Michael Faherty presenta las cinco fases del ciclo vital de una compañía y comenta en cuál invierten desde su casa. Contenido patrocinado por Seilern Investment Management.
TRIBUNA de Michael Faherty, analista y gestor de cartera, Seilern Investment Management. Contenido patrocinado por Seilern Investment Management.
A menudo nos preguntan dónde encontramos buenas empresas. Normalmente la pregunta se refiere a en qué sectores de la economía encontramos buenas empresas. Pero hay otra forma de plantearse esta pregunta, que no se fija tanto en el sector económico sino en qué punto de su ciclo de vida se encuentra una empresa.
S de Sigmoidea
El punto de partida consiste en identificar las diferentes fases del ciclo de vida de las empresas y examinar los atributos que exhiben en cada una de ellas. El gráfico siguiente plantea las diferentes fases sobre una curva en forma de S (o curva sigmoidea) para ilustrar el crecimiento y el nivel de riesgo(1) que presenta cada fase.
Gráfico 1. El ciclo de vida de las empresas

Durante la primera fase, la de arranque (start-up), la empresa es vulnerable. Puede que solo sea una idea, garabateada en una servilleta, o un negocio que pierde dinero porque lo está invirtiendo todo en ganar clientes. El riesgo es elevado: el 75% de las start-ups no llega a cumplir los 15 años y el 90% nunca alcanza la fase de madurez en la que genera rentabilidades consistentes. Sobrevivir es muy difícil, por lo que no conviene embarcarse en esta aventura a la ligera o solo: casi todas las empresas emergentes se financian con deuda o cediendo una participación en el negocio. Invertir en start-ups requiere imaginación y fe: mejor dejárselo a los inversores de capital riesgo.
Durante la segunda fase, la de crecimiento exponencial (exponential growth), el objetivo es crecer rápidamente o, en palabras de Reed Hoffman, fundador de LinkedIn, 'blitzscaling, un concepto que podría traducirse como 'crecimiento explosivo'. Las empresas que crecen de forma exponencial(2) suelen duplicar rápida y repetidamente el tamaño de su negocio. En esta fase, el factor más importante es el crecimiento continuo. El momentum y la ventaja de ser el primero también son importantes, mientras que la rentabilidad suele quedarse en un segundo plano.
Esto plantea serios problemas. Para empezar, es difícil saber cómo será el futuro perfil de beneficios de la empresa. Además, es imposible valorarla con un parámetro de rentabilidad tradicional porque no existe ninguno, a pesar de los ingeniosos parámetros que invocan los analistas de negocio. Invertir en empresas en fase de crecimiento exponencial es como apostar por el caballo más rápido sin haberlo visto saltar una valla. Los riesgos de ejecución son elevados y el abanico de posibles resultados (tanto positivos como negativos) es amplio. Se trata de una estrategia de alto riesgo y alta rentabilidad.
Una vez que el negocio 'da el estirón', establece una red de contactos viable y empieza a beneficiarse de las economías de escala, alcanza la fase de alto crecimiento (high growth). En esta fase, las ventas crecen, aunque a un ritmo inferior al de la vertiginosa fase anterior. La empresa ha demostrado que su modelo de negocio funciona y ha descifrado la fórmula para crecer de forma rentable. La dirección estratégica pasa de centrarse simplemente en crecer a expandir el negocio. La mayoría de nuestras inversiones se encuentran en esta categoría, por buenos motivos: el crecimiento es elevado y se ha demostrado sostenible. Estas empresas encajan a la perfección con nuestra definición de inversión en crecimiento de calidad (quality growth).
En la siguiente fase, la de madurez (mature growth), el crecimiento se modera a medida que la empresa consolida su robusta posición competitiva y los márgenes se expanden. Hacia el final de esta fase, cuando el mercado se satura o envejece, el crecimiento se ralentiza y la atención suele pasar de los ingresos a los beneficios, a menudo con consecuencias desastrosas. Para las empresas que se encuentran en esta fase, una importante mejora de la rentabilidad no es algo positivo, sino una señal de que el negocio está exprimiendo las últimas gotas de un mercado agotado. Para quienes invertimos con un enfoque quality growth, es una señal de que el negocio se acerca al crecimiento cero (ex-growth) y que podría sufrir una devaluación sustancial.
La última fase es la de declive gestionado (managed decline). Las empresas en esta fase registran un crecimiento de las ventas nulo o negativo. Las excelentes rentabilidades han dado pie a una intensa competencia y la inercia del negocio ha provocado el abandono de los mercados de capitales, empujando la cotización a la baja. Muchos inversores de estilo valor, o value, invierten en este punto, intentando identificar empresas que, en su opinión, han sido injustamente penalizadas por el mercado. Se trata de una estrategia de alto riesgo aunque puede que el valor sea visible, hace falta un catalizador que libere ese valor.
R de riesgo
El motivo por el que los inversores quality growth pasamos tanto tiempo en las fases de alto crecimiento y madurez es la gestión del riesgo. Durante las primeras fases de una empresa, muchos interrogantes cuestionan su viabilidad o su capacidad para generar crecimiento rentable de forma consistente. Al final del ciclo de vida, las dudas sobre la viabilidad del negocio vuelven a surgir, a medida que la empresa se enfrenta al declive. Por el contrario, los inversores quality growth nos centramos en empresas que pueden crecer de forma sostenible y predecible y que ofrecen un abanico de posibles resultados mucho más reducido, como reflejo de un menor potencial de crecimiento, pero también de un menor riesgo de pérdidas.
Fuentes y notas:
1 Obviamente, las diferentes fases muestran un alto grado de solapamiento y algunas fases duran mucho más que otras, pero, en general, la curva en forma de S resulta muy útil.
2 Cuando el aumento proporcional de la cantidad se mantiene constante en el tiempo.
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