Pronóstico 2021: mirando más allá de la polarización máxima y la crisis mundial del coronavirus

Cedida por DPAM.

TRIBUNA de Alexander Roose, responsable de Renta Variable Internacional, DPAM. Comentario patrocinado por DPAM.

A medida que la pandemia cumple silenciosamente un año, démonos un tiempo para reflexionar, analizar y mirar hacia adelante. ¿Qué podemos esperar tras este comienzo tan turbulento de la nueva década?

Como hicimos el año pasado con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, comencemos por echar un vistazo más de cerca a las implicaciones de la crisis global del COVID sobre la inversión. La pandemia ha planteado enormes desafíos a nivel mundial y ha impuesto mucha presión sobre nuestra forma de trabajar globalizada e interconectada. Aún así, incluso las peores situaciones tienen aspectos positivos.

Una vista panorámica del 2020 puede aportarnos valiosos aprendizajes para invertir: las importantes expansiones de balance del banco central en este año han difuminado la distinción entre las políticas monetarias y fiscales. La prisa por encontrar una vacuna ha abierto la puerta a una nueva clase de fármacos (ARNm), lo cual anuncia grandes promesas para, entre otros, el tratamiento del cáncer. Además, la pandemia ha puesto de relieve la capacidad de China, Taiwán y Corea del Sur para manejar y recuperarse rápidamente de eventos extremos.

Y, lo que es más importante, hemos sido testigos de una notable aceleración de tendencias ya existentes, así como el surgimiento de nuevas tendencias, como la telesalud. Efectivamente, la pandemia y el consiguiente confinamiento mundial han servido como poderosos catalizadores para ciertos (sub)sectores. Por ejemplo, ha llevado a una revisión global de la resiliencia de nuestros sistemas sanitarios, después de que la pandemia expusiera varias deficiencias clave en este sector (por ejemplo, la escasa capacidad y velocidad de las pruebas diagnósticas o la insuficiente capacidad de camas en las UCI).

Las empresas con gran intensidad de mano de obra tendrán que depender cada vez más de la automatización, ya que sus operaciones se han visto gravemente afectadas durante la pandemia. Además, las numerosas teleconferencia de este año, así como la temática del trabajo desde casa y nuestra creciente dependencia de las aplicaciones en la nube han puesto en marcha una verdadera revolución tecnológica, tanto a nivel privado, como gubernamental y corporativo.

Estas han sido algunas de las principales tendencias estructurales de este año, e ilustran claramente por qué las empresas tecnológicas (de gran capitalización) han superado al S&P 500 de forma espectacular. La aceleración de estos temas ha marcado una clara línea divisoria entre empresas/sectores perjudiciales, por un lado, y compañías/industrias estancadas y perturbadas, por otro.

Como ya se ha dicho, la pandemia ha sido una bendición para los valores tecnológicos. A medida que el Nasdaq alcanzaba niveles hasta ahora inéditos, la gente rápidamente ha establecido paralelismos con la burbuja de las empresas puntocom. Aún así, es importante tener en cuenta que, si bien estamos notando una tendencia de polarización máxima de crecimiento sobre el valor, esta vez tiene sustancia real: hoy en día, el impulso de la generación de flujo de caja libre del sector de las TI ha estado más o menos en línea con la creciente representación de la capitalización bursátil en el índice.

Al igual que la crisis financiera mundial (CFM) del 2008-09, el impacto económico y social de la crisis del COVID ha tenido implicaciones excepcionales y de amplio alcance. Sin embargo, también aquí ha habido una clara diferencia entre ambas. Durante la CFM, las personas tenían una clara sensación de trauma, ya que la gente perdía su trabajos y su casa. Sin embargo, hoy en día, las personas y los gobiernos muestran un mayor deseo de cambio y una mayor conciencia de los desafíos sociales. Esto ha contribuido, en parte, a megaproyectos como el Pacto Verde Europeo o los ambiciosos objetivos de China sobre el cambio climático, por ejemplo.

En noviembre, los mercados por fin han podido respirar aliviados. Los resultados de la vacuna de Moderna y de Pfizer han traído un poco de alegría navideña, muy necesaria en este año tan sombrío. La victoria de Biden, un congreso dividido y la consiguiente estabilidad política prevista también han recibido la aprobación de los mercados. A pesar de que ha sido un año difícil para las acciones cíclicas y de pequeña capitalización, las perspectivas de vacunación masiva le han dado totalmente la vuelta a la tortilla. Y esto ha llevado a un final de año muy notable, con una rotación excepcionalmente grande.

¿Y de aquí a dónde vamos? ¿Acaso el final del confinamiento y la reapertura de la economía pronostican el fin de las estrategias de crecimiento en 2021? No creemos que sea así. Para los inversores con un horizonte temporal adecuado y a largo plazo, esto es solo un cambio de corta duración y una oportunidad para añadir a las convicciones de largo plazo. Si tenemos en cuenta el desarrollo de las tendencias estructurales esperamos ver un cambio, de la polarización máxima a una eventual normalización, aunque no descartamos un cambio de régimen duradero (es decir, una gran rotación).

En este contexto, la inversión value sigue siendo tan relevante como siempre. Sin embargo, es fundamental definir correctamente el significado de inversión de value y examinar los parámetros adecuados. La inversión value no se refiere simplemente a invertir en acciones de valor. Si nos basamos simplemente en múltiplos estáticos de las empresas, como las ratios precio/valor contable, obtendremos unos resultados tergiversados. No debemos centrarnos únicamente en tales múltiplos, sino más bien asegurarnos de entender cómo gana dinero una empresa. Esto se hace, cada vez más, invirtiendo en activos intangibles, ya sea desarrollo de software, capacidades digitales, I+D, etc. Estos elementos son inherentemente más escalables (no solo a través de economías de escala, sino también a través de efectos de red) que los activos tangibles.

Por último, consideremos cómo la inflación podría afectar a los mercados de renta variable en los próximos años. A nosotros nos parece que el panorama es más favorable. A pesar de que bien podríamos llegar al 2%-3% de inflación, debido al salto sustancial de la oferta monetaria, no tenemos ninguna razón para creer que la renta variable vaya a sufrir significativamente por ello. Las acciones no solo ofrecen una cobertura contra la inflación sino que los múltiplos de las acciones no deberían sufrir demasiado, siempre que la inflación permanezca contenida. Además, también hay varios elementos desinflacionistas en juego (por ejemplo, el aumento de la implementación tecnológica, la pirámide demográfica, la brecha de producción, etc.), que deberían obstaculizar aún más un escenario inflacionista fuera de control en un futuro próximo.

En conclusión, en general somos optimistas, pero solo con cautela, y ciertamente si argumentamos contra el consenso de la parte vendedora. Los mercados han sufrido una sacudida a gran escala en un año que se ha caracterizado por la máxima polarización. También es importante tener en cuenta que los mercados ya han anticipado una eventual normalización (es decir, la reapertura de la economía), como queda demostrado por el impresionante rendimiento del mercado desde el anuncio de la noticia sobre las vacunas. En algún momento de 2021, la realidad podría afianzarse con potenciales riesgos para las grandes expectativas, preocupaciones por los elevados niveles de deuda, liquidez máxima... Asegúrese de ser selectivo al comprar los denominados perdedores del COVID, y céntrese en las tendencias estructurales a largo plazo para sacar lo mejor de cualquier contratiempo futuro.