¿Realmente son útiles los ODS?

Miranda Beacham_noticia
Cedida por Aegon AM.

TRIBUNA de Miranda Beacham, responsable de Inversión Responsable, Aegon AM. Comentario patrocinado por Aegon Asset Management.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) adoptados en 2015 por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas representan un llamamiento universal a la acción para acabar con la pobreza, proteger el planeta y garantizar la paz y la prosperidad en el mundo en 2030. Aunque son objetivos muy nobles, ¿por qué han ganado tanta importancia los ODS para la inversión responsable? ¿Y hasta qué punto son útiles?

Los 17 ODS proporcionan un marco de referencia para identificar temáticas e iniciativas sostenibles que ayuden a resolver los múltiples y variados desafíos a los que se enfrenta el mundo en materia de sostenibilidad.

ODS

Para que los países y los gobiernos puedan cumplir con los objetivos planteados, necesitan involucrar al sector privado. Aunque los ODS resultan útiles para identificar iniciativas sostenibles, no son, en sí mismos, la mejor herramienta para evaluar los impactos de sostenibilidad al nivel de las empresas individuales. Más bien, estos objetivos persiguen animar a los gobiernos a modificar sus políticas.

Si analizamos estas cuestiones desde una perspectiva micro, en vez de macro, la situación es más ambigua. A la hora de analizar empresas en las que invertir, resulta fácil vincular ciertas inversiones con algunos de los objetivos. Por ejemplo, un fabricante de coches eléctricos sin duda se vinculará con el ODS 13 (Acción por el clima). ¿Pero qué pasa con el otro extremo de la cadena de valor? Las minas de litio son una parte esencial del proceso de fabricación de estos coches.

Ninguna herramienta externa de cribado tiene en cuenta esta actividad, porque el impacto directo de la empresa es menos favorable. Sin embargo, sin minas de litio no hay coches eléctricos. Así, es evidente que los ODS son imprecisos a la hora de describir el impacto en la sostenibilidad de una cartera de valores cotizados.

El otro problema que presentan los ODS es que, desde el punto de vista corporativo y de la inversión, dejan mucho margen a la interpretación. Los objetivos se orientan a los gobiernos, tal y como reflejan las metas relacionadas. Así que, si una empresa afirma que está alineada con los ODS, en realidad debería estar alineada con las metas. Algunas de estas metas pueden aplicarse al sector privado más fácilmente que otras, como muestran los dos ejemplos siguientes.

El hecho de que los ODS fuesen diseñados para los gobiernos no ha impedido que las empresas declaren haber alineado sus actividades con distintos objetivos. Pero no existe ningún organismo que lo verifique y que denuncie la preocupante práctica del rainbow-washing, cada vez más común, por la que las empresas aseguran estar alineadas con un gran número de ODS, aunque esta vinculación sea más bien endeble. Hemos descubierto muchos ejemplos de empresas que realizaban afirmaciones absurdas, como una tabacalera que aseguraba estar alineada con nueve ODS, incluido el de Salud y bienestar.

Además, hemos observado que las empresas que tienden a hacer estar afirmaciones suelen ser más grandes y cuentan con recursos que pueden dedicar a difundir públicamente estas prácticas. Esto se añade a nuestra preocupación por el sesgo hacia las empresas de gran capitalización de mercados desarrollados que ya muestran los sistemas diseñados para cuantificar el mundo de la inversión sostenible.

Conclusión: una herramienta útil pero imperfecta

Los ODS resultan muy útiles para identificar temáticas e iniciativas de inversión sostenible, pero presentan grandes limitaciones, que los inversores deben conocer. Hemos desarrollado nuestro propio marco de referencia para identificar impactos de segundo y tercer orden, como la contribución de las minas de litio al transporte no contaminante, porque, en nuestra opinión, nos ofrece una forma mejor de identificar empresas sostenibles. Un marco de referencia de este tipo requiere un diligente análisis bottom-up y la voluntad de profundizar y no limitarnos a los impactos más obvios. Pero merece la pena porque nos permite crear carteras más robustas y sostenibles.