El cierre de los mercados causaría un perjuicio sobre todo para los inversores minoristas, ya que se fomentarían acuerdos bilaterales opacos sin seguridad ni transparencia.
TRIBUNA de Jorge Yzaguirre, director de Mercados y Market Data de BME.
En estos tiempos excepcionales de lucha contra el Covid-19, en los que la salud es lo primero, BME ha tomado todas las medidas oportunas para proteger a sus empleados y, a la vez, garantizar la continuidad de la operativa habitual de los mercados de valores. Sin duda, lo prioritario es lo primero, combatir esta pandemia y superarla. Pero la continuidad de los mercados de valores no es una cuestión menor, ya que las Bolsas ejercen un papel social y económico esencial en toda circunstancia, también en este momento de alarma.
Como ya ocurrió en la última crisis financiera, el papel de los mercados regulados es fundamental para preservar la transparencia, la equidad, la seguridad y la integridad de las transacciones financieras. Naturalmente, las acciones de las compañías recogen los temores de la economía, pero una suspensión de las Bolsas no acabaría con esos miedos. Por el contrario, los agravaría. Los mercados de valores regulados garantizan la liquidez para los inversores en todo momento y eso es vital en cualquier circunstancia.
Las noticias generadas por esta situación excepcional provocan una constante revisión de las expectativas de los inversores sobre el negocio de las compañías. De nuevo, es muy importante que los mercados permanezcan abiertos para reflejar con transparencia cómo la comunidad inversora pone en precio las novedades sobre esta pandemia y su efecto en la economía.
Los mercados de valores tienen una amplia gama de herramientas para garantizar el normal funcionamiento de la operativa en este escenario tan adverso, como las subastas de liquidez. En BME, por ejemplo, se han ampliado los rangos de varios valores desde principios de marzo para adaptarse a la gran volatilidad de estos días en el mercado y garantizar en todo momento la liquidez. También se han activado otros mecanismos habituales en las Bolsas como las subastas de volatilidad, para evitar que la contratación de los valores menos líquidos quedara estrangulada.
La operativa se mantiene con absoluta normalidad. Por supuesto, esto se hace extensible al resto de infraestructuras gestionadas por BME, como los mercados de Renta Fija y Derivados, BME Clearing e Iberclear.
Hay, al menos, otras dos razones de peso por las que sería un error cerrar las Bolsas: la consecuencia que algo así tendría en los contratos de derivados y el grave perjuicio que un cierre de los mercados regulados causaría sobre los inversores minoristas, dado que se fomentarían acuerdos bilaterales opacos sin seguridad ni transparencia alguna, en los que aquellos quedarían fuera.
Desde su nacimiento en 1831, la Bolsa española no ha cerrado nunca, salvo durante la Guerra Civil. Siempre ha tenido muy presente el ejercicio de una función social clave y así seguirá siendo en esta situación tan adversa, de la que saldremos gracias a la colaboración de toda la sociedad.