Sobre el papel, aseguran ser el escudo necesario en contextos difíciles, pero en la práctica los hedge fund en formato UCITS no han funcionado en 2018.
Las cifras son claras: 2018 fue un año duro para los fondos alternativos. En el conjunto del año salieron de la clase de activos 7.666 millones de euros, según datos de Morningstar; una tendencia que se aceleró sobre todo en el último trimestre. Para poner en contexto este dato, “supone haber perdido el 5% de los activos bajo gestión en el conjunto de los 12 meses”, cuenta Moez Bousarsar, director adjunto de selección de hedge funds de Lyxor Asset Management.
Y las salidas no responden al mal comportamiento de un único fondo o de un estilo de gestión. Como se aprecia en el gráfico a continuación, los inversores se deshicieron de posiciones en todas las subcategorías de alternativos, con la única excepción de Global Macro.
La razón detrás es sencilla: la rentabilidad. La absoluta, pero sobre todo en comparación con su índice de referencia. Expertos como Bousarsar siguen defendiendo su importancia en una cartera diversificada, especialmente en la parte final del ciclo, como el actual. En su opinión, su capacidad para poder ponerse cortos será esencial con el repunte de la volatilidad y las caídas del mercado. Entonces, ¿por qué no funcionaron en 2018? Bousarsar invita a hacer la prueba del algodón a los alternativos para entenderlo.
No basta con tener la licencia para ponerse cortos; es clave que una estrategia de alternativos verdaderamente lo use. Los hedge fund en formato UCITS se popularizaron por su capacidad para descorrelacionarse del mercado. Sometidos al stress test de 2018, se muestra que no es así.
Como se aprecia en el gráfico anterior, las estrategias long/short de renta variable en la práctica tuvieron una correlación cercana al 80% con el MSCI World en el plazo de 5 años. A largo plazo, los datos son aún más preocupantes.