TRIBUNA de Giles Parkinson, Global Equity Fund manager, Aviva Investors. Comentario patrocinado por Aviva Investors.
Los inversores en renta variable redirigen su atención a la búsqueda de empresas resilientes. Una consecuencia del COVID-19 ha sido una renovada atención a lo que hace a una empresa resiliente: desde el volumen de sus deudas hasta la regularidad de sus ingresos. Pero la resiliencia no es algo estático, cambia según el mercado.
Los inversores deben plantearse: ¿resiliente a qué? Parece un concepto absoluto, pero la resiliencia depende del contexto. Aquí, la resiliencia depende de la interacción entre los fundamentales del negocio y la dinámica de la actividad económica y el comportamiento de los consumidores entre alteraciones relacionadas con el COVID-19.
Aunque no se esperaba que los inversores predijesen la pandemia, deberían haber detectado vulnerabilidades en los sectores más afectados, como las empresas de viajes y ocio o los productores independientes de petróleo de EE.UU.
La dificultad de estos sectores radica en la importancia de contar con balances sólidos y cargas de deuda manejables. Si una empresa tiene mucha deuda y sus ingresos se han desplomado, su RV tendrá un rendimiento muy negativo. En cambio, es más probable que las grandes empresas se mantengan, ya que pueden acceder a los mercados de deuda a precios asequibles. Aún más fuertes serán aquellas con enormes reservas de efectivo, que permiten invertir en personal, I+D y posibles adquisiciones.
En un estudio reciente, se cotejaron los datos sobre los costes de los seguros de deuda, los niveles de apalancamiento y las reservas de efectivo para crear una tabla de clasificación de las empresas más resilientes. Los gigantes tecnológicos y farmacéuticos dominaron la lista.
Pero las empresas necesitan algo más que reservas de efectivo y sólidos balances para sobrevivir a una crisis. Es esencial supervisar las cadenas de suministro internacionales dada la gran disparidad en la gravedad de la pandemia en los países y regiones.
Las empresas con complejas cadenas de suministro siguen lidiando con el impacto de la pandemia. Pero es posible que el modelo de cadena de suministro “justo a tiempo”, que fue la norma en los años de auge de la globalización, dé paso a un enfoque “por si acaso” más conservador según la pandemia retroceda, mientras las empresas tratan de construir mayores inventarios para garantizar su resiliencia a crisis repentinas.
La atención a los factores ESG es otro componente clave de resiliencia. Las empresas mejor gestionadas y conscientes de los factores ESG también habrán sido más resistentes a los riesgos del COVID-19 porque estas tienen una visión más cuidadosa y holística de sus operaciones y de las empresas asociadas.
Pero a las empresas con un historial medioambiental deficiente, de evasión fiscal, y de malas relaciones laborales y comunitarias les será más difícil defenderse en un mundo que ha sufrido las penurias del COVID-19.
La capacidad de adaptarse puede adoptar muchas formas, pero destacan algunos factores. Primero, las personas: un personal flexible, capacitado y leal suma a la resiliencia de una empresa. Segundo, la diversificación, en cuanto a clientes y cadenas de suministro. Tercero, el efectivo: disponer de un gran cofre de guerra mejora la posibilidad de una empresa de soportar una crisis. Cuarto, la cultura: un sólido equipo de gestión abierto al cambio y dispuesto a tomar decisiones difíciles y socialmente responsables, puede mejorar la reputación y los resultados. Estos elementos pueden crear un negocio flexible.
Mas con cambios tan profundos en la sociedad y el mundo empresarial, inevitables por el COVID-19, la apertura y capacidad de cambio podrían influir mucho más en la separación de débiles y fuertes.
El cambio puede ser una oportunidad o una amenaza. Si algo cambia en un negocio, es probable que el mercado lo malinterprete y le asigne un valor erróneo, porque cuando los inversores no pueden seguir extrapolando el pasado, tienen que trabajar más para llegar a las conclusiones adecuadas.
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