Santiago Carbó, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas, analiza las posibles implicaciones de las elecciones estadounidenses en ámbitos como la política medioambiental, la política exterior o la migratoria.
COLABORACIÓN de Santiago Carbó Valverde, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director de Estudios Financieros de Funcas.
El martes 5 de noviembre se celebran las elecciones presidenciales en EE.UU., cerrando un año con numerosas citas en las urnas a escala global. Por destacar algunas de las anteriores, ha habido cambios políticos sustanciales que resultarán en cambios en las políticas sociales, medioambientales y de inmigración tras las votaciones al Parlamento Europeo (donde los partidos conservadores ganaron), las legislativas del Reino Unido (con victoria laborista) y de Francia (con una gran división y un Gobierno débil). No obstante, serán las elecciones norteamericanas la clave para entender cómo evolucionará la política global en los próximos cuatro años.
Visión unilateral vs. multilateral
La visión de los dos principales candidatos, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris, es muy diferente en prácticamente todos los asuntos de enjundia. En particular, la visión unilateral del primero contrasta con la más multilateral de la segunda, que parece ofrecer mayor margen negociador en todos los temas. Un primer ejemplo, en política medioambiental, ámbito en el que los republicanos alejarían aún más a EE.UU. de los acuerdos climáticos (como ya hicieron en el primer mandato de Trump), aunque no cabe esperar que Harris apueste por dar trascendencia a los asuntos medioambientales.
Otro ejemplo, en política exterior Harris ofrecerá mayor diplomacia multilateral, con el objetivo de mantener el liderazgo global de EE.UU. Con la demócrata es mucho más probable la continuidad del apoyo a Ucrania y a sus aliados europeos en la OTAN. Con Trump es más difícil predecir qué hará finalmente en política exterior si gana las elecciones. Habrá más incertidumbre y puede haber cambios significativos con respecto a Ucrania , la OTAN y Europa aunque es difícil pronosticar el alcance de estos. El grave conflicto de Oriente Próximo iniciado el pasado 7 de octubre de 2023 también se verá afectado por la victoria de uno u otro. Es probable que Israel espere a ver quién sale ganador para decidir entre una solución más negociada o mantener, o incluso ampliar, su campaña militar actual.
Pugna con China gane quien gana
En cuanto a la pugna comercial, tecnológica y geoestratégica con China, va a continuar gane quien gane. Sin embargo, es probable que haya mucha menos diplomacia si el victorioso es el candidato republicano. La experiencia de su primer mandato de enero de 2017 a enero de 2021 es un buen botón de muestra sobre lo que puede pasar. Todo se desató con la crisis con la empresa china Huawei, cuando el Gobierno de EE.UU. la acusó de espionaje y ciberespionaje utilizando su infraestructura y tecnologías para obtener acceso a secretos industriales, datos de los usuarios y otra información confidencial.
Tuvieron lugar varias acciones que convirtieron al conflicto aún más global, como fue el veto de Google a Huawei. A grandes rasgos, el dueño de Android anunció que no actualizaría su sistema operativo en los equipos del tercer mayor fabricante de móviles del mundo, con los perjuicios que eso supone a los millones de usuarios que cada año adquieren equipos de esa marca. Las implicaciones fueron múltiples con muchos perjuicios a escala global. En todo caso, las guerras comerciales y tecnológicas resultan más directas, limpias y efectivas que las militares.
Próximo conflicto: la pugna tecnológica por la IA
Sin embargo, EE.UU. y China deberían ser muy conscientes de las ramificaciones de sus decisiones. Conviene recordar que compañías como Google, Microsoft, Amazon, Apple, Intel, Nvidia o Meta disfrutan de posiciones de dominio en ámbitos de actividad que mueven las economías del mundo. Los principales sistemas operativos (Android e iOS) están en manos de dos de esas empresas. Y todas las citadas rigen la práctica totalidad de los móviles y ordenadores, así como los microprocesadores, buscadores de internet, redes sociales, mensajerías instantáneas y desarrollos de inteligencia artificial (IA), con el enorme potencial que tiene en los próximos años.
La pugna tecnológica en ciernes por los avances en la IA puede ser el próximo conflicto entre los dos bloques. En este sentido, la visión menos diplomática de una posible Administración Trump puede activar antes y más intensamente ese conflicto tecnológico (junto al arancelario) con China. Una posible Administración Harris, aunque su visión sea más negociadora y multilateral, tampoco hará concesiones a China, por lo que la tensión tecnológica y comercial también acontecería en ese escenario, aunque quizás con menos decibelios con un Gobierno demócrata.
Mucha demagogia en política migratoria
La política de inmigración es otro punto de fricción entre republicanos y demócratas, aunque los dos querrán aplicar notables restricciones a la misma, con más intensidad nuevamente por lo que se desliza de sus mensajes públicos, si gana Donald Trump. Este debate tiene demasiada demagogia en la actualidad.
Aunque ha podido existir una parte menos positiva de la inmigración en EE.UU. en los últimos años debido al mayor nivel de delincuencia de algunos de los que entraron en el país, y que se está dejando notar en las principales ciudades, sería injusto y absurdo no reconocer el gran potencial que ha supuesto para ese país la entrada de trabajadores y de talento foráneo en las últimas décadas.
Cerrar fronteras no es la mejor estrategia
Los beneficios de la inmigración son evidentes en EE.UU. y superan ampliamente a los posibles perjuicios. En un momento, además, como el actual, en el que hay una pugna global por el talento (que es escaso), principalmente pero no exclusivamente por el que tiene capacidades digitales, cerrar las fronteras no parece la mejor estrategia. Harán falta trabajadores (aún más si se trata de cualificados) en EE.UU. y las restricciones a la inmigración no ayudarán.
Hay un debate parecido en la Unión Europea, donde cada vez más países quieren aplicar restricciones migratorias. Cierto es que hay problemas en las fronteras del sur de Europa en esta materia, pero hay demasiada demagogia y populismo en algunos gobernantes europeos, como también ocurre en EE.UU. Las restricciones abruptas a la inmigración no ayudarán a los países a obtener el talento que necesitan.
No será fácil retirar los apoyos sociales
Por último, una reflexión sobre las políticas sociales, que han visto su alcance ampliado en los últimos 15 años y, sobre todo, tras la pandemia. Es difícil retirar la gran cantidad de ayudas y subsidios creados para apoyar a los grupos menos privilegiados. Y ambos candidatos parecen poco proclives a reducir los déficits públicos. Asimismo, quizás ninguno de los dos contendientes se atreva a acometer serios recortes sociales. Eso sí, de ocurrir son más probables que sucedan con una Administración Trump que con una de Harris. En todo caso, no será tarea fácil retirar gran parte de esos apoyos sociales.
En este ámbito, el futuro de la jornada laboral con los impactos en el mercado de trabajo y en el empleo que puede suponer la IA y la robotización será otro eje de debate importante en EE.UU., más avanzado tecnológicamente. Parece necesario más pronto que tarde un nuevo contrato social en el que se incluya el tiempo dedicado al trabajo y al ocio en un mundo mucho más tecnológico y el sistema de remuneraciones y apoyos sociales derivado del mismo. EE.UU., al estar en una fase más avanzada del proceso tecnológico, puede ser un pionero de ese nuevo contrato social. Una Administración Harris parece algo más dispuesta que una de Trump a iniciar esos importantes cambios sociales. En suma, muchas incógnitas en un EE.UU. cambiante y en un mundo crecientemente convulso.