¿Es realmente el comercio electrónico tan ISR como pensamos?

Plantas
Daniel Hjalmarsson, Unsplash

El debate acerca del futuro del sector minorista prosigue, pese a que la frontera entre el comercio minorista presencial en las calles y las compras electrónicas se está difuminando. El comercio electrónico supone ya alrededor del 8,7% de las ventas minoristas mundiales, y se espera que alcance el 15% de aquí al año 2020. Mientras tanto, los pesos pesados de la electrónica se han apresurado a pregonar las credenciales ecológicas y los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG) de sus modelos de negocio. Sin embargo, las soluciones sostenibles en el sector minorista son más complejas de lo que parece a primera vista.

Wim Van Hyfte, responsable global de análisis en inversiones responsables en Candriam, percibe que el comercio electrónico es una innovación disruptiva y que la desmaterialización está llamada a ser un poderoso catalizador del auge de la transición hacia la energía limpia. Según muestra el MIT Center for Transportation & Logistics, el uso de la huella de carbono de alcance 1 hasta alcance 3 resulta una forma efectiva de comparar el impacto ambiental de negocios electrónicos y presenciales. “Al racionalizar la logística y los flujos del transporte, el comercio electrónico brinda una verdadera oportunidad para afrontar los desafíos ambientales, en particular las soluciones frente al cambio climático que exige el Objetivo 13 de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas”, afirma el experto.

Según Van Hyfte, los beneficios ambientales más obvios de las compras electrónicas son el ahorro energético y de recursos. “La desmaterialización de la distribución tradicional elimina las emisiones de vehículos privados, que suponen cerca de dos tercios de las emisiones totales del acto de compra tradicional. Se puede esgrimir que la entrega sigue produciendo emisiones, pero se ha estimado que la entrega de pedidos por transportistas de “última milla” consume 24 veces menos energía que los clientes usando sus propios coches. También reduce las existencias de las empresas, el despilfarro y la energía necesarios para iluminar y acondicionar tiendas minoristas presenciales”.

Candriam concede un bonus a los valores de comercio puramente electrónico en su análisis macro en pos del mejor valor de cada categoría. Por ejemplo, las agencias de viajes electrónicas promueven indirectamente el turismo de masas, que tiene un impacto ambiental significativo, lo que acarrea una nota muy negativa en su valoración del cambio climático. Sin embargo, al ser empresas electrónicas, conceden un bonus a su modelo de negocio de comercio electrónico, lo que mejora su nota final.

Pero ni los modelos de negocio presenciales ni los electrónicos están exentos de carbono. Para el comercio minorista presencial, el transporte es la mayor fuente de emisiones (80%), mientras que para el electrónico el empaquetado es el principal componente (65%). Aunque el comercio electrónico es menos intensivo en carbono que las compras en las calles, varios factores pueden erosionar sus credenciales ambientales. Entre ellos figuran cómo y dónde escogen comprar los clientes, las formas de entrega (envío urgente o aéreo) o entregas fallidas, devoluciones, la frecuencia de compra y la agrupación de envíos, el uso de empaquetado no reciclable y el consumo de energía de enormes datos y redes logísticas.

Según Van Hyfte, más que la disyuntiva entre presencial y electrónico, el modelo de negocio más sostenible es la combinación de tiendas presenciales y servicios electrónicos porque –según el experto- tiende a una menor huella de carbono y mejora la experiencia del cliente.