Bond, James Bond

En el mundo que vivió este autor había una serie de estereotipos que, sin ánimos de desmeritarlo, facilitaban la labor creativa. Los buenos eran los ingleses, ayudados en algunas ocasiones por los pintorescos y un tanto ordinarios estadounidenses; los malos, eran los rusos, apoyados por los chinos; el crimen organizado lo representaba la mafia italiana; y los rescates se pagaban en moneda dura, es decir en franco suizos y aunque el lector no lo crea también en bolívares.

Si nuestro admirado Fleming hubiese resucitado la semana pasada, se hubiese encontrado con el hecho de que el Congreso de EE.UU., en un final digno de sus novelas, acordó en el último minuto extender temporalmente el límite del endeudamiento federal y aprobar tentativamente el presupuesto del año fiscal 2014. Los archienemigos rusos, en lugar de intentar destruir occidente fueron en fecha reciente un factor decisivo en la solución de la crisis de las armas químicas de la guerra civil siria; y los chinos a través de su agencia de prensa, Xinhua, se quejan, cual viudas capitalistas, de cómo la crisis política del congreso estadounidense afecta la economía mundial. No en balde son los mayores tenedores de treasuries, con un inventario superior a los dos billones de dólares.

Por su parte, importantes formadores de opinión en renta fija, como Bill Gross, director de PIMCO, el principal gestor de fondos de deuda del mundo, comparaban el comportamiento del Congreso de EE.UU. al de los “disfuncionales” entes legislativos de Italia y España.

Si bien es verdad, que muy pocos actores interesados creían realmente en un evento de incumplimiento de pago del Gobierno Federal de EE.UU., estos forcejeos entre demócratas y republicanos terminan costándole a ese país entre 5 y 10 puntos básicos de rendimientos adicionales a ser pagados, que sobre un nivel de endeudamiento de 15 billones de dólares, no son una cantidad nada despreciable.

Además de los costos financieros fácilmente estimables, los episodios de incertidumbre inducidos por las batallas políticas, deprimen el consumo de una economía que crece con dificultades.

Fleming en su retorno se hubiese encontrado no sólo con el hecho de que la guerra fría no es ni sombra de lo que era, sino que también “conspiraciones imperialistas” se desplazaron a otros puntos del hemisferio. La deuda venezolana logró frenar, aunque a paso discreto, su tendencia a la baja de las últimas semanas. Las buenas noticias de Washington, que hicieron subir a los mercados accionarios y bajar las tasas, ayudaron a sostener el precio de los títulos venezolanos denominados en dólares. Los anuncios de los voceros gubernamentales de que pronto vendrán anuncios no tranquilizan a nadie.

La escasez de divisas percibida por los inversionistas venezolanos, reforzada por estimaciones numéricas del problema que producen los analistas internacionales, nos hacen suponer que los ajustes que se avecinan serán complejos de manejar hasta para alguien con las habilidades de Bond, es decir James Bond.