan un fuerte crecimiento de éstas estrategias, de un 20% en el último año, alcanzando la cifra global de 340.000 millones de euros.
Según explicaba Deutsche Asset & Wealth Management en unas conferencias organizadas en Madrid y Lisboa sobre estrategias sistemáticas de ‘smart beta’, si atendemos a las cifras conocidas en el primer semestre en Estados Unidos, un 40% de las entradas de dinero en vehículos de gestión pasiva fueron hacia estrategias ‘smart beta’, destacando value, dividendo y baja volatilidad entre las preferidas. El objetivo del evento fue profundizar en diferentes estrategias de gestión sistemática que sean una alternativa para batir a los índices basados en la capitalización bursátil.
Desde la entidad consideran que la simple estrategia de replicar un índice MSCI World o el mismo S&P 500 pero basado en una asignación equiponderada de sus constituyentes en lugar de por capitalización bursátil, ha producido un mejor retorno ajustado por riesgo durante los últimos 10 años. Entre las temáticas que se abordaron, se explicaron dos estrategias de ‘smart beta’ implantadas desde dos ángulos diferentes de inversión, uno fundamental y otro cuantitativo.
Respecto al fundamental, se seleccionan acciones infravaloradas basadas en el ratio fundamental CROCI (Cash Return on Capital Invested). CROCI fue desarrollado en 1996 por Deutsche Bank Global Equity Valuation Group y emplea un proceso de valoración económica de las compañías, haciendo ajustes necesarios en los balances de éstas para calcular un PER económico y eliminar la imprecisa información que, en su opinión, por ejemplo los PER contables muestran y que pueden llevar a erróneas decisiones de inversión.
A su juicio, el proceso de inversión basado en la selección equiponderada de acciones por CROCI destaca por su consistencia en los resultados, lo cual se ve reflejado en la calificación otorgada por Morningstar, obteniendo 5 estrellas productos como el DB Platinum CROCI US, el CROCI Euro, el CROCI Sectors y el CROCI Global) y 4 estrellas (el DB Platinum CROCI Japan) para las clases institucionales.
Equity risk premia
Otro tema de los abordados en las conferencias fue el Equity Risk Premia, el nuevo paradigma utilizado en asset allocation para la construcción de carteras: la exposición a diferentes primas de riesgo mediante instrumentos líquidos.
Tras la crisis financiera global de 2008, los inversores han revisado la forma de diversificar sus carteras y la exposición intrínseca que tenían a diferentes fuentes de riesgo. Muchos incluían además de bonos y acciones, activos poco correlacionados con estos, como hedge funds, private equity, materias primas, REITs... Sin embargo, en la última crisis, las correlaciones de los distintos activos con la renta variable fueron muy altas, algo que no se observaba en muchos años e incluso desde entonces, han seguido teniendo un elevada correlación.
“Recientemente, los inversores institucionales han visto que gran parte de los retornos de los gestores de hedge funds se explican en gran medida por los diferentes factores de riesgo del equity y no es algo por lo que deban pagar una estructura de comisiones 2/20 cuando se puede acceder e invertir de forma sistemática a un coste mucho menor”. En 1992, los académicos Fama y French expandieron CAPM (Capital Asset Pricing Model) hacia otros factores beta, como valor y tamaño. En opinión de DeAWM, la incorporaciones de estos factores de riesgo ha mostrado una sólida explicación de los retornos del equity, siendo una herramienta útil para la medición de la rentabilidad de gestores activos como del riesgo total de la cartera. “Desde entonces, retornos que se creían explicados como un valor añadido del gestor (alfa) son reconocidos como fuentes de riesgo sistemático de diferentes estilos o betas dentro de una cartera”.