BGF World Agriculture, de BlackRock
El fondo BGF World Agriculture de BlackRock, registrado recientemente en España, permite a los inversores beneficiarse de los cambios estructurales en los mercados agrícolas mundiales, al estar expuesto al sector en un momento en el que el aumento de la población mundial, la creciente prosperidad, la demanda de biocombustibles y las limitaciones de la oferta dejan entrever un crecimiento de la agricultura y sus sectores auxiliares a largo plazo.
Desmond Cheung, cogestor del BGF World Agriculture Fund, comenta que todas estas tendencias globales emergentes “cambiarán estructuralmente el mercado agrícola en los próximos años”, asegurando que el fondo ofrece una vía “muy efectiva” de acceder a este proceso.
El fondo está gestionado por Cheung y Richard Davis, miembros del equipo de Recursos Naturales de BlackRock (que gestiona 33.800 millones de dólares en los sectores de agricultura, energía nuevas energías, metales y minería), y pretende sacar provecho a estos cambios a través de la inversión en renta variable tanto de compañías que prestan servicios al sector agrícola como de las que se dedican directamente a la producción de cereales y materias primas agrícolas.
Factores de aumento de la demanda como el aumento de la población mundial, la creciente prosperidad y la demanda de biocombustibles en un mercado limitado por la oferta de suelo, augura que la producción agrícola, que ha experimentado un fuerte crecimiento en las últimas décadas sin que se haya traducido en una subida de los valores de empresas productoras de cereales, lo siga haciendo.
De ahí la exposición a través de la renta variable agrícola. “Ofrece una gran flexibilidad para beneficiarse de oportunidades en subsectores clave de la industria agrícola general, que dependen de distintos catalizadores y se comportan de distinta forma en las diversas etapas del ciclo”, afirma Cheung, añadiendo la capacidad de diversificación del fondo en términos de riesgo geográfico de eventos, desde la climatología y la inestabilidad política a las restricciones económicas y comerciales.
Richard Davis, el otro gestor, hace hincapié en la flexibilidad del fondo para invertir en compañías que prestan servicios al sector agrícola y en las que se dedican directamente a la producción de cereales y materias primas agrícolas. “Analizamos el sector en busca de los valores más prometedores que pueden beneficiarse en distintos entornos de precios de los cereales, desde proveedores de semillas, productos químicos y equipos hasta compañías agrícolas y de plantaciones”, afirma. Actualmente, el fondo está ponderado hacia los subsectores de empresas agrícolas (en el que optan por las manipuladoras de cereales con base en EEUU, como Bunge, que suministra cereales desde EEUU y Sudamérica), aceites comestibles y fertilizantes.
Cambios futuros
Se trata de un producto preparado para sacar provecho de los cambios demográficos y de consumo. Así, la estimación de la ONU señala que en 2050, la población mundial llegará a 9.200 millones de personas frente a los 6.900 millones actuales, lo que equivales a añadir una población como la del Reino Unido, más de 60 millones de personas, nueva cada año. Desde la gestora aseguran que, para sostenerla, la producción de alimentos tendrá que crecer un 70% desde los niveles de 2005-07.
Además, los ingresos están creciendo en muchos países en desarrollo y especialmente en Asia. Al aumentar la riqueza, las pautas alimenticias cambian y crece la demanda de carne. Sin embargo, alimentar al ganado es menos eficiente que utilizar las cosechas para alimentar directamente a la población, pues se necesitan más de 8 kilos de cereales para producir uno de carne de vacuno, según un informe de la CME, USDA y Goldman Sachs sobre materias primas en 2008. En consecuencia, el aumento de la demanda de carne en los países en desarrollo exige un crecimiento exponencial de la producción de cereales para alimentación del ganado.
Además, los gobiernos de todo el mundo están alentando el cambio hacia los biocombustibles y se estima que se producirán 200 millones de toneladas (el doble que en 2009), estimulando la demanda de azúcar, maíz, habas de soja, colza, etc., que son los cultivos necesarios para la producción de biocombustibles, así como de suelo para cultivar estos productos, según el Informe de perspectivas agrícolas de OCDE-FAO.
Y todo, en un de escasez de suelo: el mundo tiene 1.400 millones de hectáreas de suelo agrícola. Aunque existe potencial para incrementarlo en otros 1.600 millones de hectáreas, según el Informe de Perspectivas Agrícolas de la OCDE-FAO, esto exigiría una inversión sustancial de capital y tiempo.