Invertir en la vida en la Tierra: combatir la pérdida de biodiversidad

Marcus Wilert_noticia
Cedida (BMO Global AM).

TRIBUNA de Marcus Wilert, vicepresidente, analista de Inversión Responsable, BMO Global AM. Comentario patrocinado por BMO Global Asset Management.

La biodiversidad es la variedad de vida que existe en la Tierra; es la naturaleza en todas sus formas e interacciones, desde los genes hasta las especies, pasando por ecosistemas completos como las selvas tropicales o los arrecifes de coral.

Medir la biodiversidad es una tarea compleja que no se resuelve con una simple suma, pero los siguientes datos son buenos indicadores:

  • El consumo humano ya excede lo que el planeta puede regenerar de forma natural. La organización Global Footprint Network estima que consumimos tantos recursos naturales como si viviésemos en 1,6 Tierras.
  • El Informe Planeta Vivo 2020 documenta que las poblaciones de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces se redujeron, en promedio, un 68% entre 1970 y 2016. Por no hablar de los millones de otros animales, plantas y suelos que se encuentran amenazados actualmente.

La pérdida de biodiversidad empezó a acelerarse en el siglo XVIII con la Revolución Industrial, pero en los últimos 50 años se ha vuelto insostenible, como demuestran los datos que acabamos de citar.

La pérdida de biodiversidad es un problema que nos afecta a todos y que amenaza seriamente la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. No podemos frenar el cambio climático si seguimos destruyendo los bosques y los arrecifes de coral que ayudan a regular la temperatura del planeta; no podemos erradicar el hambre si la comida es cada vez más escasa, y podemos olvidarnos de reducir las desigualdades, ya que la pérdida de biodiversidad perjudica especialmente a las personas más pobres que dependen de ella.

Además, hay que incluir en la conversación a los pueblos indígenas, que representan menos del 5% de la población mundial pero protegen el 80% de la diversidad, por lo que cualquier daño que sufren los ecosistemas en los que habitan pone en riesgo su existencia y su bienestar, al tiempo que compromete seriamente su derecho a la tierra. La pérdida de biodiversidad también es un problema de género: en muchas comunidades rurales e indígenas, las mujeres son las principales encargadas de gestionar la tierra y los recursos y acumulan un vasto conocimiento de sus ecosistemas locales. Por eso, el deterioro de su entorno natural puede tener un impacto particularmente negativo para ellas.

La adopción de acuerdo más universal sobre cómo informar acerca de las dependencias e impactos relacionados con la naturaleza podría ayudar a los inversores a decidir qué empresas protegen mejor la diversidad y cuáles están rezagadas en este ámbito y se beneficiarían de acciones que promuevan cambios positivos. Este esfuerzo está siendo liderado por el grupo de trabajo sobre divulgación de información financiera relacionada con la naturaleza (Taskforce on Nature-related Financial Disclosures).

Por otra parte, ciertas tragedias vividas recientemente ponen de relieve lo interconectados que estamos con la naturaleza. Diversos incendios forestales y, por supuesto, el COVID-19 pueden vincularse a la degradación medioambiental provocada por la actividad humana, con el consiguiente impacto negativo directo en la sociedad y la economía mundiales.

Existe también una creciente concienciación sobre las enormes oportunidades de inversión relacionadas con la biodiversidad: la transición hacia una economía más respetuosa con la naturaleza podría generar hasta 10,1 billones de dólares y crear casi 400 millones de empleos de aquí a 2030. Ya están surgiendo multitud de soluciones tecnológicas creativas, desde drones que ayudan a plantar árboles hasta satélites que permiten monitorizar especies animales. Además, la agricultura regenerativa contribuye a revitalizar el suelo, proteger el medioambiente y mejorar los servicios ecosistémicos.

Nuestro sistema alimentario mundial es la principal causa de la pérdida de biodiversidad, por lo que debe ser reformado con urgencia. Para promover cambios positivos, formamos parte tanto de la iniciativa PRI-Ceres Investor Initiative for Sustainable Forests como del grupo de trabajo PRI Investor Working Group on Sustainable Palm Oil (ambos en proceso de transformarse en nuevas iniciativas). En 2020, colaboramos con 52 empresas para fomentar prácticas más sostenibles en la producción y el consumo de alimentos. También somos miembros de FAIRR Initiative, una red colaborativa de inversores dedicada a concienciar a los productores y los distribuidores de alimentos sobre los riesgos y las oportunidades ASG ligados a la ganadería intensiva.

Este año, seguimos colaborando con la industria alimentaria y hemos ampliado nuestro diálogo a empresas de otros sectores de alto impacto, como el de los productos personales y para el hogar, la industria extractiva y la industria química. Nuestro objetivo es evaluar cómo abordan estas empresas las cuestiones relativas a la biodiversidad, para comprender en qué medida sus modelos de negocio dependen de la biodiversidad y los ecosistemas, y mitigar las repercusiones. En concreto, nos estamos centrando en frenar la deforestación y el cambio de uso de la tierra asociados a la explotación agrícola, la minería y otras actividades relacionadas; en el uso responsable de pesticidas para evitar la desaparición de biodiversidad terrestre o acuática, y en la gestión de residuos para combatir la contaminación del aire, la tierra, el agua y el mar.