Estrategias para acelerar la transición energética: el palo, la zanahoria y sus consecuencias, según los expertos de Schroders

Irene Lauro (Schroders)
Foto: cedida por Schroders.

La respuesta al cambio climático se acelera a medida que los gobiernos se enfrentan a riesgos físicos cada vez mayores. Como nos recuerda Irene Lauro, economista medioambiental de Schroders, desde 2015, los gobiernos han venido presentando sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) y sus medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), necesarias para cumplir el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales.

Más de 40 países y la Unión Europea (UE) han hecho ya tales promesas, que representan alrededor del 70% de las emisiones mundiales de CO2. Sin embargo, menos de una cuarta parte de estos países han hecho estas promesas jurídicamente vinculantes y las políticas actuales en torno a las emisiones de GEI son insuficientes si el mundo quiere evitar los efectos más perjudiciales del cambio climático.

Dado que los compromisos son insuficientes, se necesitan más medidas para frenar los efectos de un cambio climático que ya está afectando a la economía. Las estrategias, como señala Lauro, han diferido a uno y otro lado del Atlántico.

La estrategia del palo

“Los países europeos han fomentado la descarbonización de sus economías mediante la aplicación de la tarificación del carbono desde principios de la década de 2000”, explica Lauro. Hasta ahora, la UE ha liderado la acción y la regulación climáticas. El bloque tiene uno de los precios del carbono más altos a nivel mundial y está a punto de aplicar el primer impuesto fronterizo sobre el carbono del mundo.

 Para la experta de Schroders “la tarificación del carbono, ya sea en forma de un marco de comercio de derechos de emisión con fijación previa de límites máximos, como el Régimen Comunitario de Comercio de Derechos de Emisión (RCCDE), o de un impuesto sobre el carbono, se considera en general el principal enfoque político necesario para resolver el problema climático”. Al internalizar los costes del impacto negativo sobre la salud, el medio ambiente y las generaciones futuras, “los precios del carbono ofrecen grandes incentivos para reducir el consumo de combustibles fósiles y, en última instancia, para realizar la transición hacia las emisiones netas cero”, detalla.

Al hacerlas más caras que las fuentes limpias, la tarificación del carbono no sólo frena la demanda de fuentes de energía fósiles, sino que también fomenta la inversión empresarial en energías renovables y tecnologías bajas en carbono, al tiempo que mejora la eficiencia energética.

La zanahoria

La alternativa, la zanahoria, consiste en inducir la innovación mediante subvenciones verdes. “Esto es, por ejemplo, lo que estamos viendo en países como Estados Unidos, que se están centrando en aumentar la oferta de energías renovables mediante financiación pública”, afirma Lauro. No obstante, la experta advierte que muchos economistas no lo consideran eficiente desde el punto de vista del coste y sólo representa una segunda mejor opción. Esto se debe a que las subvenciones públicas pueden provocar un exceso de capacidad y ejercer presión sobre las finanzas públicas.

En cambio, los sistemas de tarificación del carbono pueden ser una importante fuente de ingresos que los gobiernos pueden reinvertir en la economía.

Y los efectos

Para Lauro, una tarificación más estricta del carbono será inflacionista al menos durante la próxima década, “debido a la fuerte dependencia de los combustibles fósiles. Es lo que los bancos centrales llaman fosilflación”. Asimismo, habrá otro elemento inflacionista, la llamada inflación verde, debido a la escasez de minerales y metales clave. “Combinada con un elevado precio del carbono, esta escasez probablemente aumentará el coste de producción, incrementando los precios y reduciendo la demanda, lo que inevitablemente se traducirá en una menor producción económica global. Esto significa que la mitigación del cambio climático podría tener un impacto negativo en el crecimiento del PIB mundial”, explica.

Ahora bien, los avances de las tecnologías verdes podrían compensar lo peor de estas pérdidas de productividad. “El paso al objetivo cero neto no sólo tiene que ver con la tarificación del carbono y una regulación climática más severa, sino que también impulsará una mayor inversión en tecnología verde durante la próxima década”, apunta Lauro.

A más innovación, menos inflación

La inversión en tecnologías verdes ya sigue una tendencia acelerada. La experta da cifras: la inversión en toda la cadena de valor sostenible se ha duplicado desde la firma del Acuerdo de París en 2015, pasando de 650.000 millones de dólares a 1,3 billones en 2022. La inversión en transporte electrificado fue la que más creció durante este periodo, aumentando a un ritmo medio del 60 % anual, pero las energías renovables siguen a la cabeza, atrayendo la mayor cantidad de capital cada año.

“Una mayor innovación contribuirá a impulsar la productividad, compensando en parte el impacto inflacionista del aumento de los precios del carbono. Sin embargo, es importante destacar que no empezaremos a ver estos beneficios de mitigación de los precios gracias al aumento de la inversión hasta después de 2030. En resumen, el cambio tecnológico estimulará el crecimiento económico, al tiempo que reducirá la inflación a largo plazo”, subraya.