Por qué no están funcionando los tipos negativos

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Kurayba, Flickr, Creative Commons

Hace tan sólo unos meses podría parecer impensable que Mario Draghi comentase en la reunión del BCE que la institución aún no se estaba planteando la retirada de estímulos, pero que tampoco iba a añadir de momento ninguna medida nueva al set de políticas monetarias en acción. Y sin embargo, en la última reunión el presidente del BCE tuvo que atajar los rumores de tapering. Paralelamente, el Banco de Japón ha cambiado a lo largo del año su discurso, pero sin querer anunciar estímulos nuevos. “Todos los bancos centrales (Banco de Japón, Fed, BCE y Banco de Inglaterra) optaron en sus últimas reuniones por mantener sin cambios sus políticas monetarias, aunque señalizaron un entorno cada vez menos dovish del que habían anunciado previamente”, corrobora Mitul Patel, responsable de tipos de interés de Henderson.

Este cambio lingüístico lleva a Rick Rieder, director de inversiones de renta fija de BlackRock, a comentar que “la utilidad de los tipos de interés extraordinariamente bajos ha dejado hace mucho de ser efectiva en la estimulación del crecimiento de la economía real, y desde hace algún tiempo a esta parte sólo ha estado influenciando a la economía financiera, como un mecanismo de apoyo a los precios”.

Para el experto, “es extraordinario pensar que la última vez que la Fed recortó sus tipos de interés fue en diciembre de 2008, y que en las 63 reuniones siguientes del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) sólo haya movido los tipos una vez, mientras que el entorno económico, laboral y financiero ha cambiado marcadamente durante este tiempo”.

Rieder se suma así al número creciente de voces que piden que los bancos centrales le pasen el testigo a los gobiernos para que actúen sobre el canal fiscal “si queremos ver una revalorización significativa del crecimiento en EE.UU. y también una estabilización mayor del crecimiento global”.

Por qué no funcionan los tipos negativos

Jim Leaviss, gestor y jefe de renta fija minorista de M&G Investments, afirma que los bancos centrales del mundo desarrollado ya no tienen margen para seguir bajando sus tipos de interés (se han recortado tipos hasta 650 veces en el mundo desarrollado desde 2008), y se muestra especialmente crítico con los que han recurrido a los tipos negativos como último recurso para estimular a la economía. “Los tipos negativos y la rentabilidad negativa de los bonos son algo muy nuevo en los mercados financieros. El problema es que no funcionan”, afirma con rotundidad. Para Leaviss, estas herramientas “traen consecuencias inesperadas y llevan a una situación perversa en la cual se debilita la economía, no se fortalece”.

Además, explica que “para subir los tipos de interés es necesario contar con unos bancos fuertes”, y sin embargo los tipos negativos también los debilitan: “Hasta que los tipos estuvieron en 0, los bancos europeos y suizos fueron capaces de seguir concediendo préstamos. El problema de los tipos negativos es que, mientras que siga existiendo el efectivo, individuos y empresas preferirán retirarlo de los bancos para eludir a los tipos negativos, y eso daña el negocio bancario, porque los bancos no trasladan estos tipos negativos a los depositantes y acreedores”. Por tanto, reflexiona Leaviss, “mientras que exista el dinero físico, los tipos negativos no van a funcionar. La solución sería emplear dinero electrónico, pero no creo que suceda, porque aún es impopular”.

La paradoja se agranda porque, en opinión del representante de M&G Investments, “al mismo tiempo los tipos necesitarían estar en niveles todavía más negativos para poder justificar los niveles ridículos a los que está cotizando el bund”.

La conclusión de Leaviss sobre el entorno actual, dados sus puntos de vista, no puede ser más clara: “Estamos llegando al final del ciclo bajista de tipos de interés, es mejor mantenerse en corta duración”.

“Las políticas de tipos bajos y QE de los mayores bancos centrales del mundo están sufriendo cada vez más ataques por parte de políticos e inversores, a medida que los costes de una política monetaria no convencional se vuelven más aparentes y sus beneficios, más efímeros”, observa David Riley, responsable de estrategia de crédito de BlueBay.

Éste sitúa entre los políticos más críticos con las políticas hiper laxas a la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, y al ministro de Economía alemán, Wolfgang Schaeuble, al criticar los tipos bajos y las compras de bonos “por sus efectos colaterales negativos sobre los ahorradores y por el incremento de la desigualdad económica”. Por otra parte, ve que para inversores como los fondos de pensiones y las aseguradoras el diferencial de la deuda soberana que cotiza en negativo (más de 10 billones de dólares en garantías de deuda en todo el mundo) “está erosionando su habilidad para cumplir con sus compromisos”.

Al igual que Leaviss, el representante de BlueBay destaca que “los bancos se están quejando de que los tipos bajos son efectivamente un impuesto adicional que les vuelve menos rentable prestar dinero a empresas y familias”. Y en último lugar, al estar los bancos centrales comprando deuda soberana “e inflando el precio de los activos seguros, el precio del resto de activos financieros también está distorsionado, alimentando los temores de una futura burbuja financiera y su crisis subsecuente”.

Riley recuerda que, en cambio, los banqueros centrales han enfatizado los beneficios de las políticas no convencionales, al haber evitado el advenimiento de otra Gran Depresión y haber creado crecimiento económico y trabajo. “A pesar de la controversia de esas políticas, los bancos centrales están comprando 175.000 millones de dólares en activos cada mes, más que en cualquier momento de la crisis global financiera de 2007-2009. No es la presión política, sino una escasez de activos seguros para comprar y los miedos en torno a la estabilidad financiera lo que está propiciando que los banqueros centrales estén repensando su estrategia”, concluye el responsable.