Los riesgos del exceso de dependencia de otros países en recursos clave que se pusieron de manifiesto durante la pandemia y recientes conflictos geopolíticos está generando una ola de desglobalización.
Se abre una nueva etapa en la geopolítica global y no solo por la reciente elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. “Los recientes conflictos armados y la pandemia de Covid han puesto de manifiesto el riesgo que supone depender en exceso de determinados países para acceder a recursos clave –como energía o materias primas– o para tener capacidad de producción”, explican los gestores del Goldman Sachs Future Economic Security.
El shock que produjo la pandemia por las cadenas de suministro globales altamente interconectadas y en muchos casos demasiado concentradas supuso que más del 80% de las industrias sufrieran algún tipo de disrupción en el abastecimiento. Y en buena parte generó la ola de inflación histórica que llevamos viviendo años. Pero es que en los últimos años han salido a relucir más puntos débiles tras años de globalización. Por ejemplo, más del 90% de semiconductores de última generación se producen en Taiwán o, más cerca de casa, la guerra de Ucrania recalcó la dependencia energética de Europa con Rusia.
A esto se suma la creciente preocupación por la seguridad nacional tanto física como digital. “Las amenazas de seguridad están creciendo en magnitud y complejidad, haciendo que aumente la necesidad de desarrollar soluciones en defensa tradicional y en ciberseguridad; por ejemplo, se estima que cada 39 segundos se produce un ciberataque en el mundo, y el coste del daño causado crece exponencialmente”, argumentan desde GSAM. Para el equipo gestor, la toma de posesión de Trump no hace más que confirmar el giro proteccionista que ya venían anticipando en el gobierno estadounidense.
Los gobiernos mueven ficha
Si podemos deducir algo de los últimos movimientos de los gobiernos vemos que están buscando reducir el riesgo de esa excesiva dependencia geoestratégica en activos clave. Por tener como ejemplo algunas de las cifras que comparten desde GSAM, los gobiernos de EE.UU., la Unión Europea y Japón han comprometido más de 190.000 millones de dólares para desarrollar y producir semiconductores localmente a través de los llamados Decretos de los Chips; Estados Unidos ha destinado 400.000 millones de dólares para invertir en energía e infraestructura energética mediante el Decreto para Reducir la Inflación y la UE anunció en 2022 el plan REPower EU con el objetivo de reducir la dependencia de gas ruso (que ha pasado de suponer un 45% en 2021 a un 15% en 2023), impulsar energías limpias y ahorrar energía.
Y no solo ven movimiento a nivel gubernamental. “Si en la última década vimos como la prioridad de las compañías de producción era fabricar bienes al menor coste posible, en la próxima década la prioridad va a virar hacia ser capaces de producir los bienes de forma fiable y segura”, vaticinan los gestores del Goldman Sachs Future Economic Security. En esta línea, están viendo cómo muchas multinacionales aceleran sus planes de reshoring (relocalización de sus cadenas de producción) de vuelta a EEUU o Europa o países aliados. Más de 300.000 millones de dólares en inversiones que han sido anunciados desde 2021, de los cuales el 50% están destinados a desarrollar plantas de producción. “Este renacimiento industrial americano provocado por el reshoring doméstico se demuestra en el coste total de construcción, que casi se ha triplicado entre 2020 y 2023”, apuntan.
Oportunidad de inversión
Desde la perspectiva del inversor, los gestores detectan tres pilares clave que sustentan la temática de inversión en seguridad económica:
- Seguridad de las cadenas de suministro: especialmente de productos clave como semi-conductores, equipamiento industrial avanzado y componentes para la automatización o productos sanitarios como vacunas.
- Seguridad de los recursos críticos: principalmente energía (tanto tradicional como renovable) y también materias primas como agua y comida.
- Seguridad nacional: empresas relacionadas con defensa (GSAM no invierte en productores de armamento o munición) y de ciberseguridad.
La seguridad energética será un foco clave para los próximos años precisamente por la importancia que ha adquirido la energía como recurso clave para los países. “Las estimaciones exigen una demanda de energía adicional de unos 700 teravatios-hora para 2030 solo en EE. UU., impulsada por el redireccionamiento de la capacidad de fabricación, así como las construcciones de IA/centros de datos y el crecimiento de los vehículos eléctricos. El aumento de la demanda de energía de los centros de datos requeriría tres veces más del valor de la energía de la ciudad de Nueva York para 2030”, explican desde GSAM.
Este crecimiento sin precedentes requerirá nuevos recursos energéticos significativos e infraestructura de transmisión y distribución para mantener el ritmo, insisten. Asimismo, la desregulación energética en EE. UU. será beneficiosa para sus posiciones en gas natural.