Ana Claver Gaviña resume la situación actual de la inversión en transición energética y explica por qué los riesgos climáticos son los más graves de cara al largo plazo. Comentario patrocinado por Robeco.
TRIBUNA de Ana Claver Gaviña, CFA, directora gerente para Iberia, U.S. Offshore y Latam, Robeco, y presidenta del Comité de Sostenibilidad, CFA Society Spain. Comentario patrocinado por Robeco.
En este año, el visitado informe anual sobre riesgos del World Economic Forum (WEF) reconoce que nos enfrentamos a una mayor complejidad e incertidumbre, hablando de una potencial "policrisis" relacionada con la escasez de recursos naturales como alimentos, agua, metales y minerales y sus posibles consecuencias socioeconómicas y ambientales. Una vez superada la crisis sanitaria, continúa el informe, tras la pandemia parece que el mundo se centra en sobrevivir a las crisis contemporáneas que la pandemia nos ha dejado: el coste de la vida, la polarización social y política, los suministros de alimentos y energía, unos crecimientos contenidos y una mayor confrontación geopolítica.
Si bien, a corto plazo, este año la crisis actual añade a los habituales riesgos relacionados con el clima el aumento del costo de la vida y los conflictos geoeconómicos, los riesgos principales a más largo plazo siguen estando encabezados por aquellos relacionados con la naturaleza, y principalmente con el cambio climático y sus efectos.
En las crisis siempre se ha buscado la sostenibilidad para salir adelante, y la pandemia fue un claro ejemplo. La inversión sostenible se vio reforzada, en resultado económico, y en la llegada de nuevos inversores. De hecho, durante 2017-2021, Robeco amplió su posición global de liderazgo en inversión sostenible, aumentó sus activos bajo gestión en un 53% y aumentó sus ingresos en un 49%. Robeco ha tenido años récord en crecimiento neto de capital nuevo, principalmente en sus capacidades clave, y ha ampliado su presencia global.
Sin embargo, es cierto que la coyuntura actual, marcada por una fuerte crisis energética motivada, no lo olvidemos, por una situación tan anómala como lo es una guerra a las puertas de los países de la UE, da lugar a un contexto difícil para las estrategias basadas en valores sostenibles con menor exposición al sector energético. Sin embargo, datos del tercer cuartil de 2022 de Morningstar registraron entradas netas en fondos sostenibles por 22.500 millones de dólares estadounidenses, en comparación con las salidas de 198.000 millones en su universo global de fondos.
La transición energética no tiene vuelta atrás. El crecimiento en energías renovables, herramienta más eficiente en la mitigación, es imparable. La tendencia de disminución en costos, pese a la elevación de precios causada por las increíbles perspectivas de demanda mineral hasta su ajuste, convierte a las soluciones verdes en herramienta necesaria hacia una economía limpia, el ahorro energético y una seguridad energética recordada de nuevo imprescindible ante las crisis energéticas. La incertidumbre geopolítica actual, pero que siempre nos ha acompañado como regiones importadoras de combustibles fósiles, convierte en ideal buscado la independencia energética de otras regiones.
Los combustibles fósiles nos han servido bien, y nos acompañado en mayor medida desde la revolución industrial, aunque con mayor intensidad a nivel global al desde hace cincuenta años. Hoy somos más de 8.000 millones de personas, con una clase media creciente en países como India o China con poblaciones que superan los mil cuatrocientos millones de personas, y fuertes crecimientos en su PIB. Asia y África esperan un desarrollo demográfico ávido en recursos en los próximos años, y las nuevas tecnologías, así como la comprensión de la capacidad de la propia naturaleza para defender el planeta, deberán ayudar a cambiar la economía de carbono actual por otra más sostenible.
Confiamos en que las políticas climáticas continúen reforzándose en estos años, pese a que algunas lleguen acompañadas por motivaciones conexas como el aseguramiento de los materiales que impulsan la energía limpia, y que suponen dinámicas geopolíticas de tensión en la cooperación entre ciertos países. Y es que la inacción brinda una perspectiva muy negativa. Swiss Re estima que la economía mundial perdería un 18% del PIB para 2050 por culpa del cambio climático, si no se toman acciones. Y esto sin tener en cuenta el gran coste humano, con migraciones de cientos de millones de personas obligados a abandonar sus hogares y modo de vida.
Los compromisos a largo plazo son sencillos de tomar, pero la crisis energética ha reforzado las posiciones de los combustibles fósiles, con países europeos reabriendo centrales térmicas de carbón para satisfacer su demanda inmediata. En el medio-largo plazo, confiamos en que vuelva a centrarse la atención en el valor de la inversión en renovables y así asegurar la seguridad energética a la par que los compromisos climáticos.
Somos conscientes de cómo el interés puesto en la inversión sostenible nunca ha sido mayor que ahora, un momento en que nos preocupan los desafíos a que se enfrenta la humanidad, y en que tratamos de ponerle solución porque nos pensamos capaces de ello. Podríamos decir que, debido al miedo al cambio climático, la sociedad es hoy más consciente que nunca, y esto es debido a que comenzamos a sufrir los impactos de los efectos físicos del calentamiento global con inundaciones, sequías, o la elevación del nivel del mar. Es más, somos conscientes de cómo estos impactos se vuelven más materiales que nunca, algo que seguirá ocurriendo con el resto de las externalidades todavía no integradas, por ley, o de hecho, en los números de las empresas.
Pese a esta coyuntura, se espera que en 2023 continúe el crecimiento de las estrategias de inversión sostenible en proporción de activos bajo gestión, según los inversores busquen refugio de los múltiples riesgos existentes, y continúen persiguiendo beneficios con un objetivo concreto.