Por qué no invertir en los activos que se benefician de las políticas de los bancos centrales

Iain
Foto cedida

Iain Stewart lidera el equipo Real Return de Newton, filial de BNY Mellon. Está especializado en la gestión de mandatos multiactivo, tanto tradicionales como de rentabilidad absoluta. Durante los últimos tiempos, este experto se ha mostrado muy crítico con las políticas adoptadas por los bancos centrales. En su opinión, las políticas empleadas por las autoridades para fomentar el crecimiento tras la crisis financiera amenazan con empeorar las cosas. “Tememos que una vez desaparezcan las ganancias a corto plazo del menor coste de la deuda, la vulnerabilidad a acontecimientos inesperados podría ser aún mayor. Por buenas que hayan podido ser las intenciones que han inspirado las políticas dirigidas a respaldar el crecimiento, podrían elevar la fragilidad de nuestras economías y dejarlas más expuestas a shocks externos”, afirma.

La preocupación de Stewart a este respecto es tal que les ha llevado a participar en menor medida en áreas del mercado que consideran particularmente dependientes del respaldo de las autoridades. “La inyección de dinero en las economías tiene el efecto de distorsionar los incentivos y provocar la transferencia de recursos de una parte de la economía a otra. Emplear unos incentivos financieros cada vez mayores para arrastrar actividad futura hacia el presente puede impulsar las cifras a corto plazo, pero también adelanta la demanda y fomenta con ello la deflación. La financiación barata no solo mantiene con vida a empresas en situación precaria, sino que también permite la construcción de nueva capacidad que en circunstancias normales no habría satisfecho un objetivo de rentabilidad”. Pone como ejemplo a las aerolíneas, compañías que -a su juicio- vuelven a verse sumidas en una guerra de precios, ya que la disponibilidad de dinero barato ha fomentado una rápida expansión de sus flotas.

En su opinión, las políticas no convencionales también han tendido a exacerbar unas tendencias sociales ya problemáticas. “La inflación deliberada de los precios de los activos ha creado disparidades de renta y riqueza. Anima a los ahorradores a desviar su capital hacia la especulación financiera (nada productiva para la economía) ante la alternativa de mantener su dinero en efectivo sin obtener rentabilidad alguna. El modo en que acaben manifestándose las distorsiones relacionadas dependerá de factores culturales, como por ejemplo la estructura de la economía y quién se beneficie más (o esté más cerca) del nuevo dinero. Es mucho más probable que la inyección de dinero barato en las economías –como en el Reino Unido y EE.UU– conduzca a una expansión del crédito que alimente el consumo o la inversión en activos no productivos, sobre todo en propiedad inmobiliaria. Culturalmente, esto es menos probable en países como Alemania o Francia”.

Stewart considera que el dinero barato también ha creado una expansión gigantesca  del crédito en China, que ha financiado la inversión en infraestructuras y en capacidad productiva. “La combinación prolongada de exceso de consumo en gran parte de Occidente y de exceso de capacidad en los mercados emergentes –ambos financiados mediante endeudamiento– tiene el potencial de ser cada vez más deflacionaria. Las valoraciones elevadas de activos de riesgo como las acciones y el crédito high yield tienen que estar justificadas por expectativas crecientes de beneficio y de crecimiento. En la práctica, se ha dado lo contrario: los pronósticos de crecimiento económico a largo plazo (como por ejemplo del FMI) han continuado cayendo. Aunque la inminente “velocidad de escape” o la fuerte reaceleración del crecimiento se han mantenido como la narrativa dominante en los medios, los datos a corto plazo han seguido siendo anémicos en todo el mundo”.

Oportunidades

Ante la aparente desconexión entre la confianza de los inversores en la efectividad de las políticas y su fe en que las autoridades continuarán protegiendo a los participantes en los mercados frente a todo riesgo que puedan afrontar, el experto cree que cabe esperar nuevos episodios de volatilidad en los mercados. “Esto no significa que no detectemos oportunidades de inversión, pero sí requerirá un enfoque más selectivo. Es probable que las economías solamente sean capaces de sostener tasas de crecimiento nominal decepcionantes. En tal entorno, la pujanza del gasto en sanidad implícita en nuestros temas de inversión globales –‘Demanda sana’ y ‘Dinámica demográfica’– sugiere que el sector sanitario, tanto en el mundo desarrollado como en el emergente, continuará ofreciendo un potencial de inversión atractivo (Los temas de inversión de Newton).

De igual modo, el experto entiende que los beneficiarios del gasto en tecnología deberían ser relativamente resistentes a la volatilidad cíclica en la economía, a medida que las empresas adaptan sus actividades a aquellas tecnologías que los consumidores han adoptado hace tiempo. A su vez, la expectativa es que los consumidores en los mercados emergentes se salten los patrones históricos del mundo desarrollado y que pasen directamente al comercio electrónico en unos dispositivos móviles cada vez más asequibles.

En cambio, el panorama de muchas empresas asociadas con el desarrollo de la infraestructura en China, como por ejemplo compañías mineras y bancos locales, es muy distinto. “Aunque a primera vista parecen ofrecer valoraciones atractivas, los obstáculos estructurales provocados por un boom inversor prolongado y por la consiguiente acumulación de endeudamiento sugieren que este atractivo acabará siendo un espejismo. Mantener exposición a la infraestructura a través de fondos de terceros especializados, por ejemplo, puede ofrecer rentabilidades de inversión no correlacionadas. De este modo es posible obtener fuertes flujos de renta procedentes de los proyectos de asociaciones público-privadas en las que suelen invertir estos vehículos”.