La relación del fabricante y el distribuidor está condenada a ser más estrecha después de todo el tsunami regulatorio en el que está inmerso el sector financiero, lo que conllevará consumo de recursos organizativos, en función del número de relaciones existentes. Concretamente, MiFID II va a exigir a las entidades a realizar un análisis muy granular de acuerdo a las especificaciones de los fabricantes para distribuir los productos acorde al mercado objetivo para el que han sido diseñados.
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