Hay dos tipos de riesgos relacionados con el clima, los físicos y los de transición, ambos tienen un impacto importante en los portfolios. Varias gestoras explican cómo los identifican y cómo los afrontan.
El cambio climático es una realidad. Y lamentablemente cada vez tenemos más pruebas. Según un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (WMO), las inundaciones, las olas de calor y los incendios forestales se han multiplicado por cinco en los últimos 50 años. La factura de esos desastres ascendió a 3,64 billones de dólares. Y lo más importante, más de dos millones de personas perdieron la vida. Hay que actuar con rapidez. A todos nos va mucho en ello, también a los inversores. Un dato que puede dar una idea del impacto en el terreno económico. Según el FMI, para un país subdesarrollado que tenga un clima con una temperatura de 25 grados anuales, cada subida de un grado supone una caída del PIB de 1,2 puntos porcentuales.
En el marco de un desayuno organizado por FundsPeople y patrocinado por AllianceBernstein (AB) hemos preguntado a varios selectores sobre los principales riesgos climáticos para las carteras y las formas de identificarlos. En general, según destacan los participantes en este debate, hay dos grandes tipos de riesgos vinculados al cambio climático. Unos son físicos, y están relacionados con el aumento de fenómenos extraordinarios y con aquellos cuyas consecuencias son a más largo plazo, como el aumento del calentamiento del planeta o el del nivel del mar. El segundo tipo de riesgos son los de transición, y son aquellos que tienen que ver con lo que ha de pasar para que se produzca el cambio hacia un modelo de sociedad menos contaminante.
Un análisis multiescenario
Para Almudena Cansado, selectora de fondos en Santander Private Banking, el reto y el principal riesgo es trasladar este análisis científico y regulatorio al proceso de inversión. “Hay varios estudios que demuestran que es posible analizar estos riesgos y mitigarlos. Y eso es algo que tenemos que hacer los inversores si queremos mejorar el retorno de las carteras desde el enfoque de la evolución de los riesgos”.
Ese examen, a su juicio, debe ser multiescenario, y es el inversor el que tiene que decidir con qué escenario se siente más alineado y en función de ello abordar sus inversiones. “No es lo mismo el efecto del calentamiento del planeta en un país o en otro. Y, sobre todo, donde vemos un gran recorrido desde el punto de vista de las inversiones es en el enfoque sectorial”. Y lo explica: “Hay ganadores y perdedores. No es lo mismo invertir en el subsector del carbón, que puede ser uno de los más penalizados a nivel de rentabilidades en los próximos años, que hacerlo en el de renovables, que en todos los escenarios va a ser uno de los ganadores”.
Por tanto, es fundamental considerar estos riesgos; no se pueden dejar de lado. Pero hay que hacerlo de forma adecuada. Almudena Cansado explica que en el caso de su entidad utilizan tanto análisis internos como elaborados por proveedores externos para todos los productos de sostenibilidad, “pero está claro que la regulación y la realidad llevan a que los riesgos que estamos midiendo sean, sobre todo, medioambientales”.
¿Datos casuales o causales?
Luis González, coordinador de Sostenibilidad en Selección de Fondos y ETF de BBVA Quality Funds, analiza más en detalle la implicación en las inversiones de los dos grandes tipos de riesgos climáticos. En el caso de los de transición explica que han afectado principalmente a los sectores que contaminan más, como energía, utilities e industriales. “Los múltiplos de valoración de estas empresas han ido cayendo y, de hecho, si lo miramos desde una perspectiva amplia, los riesgos de transición, al menos los financieros, son menores en la actualidad que hace 10 años cuando, por ejemplo, el sector energético pesaba un 14% frente al 3% de hoy”. Aunque el porcentaje parece pequeño hay que tenerlo en cuenta. “No deja de ser un 3% y estas empresas siguen sufriendo la presión regulatoria, de los inversores y la de los consumidores, que cada vez son más conscientes de estos riesgos”.
En relación a los riesgos físicos, considera que en los últimos años se les ha prestado algo menos de atención que a los de transición. Pero alerta de que a medida que se aceleren los eventos extremos su efecto va a ser muy negativo, no solo sobre los sectores contaminantes sino en otros. Impactará, por ejemplo, en el sector inmobiliario (edificaciones al lado del mar) o en las empresas de consumo (fábricas al lado del mar o cerca de un bosque que se pueda incendiar).
Para intentar mitigar estos riesgos utilizan datos de proveedores externos de ASG. “En este punto miramos si estos datos que se obtienen a través de la cartera son casuales o causales. En el primer caso puede ocurrir que lo que hoy es verde dentro de seis meses no lo sea, y ese no es el objetivo que se está persiguiendo. La variable importante que entra en juego es el componente cualitativo”. Al final, comenta Luis González, “lo que buscamos es no solo buenas métricas de ASG sino que esas métricas lo sean porque el gestor las está buscando. Eso nos proporciona una garantía de que lo que hoy es de una manera en un futuro lo va a seguir siendo”.
Ejemplos claros frente al escepticismo
El punto de partida para Miguel Luzárraga, responsable de Ventas para España y Portugal de AB, es considerar esos riesgos, y explicarlos con ejemplos para que se entiendan bien y contribuyan a eliminar el escepticismo de un segmento de la sociedad hacia todo lo relacionado con el cambio climático. Y se aplica el consejo. Pone el ejemplo de la sequía en China en 2010, la peor que ha sufrido el país en 100 años.
Las repercusiones de este desastre natural no solo las sufrió China, sino también otros países y con impactos graves en varios frentes. “Esta brutal sequía provocó que las cosechas de trigo se mermasen, incluso las reservas llegaron a niveles mínimos en determinados países que aglutinan gran parte de las reservas mundiales de este cereal”. “China intentó alimentar a su población comprando esas reservas casi inexistentes, lo que provocó una subida vertiginosa del precio del trigo”. Ese incremento de los precios afectó a países importadores de este grano como los Emiratos Árabes Unidos, Libia, Israel, Pakistán, Jordania… Y esta situación provocó disturbios que dejaron incluso muertes civiles.
“Esta situación, evidentemente, afecta a la determinación macroeconómica que pueda tener un gestor”. Además, explica Miguel Luzárraga, esa Primavera Árabe, a parte de disturbios y muertes en muchos países emergentes, “también impulsó el desarrollo y explotación del gas en EE.UU. o del petróleo de esquisto. Esas son las consecuencias que analizamos para entender cómo pueden encender la llama de la volatilidad. Hay que valorar bien el corto plazo de una reacción del mercado ante un evento de estas características”.
Para afrontar los riesgos derivados del cambio climático, en AB intentan comprender el impacto macroeconómico y cómo puede afectar a la economía. Y luego rastrean los impactos, tanto físicos como transitorios. ¿Cómo lo hacen? El responsable de Ventas para España y Portugal de la gestora, cuenta que, “por un lado, hablamos con las compañías para preguntarles sobre sus emisiones de carbono y otras métricas. Y, por otro, analizamos la transición y la mitigación de esos riesgos físicos dentro de las propias empresas, para posteriormente analizar las oportunidades de rentabilidad, lo que se puede trasladar sobre todo en flujos de caja o en beneficios intangibles”.