Charalee Hoelzl, analista y portfolio manager, presenta algunos riesgos de la inversión con ETF, así como ciertas características ventajosas al respecto de su estilo de inversión, el quality growth. Comentario patrocinado por Seilern Investment Management.
TRIBUNA de Charalee Hoelzl, analista y portfolio manager, Seilern IM. Comentario patrocinado por Seilern Investment Management.
Este año 2024, ha sido un año difícil para los gestores activos, fundamentalmente porque sus resultados han dependido en gran medida de si habían invertido o no en una acción concreta. Si usted está entre los inversores o los gestores más rezagados, es posible que se esté preguntando si le conviene más invertir directamente en un fondo cotizado (un ETF) de gestión pasiva que reproduzca un índice.
Aunque invertir en el índice ofrece la rentabilidad del mercado, también expone a los inversores a riesgos inestables y cambiantes, al mismo tiempo que carece de la función de gestión de riesgos que puede proporcionar la inversión activa. En el caso de la inversión Quality Growth, esto se logra mediante la aplicación constante de nuestro marco de inversión, para que nuestros inversores sepan que respetaremos nuestro estilo de inversión sea cual sea el entorno de mercado.
Las deficiencias de los índices
Aunque 'valor de referencia' e 'índice' son conceptos distintos, cada vez más (como ocurre con los índices generales de mercado, como el S&P 500 o el MSCI All-World), el índice es el valor de referencia y viceversa. Sin embargo, este tipo de inversión también implica riesgos. La principal falacia sobre la inversión en índices es que, como se reproduce el mercado, se está adoptado una postura neutral o equilibrada y, por tanto, libre de riesgos. En nuestra opinión, esta idea es errónea por dos motivos clave:
En primer lugar, los índices no son una medida estable del riesgo. Por ejemplo, el S&P 500 agrupa las 500 empresas cotizadas más grandes de EE.UU. según su capitalización bursátil y, aunque los criterios para ser incluido en el índice se han mantenido constantes a lo largo del tiempo, las empresas que cumplen estos criterios pueden cambiar trimestralmente. Como resultado, la composición subyacente del índice cambia con el tiempo, y esto puede llevar a una concentración de riesgos en un pequeño número de empresas o sectores. Las 10 mayores empresas de EE.UU. representan aproximadamente el 36 % del índice S&P 500*, un nivel de concentración que apenas se ha visto antes.
A lo largo de la historia, siempre ha habido líderes del mercado. Por ejemplo, a principios del siglo XX aparecieron los conglomerados del petróleo, los monopolios del ferrocarril que dominaron la escena hasta los años treinta y, más adelante, los fabricantes de automóviles que no tuvieron rival desde los años veinte hasta los sesenta. Estas empresas coronaron el podio durante varios años, pero (y esto quizá sea lo más importante), cuanto más crecían y más cuota ganaban en los índices, más introducían su propio conjunto de riesgos empresariales, diferentes de los que hubiera hasta entonces.
En las últimas dos décadas, las empresas del sector de tecnologías de la información (TI) han dominado este liderazgo del mercado. La burbuja de las puntocom mostró cómo los mercados pueden desbocarse si se empieza a pronosticar el crecimiento de los beneficios futuros sin tener en cuenta los fundamentales. En 1999, el sector representaba el 29,2 % del índice, pero para finales de 2002 su peso se había reducido a la mitad (reemplazado, por supuesto, por el sector financiero). Más recientemente, la palabra de moda es inteligencia artificial (IA). Es posible que la IA impulse la próxima ola de crecimiento económico, pero también podría hacer que los servicios de aquellas empresas incapaces de adaptarse se vuelvan menos útiles, como sucedió con los ferrocarriles tras la invención del coche o con las líneas fijas tras la introducción de las redes móviles. No está del todo claro quiénes serán los ganadores y perdedores.
Risky Business
Esta concentración periódica pone de manifiesto el segundo motivo más importante para no considerar los índices como una herramienta libre de riesgos, ya que ningún mecanismo de construcción de carteras puede proteger a los inversores de las inevitables crisis que suelen suceder a estas concentraciones.
En ausencia de un marco de gestión de riesgos, los inversores terminan aumentando progresivamente su exposición a los líderes anteriores, ya que los tamaños de las posiciones se gestionan según su capitalización bursátil, y las empresas cuyos precios de las acciones suben más, ocupan una proporción mayor del índice. El momentum puede exacerbar estos movimientos, creando bucles de retroalimentación que atraen más capital al índice, amplificando el riesgo, hasta que, de repente, el fenómeno se revierte.
La concentración no es, por sí misma, algo negativo si se combina con un sistema de gestión de riesgos. Sin embargo, a diferencia de la gestión activa, que puede recortar estas exposiciones cuando los riesgos aumentan, los índices y las estrategias pasivas carecen de este importante mecanismo de construcción de cartera.
Cómo mantenemos la coherencia
Exigimos que todas las empresas cumplan cada una de nuestras Diez Reglas de Oro, por lo que nuestra tolerancia al riesgo es menor que la del índice: solo nos interesa invertir en empresas que creemos que pueden mantener el crecimiento de sus ingresos a largo plazo.
No solo creemos que el riesgo es menor, sino que, gracias a la forma disciplinada y coherente en la que evaluamos el riesgo, también es más estable. Esta estabilidad se debe principalmente a que solo invertimos en compañías Quality Growth, mientras que en el índice los riesgos pueden fluctuar en función de la última tendencia de moda. Además, se consigue gestionando estos riesgos dinámicos a medida que se desarrollan. Recortar la exposición a una compañía a medida que crecen los riesgos es una parte importante de la construcción de la cartera que nos permite equilibrar el riesgo conforme evoluciona, algo que un índice no puede hacer.
El dinamismo de los índices es, para muchos, una de sus principales ventajas clave; por definición, siempre podrán beneficiarse de la última tendencia del mercado. Sin embargo, el mismo dinamismo que expone al inversor a la tendencia más reciente también lo expone a todos los riesgos asociados a esta. En lo que respecta a los activos Quality Growth, lo más importante es la coherencia de nuestra estrategia y nuestro proceso de inversión, para que nuestros inversores sepan exactamente en qué están invirtiendo y puedan entender cuándo funciona bien y cuándo puede que no.
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