TRIBUNA de Simon Webber, gestor del fondo Schroder ISF Global Climate Change Equity. Comentario patrocinado por Schroders.
TRIBUNA de Simon Webber, gestor del fondo Schroder ISF Global Climate Change Equity. Comentario patrocinado por Schroders.
Para aquellos gestores activos que consideren la lucha contra el cambio climático uno de sus mantras de inversión, existe un punto de incertidumbre con respecto a aquellas compañías que basan gran parte de su negocio en la nube y forman parte de la nueva economía. Compañías de trasfondo tecnológico, pero que impactan en muchos otros ámbitos como el consumo, la logística, el marketing, costumbres sociales y por supuesto, en los mercados. Como gestores, debemos preguntarnos si empresas como, por ejemplo, Amazon están contribuyendo a la descarbonización de la economía, ralentizando el proceso de cambio climático en su conjunto y, por tanto, si son susceptibles de ser incorporadas en una cartera ESG.
A primera vista, Amazon puede no encajar dentro del grupo de compañías amigables con el medio ambiente, ya que ofrece un catálogo de productos infinito y promete unos tiempos de entrega casi imposibles de cumplir, lo que nos llevaría a pensar que para tener la capacidad de ofertar esto, se necesita una cantidad de recursos excesiva y a gran escala. Esta percepción puede estar injustificada. A medio plazo, creemos que los esfuerzos de Amazon por reducir su huella de carbono se harán visibles. El uso que hace del cloud computing, sumado a la electrificación de la última fase del proceso de entrega (denominado la última milla), convierte a la compañía en un ejemplo a seguir para muchos otros jugadores del sector.
Gestionar la eficiencia
El uso de la nube para la gestión y almacenamiento de datos se está extendiendo al ámbito empresarial a un ritmo vertiginoso. Sus ventajas están probadas: se reduce el coste de almacenamiento físico y la emisión de carbono es menor. Las empresas que se trasladen a la nube necesitarían menos de un cuarto de los servidores que necesitarían instalar internamente si optan por servidores locales. Además, muchos proveedores se han comprometido ya a que la fuente de alimentación de estos servidores provenga de energías renovables, por lo que la reducción en emisiones de carbono podría alcanzar hasta el 88%.
En el proceso de reparto, no podemos pasar por alto las ventajas del comercio electrónico en lo que a eficiencia energética se refiere. El usuario evita los desplazamientos para adquirir el producto (gran parte de los mismos hechos en vehículo propio), y se elimina una parte de los costes y huella que provoca la tienda física (gastos energéticos de luz, aire acondicionado, mantenimiento, espacio…), hechos que repercuten en una menor emisión de carbono en comparación con la venta del comercio tradicional. También afecta al entorno la manera en la que se transportan estos bienes. Un vehículo capaz de transportar un volumen mayor de productos será más eficiente en términos medioambientales que varios clientes desplazándose de un lado a otro y con una capacidad de carga menor. Este análisis ha llevado a empresas como Amazon a invertir una cantidad significativa de recursos en mejorar e innovar en dichos procesos, optimizando las rutas y utilizando una mayor proporción de vehículos o sistemas de reparto eléctricos. Estas decisiones repercuten a su vez en las empresas de mensajería, que ya han comenzado a cambiar sus antiguas flotas por vehículos más limpios. El cambio de un tipo de vehículos a otro se está efectuando con gran rapidez y es más notorio en la industria profesional y de comercio electrónico.
Todos estos factores han hecho que empresas como Amazon estén mejor posicionadas para afrontar los retos del cambio climático, por lo que, de acuerdo con nuestra visión, creemos que puede ser una compañía ganadora en una cartera que apuesta por el ESG y por el largo plazo. Como gestores activos, nuestra labor es imaginar cómo será el futuro en una economía baja en carbono e identificar aquellas empresas que son una parte activa en la lucha contra el cambio climático. Por ello, hace más de una década que se creó el fondo Schroder ISF Global Climate Change Equity, un fondo que invierte en empresas que se encuentran en una posición ventajosa para afrontar o aprovechar el cambio climático y los efectos significativos que probablemente tendrá en la economía global. Porque creemos firmemente que estas compañías son las que se beneficiarán en última instancia del crecimiento estructural a largo plazo que el mercado está infravalorando.