Richard Woolnough: desmontando los tres mitos de la deflación

Woolnough
Foto cedida

Richard Woolnough, gestor del M&G Optimal Income, fondo estrella de M&G Investments, analiza en la que es la última entrada del blog Bond Vigilantes los tres pilares sobre los que descansa lo que el denomina “el mito de la deflación”. El primer pilar, que la deflación contribuye a retrasar las decisiones de los consumidores sobre la compra de bienes y servicios, en la creencia de que los precios seguirán bajando. El segundo, que la deuda se volverá insostenible para los prestamistas, provocando quiebras, recesión y más deflación. El tercer pilar, según Woolnough, descansa sobre la pérdida de efectividad de la política monetaria para controlar la inflación a medida que los tipos de interés se acercan al 0%. 

A continuación, Woolnough se dedica a desmontar estos mitos. En primer lugar, no cree que la teoría de que la deflación frene las compras se haya producido en la economía real: “El primer punto es un ejemplo de teoría económica que no se ha producido en la práctica. Los individuos no son perfectamente racionales en la planificación de compras de bienes discrecionales”. Pone por ejemplo que la gente compra bienes tecnológicos (teléfonos, ordenadores, televisiones) constantemente a pesar de que su precio va a evolucionar a la baja con el paso del tiempo. 

Tampoco está de acuerdo con la hipótesis de quiebra de las entidades que conceden crédito. “Hemos tenido un periodo enorme de desinflación a lo largo de los últimos 30 años en el G-7 debido a los avances tecnológicos y la globalización. Individuos y compañías aún no han quebrado por decepcionar sus ingresos futuros debido a una inflación más baja de lo esperado”, apunta irónicamente. 

Del tercer punto estima que la presuposición de que la política monetaria deje de ser efectiva a medida que caen los tipos de interés “es más difícil de explorar, al haber pocos ejemplos reales en el mundo”. Woolnough añade que “en un mundo deflacionario, los tipos de interés reales probablemente serán positivos, lo que podría limitar los efectos estimulatorios de la política monetaria. Esto es problemático, al perder la política monetaria su potencia tanto en el límite del cero por ciento y si la inflación es muy elevada”. Por tanto, considera que la tarea de alcanzar un objetivo particular de inflación se vuelve mucho más difícil. 

Una vez desmontados estos mitos, el gestor se pregunta qué debería hacer entonces un banco central si se produce inflación baja de forma natural como consecuencia del progreso tecnológico y la globalización. Una primera respuesta consistiría en poner en marcha políticas híper acomodaticias para evitar la deflación, “lo que significa el intento del banco central para incrementar el crecimiento del PIB más allá de su tendencia para conseguir un objetivo de inflación”.  Las consecuencias de esta decisión que señala el experto, entre otras, son el incremento de la inversión o el endurecimiento del mercado laboral. Pero con una advertencia: “Esta postura política podría tener daños en sí misma, como vimos después de 2001”, pues en su opinión los tipos de interés extraordinariamente bajos contribuyeron a gestar la burbuja que explotó en 2008. 

El gestor reflexiona en torno al coste de la vida que “los niveles de precios necesitan ajustarse unos con otros para permitir al mercado mover recursos, innovar e intentar diversificar trabajo y capital eficientemente”. El experto de M&G añade: “Estamos acostumbrados a que esto suceda en un mundo con inflación positiva. Si se está generando deflación buena por naturaleza, quizá las autoridades deberían dar la bienvenida a la inflación cero o deflación si está acompañada por crecimiento económico aceptable”. Woolnough insiste en que los bancos centrales deben tener en cuenta que las tendencias inflacionistas y desinflacionistas mundiales no son un fenómeno monetario, y establecer políticas que giren en torno a estas tendencias. “Los banqueros centrales deberían ser tan relajados disparando de cerca al objetivo de inflación como lo son para pasarlo por alto”, afirma. 

En conclusión, lo que quiere decir Woolnough – y lo dice textualmente- es que “los bancos centrales deberían estar preparados para permitir deflación”, dado que supone “un entorno con un nivel de precios naturalmente deflacionarios y crecimiento económico aceptable”. El gestor termina su reflexión con esta afirmación: “Al aceptar la inflación, los bancos centrales podrían generar un resultado económico más estable y eficiente en el largo plazo”

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