En un momento en que la concentración del mercado ha alcanzado niveles históricos —con unas pocas grandes compañías estadounidenses que influyen cada vez más en los índices—, Europa vuelve a situarse en el centro de atención de los inversores como fuente de diversificación. Las empresas europeas representan, de hecho, una alternativa interesante, a menudo infravalorada. Esto ocurre en un contexto marcado por la incertidumbre política, las tensiones geopolíticas y las guerras comerciales.
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