Una de las teorías de la inversión sostenible es que su objetivo es que a las empresas malas les salga más caro financiarse y a las buenas les salga más barato (según las definiciones que se prefieran de malo y bueno, que hay muchas). Para ello, los inversores se deshacen de las malas empresas y destinan más dinero a las buenas. ¿De verdad se cumple esta premisa? Duncan Lamont, CFA, responsable de Investigación Estratégica de Schroders, ha sacado los números
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