Jon Bell explica por qué este puede ser un momento de mercado que suponga el resurgir de los dividendos. Comentario patrocinado por BNY Mellon Investment Management.
TRIBUNA de Jon Bell, gestor del BNY Mellon Global Equity Fund. Comentario patrocinado por BNY Mellon Investment Management.
Las secuelas de la pandemia y el endurecimiento de las cadenas de suministro globales han desencadenado una oleada inflacionaria que seguramente conducirá a una mayor disciplina corporativa, dará impulso a las acciones de reparto y elevará la importancia de los dividendos para las rentabilidades del inversor.
La marea económica está cambiando después de años de tipos de interés e inflación bajos. Tras la pandemia de COVID-19, una inyección de ahorro acumulado ha elevado la liquidez del mercado, alimentando un marcado aumento de la inflación en las principales economías justo cuando las cadenas de suministro se comprimían. Mientras que algunos economistas vieron la subida inicial de la inflación como un fenómeno transitorio, los mayores niveles de inflación han llegado para quedarse, lo cual tiene implicaciones importantes para los inversores globales.
Tras la pandemia, creemos estar asistiendo a un cambio de régimen, de un mundo desinflacionario a uno inflacionario. En los últimos meses, los mercados han digerido las señales crecientes de desglobalización y de mayor proteccionismo, que respaldarán más si cabe esta transición. En nuestra opinión, deberemos acostumbrarnos al hecho de que vivimos en un mundo más inflacionario que antes.
Todo esto representa un cambio para los inversores en renta variable y para las empresas en las que invierten. En el entorno posterior a la crisis financiera global, en el que los flujos de caja de explotación de algunas de las mayores tecnológicas estadounidenses y de muchas otras compañías aumentaron de manera significativa, los excesos corporativos y una falta general de concentración en la rentabilidad del accionista se hicieron más comunes. En ciertos casos, esto llevó a algunas empresas a concentrarse más en diseñar amenidades para sus oficinas que en generar valor para sus accionistas.
Es hora de ponerse serios
El cambio en las condiciones de trabajo significa que es hora de rendir cuentas a los inversores: ahora las gestoras están sometiendo a las empresas en las que invierten a un escrutinio mucho mayor, exigiendo una mayor disciplina de capital y mayores repartos de dividendo. Aunque los márgenes empresariales han mejorado con el tiempo, muchas compañías han devuelto menos liquidez a los accionistas en forma de dividendos que en el pasado. En nuestra opinión, esto tiene que cambiar.
A medida que entramos en un entorno económico diferente y más complicado, las empresas tienen que ofrecer más valor a sus accionistas. Los días en que las compañías podían gastarse tanto como querían en cualquier cosa han terminado, y esperamos que comiencen a apretarse el cinturón. La era del derroche se ha acabado.
Las gestoras pueden jugar un papel esencial a la hora de cambiar el pensamiento corporativo, influyendo en los equipos directivos y animándolos a que cambien su comportamiento para generar más valor para el accionista: idealmente, queremos ver más disciplina corporativa y el retorno a una combinación más saludable de reinversión y repartos de dividendo a los accionistas. Las empresas no se han esmerado precisamente en devolver efectivo a los accionistas, y en muchos casos, los coeficientes de reparto han disminuido.
Dicho esto, no todos los sectores son iguales. Aunque ciertos gigantes tecnológicos estadounidenses tienen un mal historial de remuneración del accionista en los últimos años, ciertas farmacéuticas y utilities han sido mucho más receptivas, con modelos de negocio que tienen más en cuenta al accionista.
Ante este entorno dispar, merece la pena destacar la importancia histórica y actual de los dividendos en un mundo en que la ralentización del crecimiento económico puede limitar las rentabilidades de inversión. La capitalización compuesta de los dividendos en las acciones de reparto puede alimentar una fuerte acumulación de renta en las carteras. Esta fortaleza de las acciones con dividendo se ignoró a menudo durante el largo periodo de inflación baja y de fuerte intervención de los bancos centrales tras la crisis financiera global.
La década de 2020 comenzó con una rentabilidad por dividendo en mínimos históricos y un entorno de tipos de interés cero y excesos propiciados por los programas de expansión cuantitativa. Pero cuando las burbujas financieras revientan, los dividendos pueden convertirse en un factor muy importante para generar rentabilidad.
En 2030 quizá rememoremos una década en que los dividendos han sido cruciales para la rentabilidad del inversor. La última vez que la inflación supuso un gran problema, en los años setenta y ochenta, los dividendos aportaron rentabilidades sólidas, y las acciones de reparto suelen destacarse durante periodos similares. Seguimos pensando que, en mercados inflacionarios como el actual, la capitalización de los dividendos a tasa compuesta convierte a estas acciones en algunas de las inversiones más excitantes.