Por Zaira Melero, CFA, miembro del Comité de Advocacy de CFA Society Spain y coautora del Informe Panorama Fintech en la UE: Oportunidades y Desafíos
La tecnología se encuentra en constante evolución y su impacto en nuestras vidas ha llegado para quedarse. En las dos próximas décadas se espera que la automatización te ahorre en torno al 70% de tu tiempo en el trabajo. Lo que plantea la siguiente interrogante: ¿en qué medida invertirás ese ahorro para desarrollar tu «yo del futuro»?
La revolución evidente
Las empresas más innovadoras del sector financiero, como son las fintech, aprovechan la combinación de tecnología y una redefinición de los servicios financieros para dar forma al futuro de la industria. Esta transformación viene impulsada por tecnologías disruptivas, que optimizan las operaciones, reducen costes y ofrecen servicios financieros más eficientes y seguros. Además de crear un nuevo ecosistema, vivimos en un momento social que favorece la transformación de la estructura tradicional del trabajo. Según McKinsey [1], sólo la inteligencia artificial (IA) generativa agregará hasta 4,4 billones de dólares al año a nivel mundial.
Y el sector bancario afronta una gran oportunidad: un potencial anual de 200 a 340 mil millones de dólares (el equivalente del 9 al 15 por ciento de las ganancias operativas). Todo ello gracias al aumento de la productividad. Queda claro: es una oportunidad que ha llegado para quedarse.
Bajándolo a tierra. Charlaba sobre esto con un amigo profesor de universidad y me contaba cómo la tecnología ha aterrizado en su día a día: chats de inteligencia artificial para dar sus clases de economía o asistentes para analizar datos masivos en análisis estadístico avanzado (como me dijo, "lo que los modernos llamáis data science").
Y comenzamos a teorizar sobre el futuro. Una idea que surgió: crear tutores digitales para gestionar tareas, responder preguntas rutinarias y crear experiencias de aprendizaje personalizadas para cada estudiante.
Mientras tanto, él se podría centrar en tareas esenciales como ayudar a los estudiantes a desarrollar la creatividad, habilidades sociales e inteligencia emocional. En definitiva, sobresalir en habilidades en las que sus colegas virtuales no son capaces de competir.
¿Te suena? Porque este mismo ejemplo se puede replicar en nuestro ámbito financiero.
El cambio no (tan) visible
Hace apenas una década, comprender grandes conjuntos de datos era un desafío monumental. Ahora, la tecnología analiza millones de puntos de datos y crea conexiones que escapan a la mente humana. Lo que nos permite prever patrones, tendencias y evaluar riesgos con una precisión sin precedentes. Este nivel de comprensión no sólo agiliza los procesos, sino que también eleva la calidad de nuestras decisiones. Y, por tanto, nos hace más fiables.
Y si le sumamos el potencial de la IA generativa, contamos con un asistente personal disponible las 24 horas del día los 7 días de la semana. Estos "becarios digitales" no sólo llevan a cabo tareas rutinarias de manera eficiente, sino que también aprenden, se adaptan y anticipan esos patrones con cada una de sus acciones. En definitiva, hacen nuestro trabajo más eficiente.
Además, ya no se necesita estar de manera presencial en la oficina, ni en el horario tradicional. Es cada vez más habitual encontrar empresas con horarios más flexibles y que permiten trabajar desde ubicaciones remotas y poder optar a posiciones a nivel global. Es decir, también nos hace más accesibles.
En resumen: somos más fiables, más eficientes y más accesibles. Y podemos serlo aún más. Esto sólo es posible si nuestro comportamiento puede ser automatizado por un patrón. Un proceso por el que se replica nuestro “yo” con menor valor añadido para poder centrarnos en desarrollar nuestro «yo» de mayor valor.
La pregunta correcta
Todo parece indicar que a la tecnología le queda camino por recorrer, y la dirección continuará hacia adelante y a un ritmo aún más rápido.
Poniéndolo en cifras, El crecimiento de la productividad anual esperado de aquí a 2065 será de entre el 0,8% y el 1,4% [2]. Y es por eso que la automatización y la optimización han venido para quedarse.
Liberar tiempo es un beneficio valioso si lo invertimos en lo que de verdad nos distingue como seres humanos: nuestra capacidad de innovar, crear y pensar de manera estratégica.
Si sumamos todo lo anterior, nos queda una reflexión ineludible: El futuro tecnológico impacta en nuestro qué, cómo, dónde y cuándo. Pero, ¿optimizar para invertir en qué?
Está claro que la inversión en habilidades estratégicas, sociales y emocionales es tu apuesta de futuro. Pero una cosa es querer hacer algo y otra distinta es hacerlo.
A menudo, la transición del "querer" al "hacer" se ve obstaculizada por la tendencia del cerebro a entrar en piloto automático para ahorra energía. Y, en esto último, la tecnología nos gana seguro.
Por tanto, sal de tu piloto automático y pregúntate: ¿cuál es el primer paso para invertir en ti y continuar siendo relevante en el futuro?