La inversión ambiental se hace estructural

foto_2_
Pictet AM

TRIBUNA de Luciano Diana, director estrategias ambientales y Marc-Olivier Buffle, especialista de producto de Pictet AM. Comentario patrocinado por Pictet AM.

Han proliferado las cotizadas con tecnologías medioambientales que crecen al 6/7%

Danica May Camacho nació el 30 de octubre de 2011 en los concurridos hospitales públicos de Manila. Su nacimiento llevó la población mundial a siete mil millones, una alegre ocasión, también recordatorio de varios desafíos para el medio ambiente. Sólo en 2015 la contaminación mató a nueve millones de personas -tres veces más que el SIDA, tuberculosis y malaria juntos-. Además las inundaciones y sequías han traído una miseria incalculable. En menos de 30 años el planeta será hogar de nueve billones de humanos, con una proporción mayor de clase media y mayor presión sobre los recursos naturales.

Pero ahora las redes sociales permiten compartir preocupaciones sobre contaminación y sostenibilidad, lo que ha traído cambio en las prioridades de gobierno. Ya en los Juegos Olímpicos de 2008 la embajada de EEUU en Beijing empezó a twittear datos de calidad del aire, dando acceso por primera vez al público al estado de partículas en suspensión PM2.5, que matan cuatro millones de personas en el mundo al año. Los residentes locales empezaron a expresar preocupaciones sobre la calidad del aire, con demostraciones públicas y en respuesta los dirigentes de China dieron conocer un plan 2013 con inversiones de miles de millones de dólares y gran cantidad de regulaciones, hasta el punto de que la inversión de China en medio ambiente ha aumentado seis veces desde 2000 y Beijing prometido más en ciencia y tecnología avanzadas. Se estima en 30 dólares el beneficio para la economía de EEUU por cada dólar invertido en control de la contaminación del aire desde 1970 y vemos fuerte crecimiento en empresas de desarrollo de tecnologías, como filtros para motores y aplicaciones industriales de control de la contaminación.

El efecto es que se han creado industrias que combinan fuertes credenciales ambientales con productos y servicios innovadores en una amplia gama de tecnologías, con un número de patentes solicitadas para productos ambientales que se ha más que triplicado la última década. De hecho muchos inversores reconocen que tienen un papel crucial en la economía sostenible, si bien precisan saber cómo generar al mismo tiempo una rentabilidad atractiva. La solución existe, en un universo de dos billones de dólares que puede crecer al 6/7% anualmente frente al 2% del índice MSCI World. Se trata de empresas cotizadas que desarrollan ventajas competitivas, con crecimiento de ventas y beneficios superiores, con amplio impacto en toda la economía, incluso en caso de crisis, pues incluye tecnologías de cada vez mayor demanda.

Hay que tener en cuenta que la energía solar ya está a menos de 0,02 céntimos de dólar el kilovatio/hora y pronto será más barata que cualquier generación de energía basada en combustibles fósiles. En EE.UU. la eólica es ya la más barata, pues su coste de producción ha caído 40% en una década. Incluso el coste de electricidad de parques eólicos marinos, de las más costosas energías verdes, puede reducirse 70% las próximas dos décadas. Además invertir en transporte público eléctrico, con más energía renovable y aumentar la eficiencia en edificios comerciales y gestión de residuos municipales puede reducir en 17 billones de dólares el coste de la energía en el mundo para 2050. Incluso Barcelona ahorra 58 millones de dólares anualmente con un sistema inteligente de tecnología del agua que utiliza sensores y servidores en la nube para controlar los niveles. Un sistema de guiado GPS en una finca de 1.000 hectáreas puede ahorrar 13,000 dólares en costes variables anuales, pagándose por sí mismo en un año.

Pero identificar las oportunidades de inversión más prometedoras no es sencillo en estas industrias de rápida evolución. Por esta razón nuestra estrategia Global Enviro mental Opportunities, como forma responsable de capitalismo sostenible a largo plazo, sigue marco científico, basado en reglas.

El primer paso es identificar empresas de fuertes credenciales ambientales que no hacen uso excesivo de materias primas ni generan cantidades desproporcionadas de residuos. A partir de ahí llevamos a cabo una auditoría ecológica de la huella ambiental en más de cien industrias secundarias, con dos herramientas -límites planetarios y análisis de ciclo de vida-. Los límites han sido desarrollados por un equipo de científicos y economistas líderes. Establece los umbrales ecológicos en los nueve fenómenos ambientales más perjudiciales provocados por el hombre, que, si incumplen, ponen en peligro las condiciones para prosperidad que se han desarrollado durante miles de años. Por ejemplo, el suministro mundial de agua dulce debe permanecer por debajo de 5.000 a 6.000 kilómetros cúbicos por año y las emisiones de dióxido de carbono no elevarse por encima de 350 partes por millón. Además la capa de ozono debe ser de no más de 276 milímetros de espesor, para lo que las emisiones de sustancias destructoras del ozono deben permanecer por debajo de 6,6 billones de toneladas/año, es decir, 1,05 kg por millón de dólares de ventas anuales de las empresas.

Además tenemos en cuenta el análisis de ciclo de vida para calcular el consumo de recursos naturales y emisiones de residuos en cada industria a través de todo el ciclo de producto, desde la extracción de materias primas a eliminación y reciclaje. Sólo las empresas cuyas emisiones totales están dentro de los límites planetarios son elegibles para invertir. Es necesario, pues la mayoría de modelos de huella ambiental se centran exclusivamente en la fabricación, sin tener cuenta el impacto ecológico de proveedores y los productos y servicios durante su vida. Por ejemplo, las emisiones en la vida de un automóvil son cuatro a cinco veces mayores que los derivados de su sola fabricación.

La segunda fase consiste en descubrir empresas que desarrollan de productos y servicios que marcan una diferencia en la degradación ambiental. A cada una le asignamos un valor de «pureza temática», que indica la proporción del valor de la firma (EV), EBITDA o ingresos derivados de servicios y productos ambientales, con mínimo 20%. Esto reduce nuestro universo a 400 empresas, sobre las que llevamos a cabo análisis de características de riesgo-rentabilidad mediante puntuación que tiene en cuenta fortaleza del modelo de negocio, calidad de gestión, valoración y momentum operativo. El resultado es una cartera concentrada de alrededor de 50 acciones, diversificadas por industrias medio ambientales, de atractivo perfil rentabilidad-riesgo y baja huella ecológica. Además nuestro objetivo es ser titulares activos y ejercer derechos de voto a través de delegación, de manera que influyamos en la mejor gobernabilidad de las empresas en que invertimos.