La mención al progresivo abandono de los combustibles fósiles en el acuerdo final de la COP28 puede no ser suficiente, pero sí es necesaria en el camino a la reducción de emisiones.
“Ya no quedan desiertos, ya no quedan islas y, sin embargo, se siente su deseo”. Lo dijo Albert Camus en su obra “El Verano”, en la que refleja su añoranza por el luminoso Mediterráneo argelino de su infancia. Me ha venido a la cabeza al pensar en la COP28, un evento más mundano que las evocaciones de Camus, en el que todavía quedan islas y desiertos.
En cierto sentido, hubo un enfrentamiento entre ambos espacios naturales en la última Conferencia de las Partes celebrada en Emiratos, ese espacio chocante a caballo entre Lawrence de Arabia y el siglo XXII, erigido sobre reservas de valiosos hidrocarburos. La cosa iba por los cauces habituales de falta de compromiso y de “no digas combustibles fósiles, mejor di emisiones de combustibles fósiles” (potato, potatoe), cuando entre otros acontecimientos, se escuchó el lamento de los países archipiélago y de las islas: ¡oigan, que vamos a desaparecer! Así que los desiertos y las islas tuvieron, por lo menos, un encuentro verbal.
La cumbre sobre el clima COP28 concluyó con un acuerdo que insta a los países a ir abandonando los combustibles fósiles en consonancia con los objetivos climáticos mundiales. A lo mejor no es suficiente, pero sí necesario. El abandono no es ni puede ser inmediato, eso ya lo sabemos, pero el cambio en el lenguaje invita a imaginar y a planear, sobre todo, a saltar del papel.
Consecuencias
Los países tendrán que trazar planes climáticos que desplacen sus modelos energéticos hacia energías renovables con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 43% esta década y en un 60% para 2035, de acuerdo con las vías de progreso a net zero derivadas del informe del IPCC en marzo de este año.
Esta evolución pone de relieve la necesidad de que las empresas revisen sus riesgos de transición, miren cómo van de activos varados y consideren la perspectiva de una revalorización de ciertos activos.
Los combustibles fósiles siguen en el mix, pero habrá que triplicar la capacidad instalada de energías renovables y duplicar la tasa anual de mejora de la eficiencia energética para 2030. Además, habrá que acelerar el desarrollo de tecnologías de transición, incluidas las renovables, la energía nuclear, las tecnologías para reducir y eliminar el carbono y el hidrógeno bajo en carbono. Y claro, será necesario intensificar los esfuerzos para reducir progresivamente la producción de carbón. El acuerdo insta a un panorama en el que haya más tecnología y menos ideología.
Oportunidades
En el año que termina, las energías limpias no han sido el activo favorito de los inversores. De hecho, a 15 de diciembre el índice S&P Clean Energy caía todavía algo más de un 20% en dólares. Muchos de los proyectos en estos activos son a muy largo plazo, así que la escalada de los tipos de interés les ha sentado como a un bono de larga duración: fatal. Esperamos que la cosa mejore el año que viene. La capacidad se tiene que triplicar, el racional de la oportunidad de inversión sigue intacto y las valoraciones han quedado más ajustadas.
En un año tan horroroso en muchos sitios, al menos las islas han sido escuchadas y con ellas, en cierto sentido, todos. Empezábamos con Albert Camus y terminamos con el poeta inglés John Donne, que nos recuerda que “any man is an island; any man’s death diminishes me”.
El equipo de la Carta de la Sostenibilidad les desea muy felices Navidades y un 2024 cargado de paz, salud y energías renovadas y renovables. Nos vemos en enero.