Argentina ha experimentado una década difícil. El 25 de mayo se cumplió el décimo aniversario de la asunción de Néstor Kirchner como presidente del país. Su esposa, Cristina, se hizo cargo del Gobierno en 2007 y fue reelegida en 2011. Ahora, tras un año y medio de su segundo mandato, la inflación está escalando un 25% por año, y los argentinos, por miedo a una devaluación oficial de la moneda, están vendiendo sus pesos por dólares a la mitad del valor oficial en el mercado negro que ha surgido.
Observando esta situación, a James Swanson, director de Inversiones de MFS Investment Management, se le viene a la memoria el debate recurrente sobre la manipulación de la moneda y los controles y su utilidad. “Este debate se ha intensificado últimamente, sobre todo a raíz de los controles cambiarios aplicados por Chipre durante la reciente crisis”.
Argentina ha utilizado en varias ocasiones la devaluación de la moneda como medio para apuntalar su crecimiento económico y esta técnica le ha funcionado una y otra vez. “Cuando el peso se cae, en relación con las monedas de los países vecinos, las exportaciones de Argentina aumentan. Hemos visto tanto en China y más recientemente en Japón emplear con éxito esta táctica. Y esperaría que, con base a la experiencia pasada, la economía de Argentina experimente una mejoría al calor de un peso más débil”.
Sin embargo, Swanson considera que también es probable que el plan pueda ser contraproducente a largo plazo. “Si los inversores sienten que Argentina ha hecho demasiados viajes, y si se han cansado del ciclo de crecimiento, la inflación, el colapso, la devaluación y la recuperación, se puede tratar de llevar su negocio a otra parte. Cuando los inversores pierden la confianza en la moneda del país, huyen”, explica el experto.
Con los años, Argentina ha tratado de frenar esta huida con los controles de capital. En 2001, cuando el peso argentino se vinculó al dólar, el lento crecimiento provocó una fuga de capitales. En respuesta, Argentina puso en marcha lo que se llama un corralito, para reducir las retiradas de dinero y transacciones en moneda extranjera, antes de que finalmente se optara por la devaluación del peso”.
Si bien los controles terminaron en 2002, el dinero sigue saliendo de Argentina y se invierte en activos denominados en dólares o en los activos de los países de América del Sur, cuyos gobiernos han seguido las políticas que promueven el crecimiento y reprimen la inflación. “La inseguridad de capital, en Argentina, como en muchos países que tratan de solucionar sus problemas más estructurales con el parche que supone el control de divisas, frena el crecimiento y desalienta la inversión extranjera”.