Hasta el 40 de mayo… no te quites del cocido

 Día caluroso de primavera. Ni una nube en el cielo. Gafas de sol y chaqueta en la mano. Sed. Mi acompañante (una genial blogger especializada en gastronomía) y yo salimos del coche y pasamos por una terraza con pérgolas. Un par de señores dan cuenta de un par de cervezas heladas y un plato de jamón con una pinta tremenda. Me dan ganas de descartar nuestro plan original y emularles. Luego entramos en un salón. Es fresco, con la iluminación adecuada para ser íntimo pero no resultar sombrío y tiene una decoración que hace honor a su nombre: El Mesón de Fuencarral.

Huele como si fuera domingo y uno acabara de entrar en casa de una de esas abuelas que no conocen la olla a presión: ¡cocido! Mientras mis tripas comienzan a rugir, me alegro de no haber sucumbido a la terraza.

El Mesón de Fuencarral, un restaurante que se encuentra en la carretera de Colmenar Viejo, a unos diez minutos en coche y sin tráfico de Plaza de Castilla, sirve desde hace un par de meses lo que ellos llaman E-Cocido, o cocido ecológico. Detrás de un nombre tan rimbombante se esconde un cocido madrileño de los de toda la vida, pero con unos ingredientes cuya selección ha sido muy cuidadosa y bajo un único criterio: que sean ecológicos. Es decir, que son “respetuosos con los ciclos naturales de la tierra y de la vida, están libres de residuos tóxicos y se han producido sin fertilizantes, pesticidas ni herbicidas”. Así, al menos, lo aseguran desde el restaurante.

También explican cómo el agradable y atento Ramón Dios, chef y nieto de los fundadores, ha recorrido media España buscando el género que se amoldase a sus exigencias: los garbanzos son de Castilla-La Mancha, las coles vienen de Cataluña y el morcillo procede de Cenicientos, un pequeña localidad al sur de Madrid. Cuestiones ecológicas, agrícolas y alimentarias aparte, todas éstas son, en definitiva, materias primas ‘puras’ y ‘vírgenes’. Productos desnudos de artificio que hacen las delicias de muchos ‘gourmets’ y chefs en la actualidad.

¿Cómo se traduce todo eso en la mesa? Yo lo noté en pequeñas diferencias, como ese aroma inconfundible nada más entrar. La sopa –el camarero la sirve y deja la sopera en la mesa- lleva fideos finitos y un caldo que sabe a gloria. Entre otras cosas, se nota la verdura, y nada de la grasa o la sal que, desgraciadamente, suelen estar presentes en muchos establecimientos. Los garbanzos son pequeños, quizá un poco duros, pero sabrosos. Y no están ‘despellejados’. La carne está tierna. Y el chorizo y la morcilla están espectaculares.

También hay una gran diferencia: la de después. Salí de allí sin ganas de arrastrarme por los suelos, pasé el resto de la tarde sin el más mínimo sopor y por la noche tenía ganas de cenar. Ramón ya nos lo había adelantado: según él, la procedencia de los ingredientes también haría que éstos fuesen más digestivos. Ni mi acompañante ni yo nos quedamos con hambre. De hecho, tuvimos que dejar (con mucho dolor) bastante comida en la bandeja: con un cocido para dos, comen tres que tengan buen saque. Lástima que el pan no se saliese de lo común y fuese el de siempre, el que se suele servir en la mayoría de los restaurantes. Pringarlo bien en el tocino que acompaña al cocido (uno de mis pecados preferidos) ya habría sido espectacular.

Por otro lado, la carta de vinos resultó algo escasa para mi gusto, más aún en su apartado de medias botellas. Un par de referencias más se agradecerían, sobre todo en el caso de un restaurante como éste, en el que el desplazamiento más cómodo parece ser el coche (aunque hay autobuses a Plaza de Castilla justo en la puerta). Sí que se puede disfrutar de Riberas del Duero contundentes, como, en mi opinión, merece este manjar.

El cocido ecológico que se sirve en el Mesón de Fuencarral tiene un precio de 32 euros por persona, IVA incluido. A mí me parece muy recomendable. Y no sólo porque esté tremendo. También porque me gusta que los restauradores se vuelvan locos por el producto, porque me parece que una gran comida -incluso de negocios- también puede y debe tener un sabor tradicional y porque cualquier glotón se puede dar un buen homenaje, pero con productos de calidad.

Si van a reservar, recuerden que es importante que lo hagan con, al menos, 24 horas de antelación. No tengan miedo de que haga sol, la mañana sea cálida o no llueva. Si, haciendo caso al refrán, hasta el 40 de mayo uno no debería quitarse el sayo, tampoco debería dejar de tomar un buen cocido, ¿no creen?