La agencia de valores, especializada en la inversión sostenible, considera razonable alcanzar los 2.000 millones en dos años, por encima de los 800 millones actuales.
Hace solo tres meses, Portocolom recibía la aprobación de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) para convertirse de EAF a agencia de valores (AV). Un salto que definen como “natural” y cuyo origen es “tener más autonomía y más cercanía con el cliente”, asegura Iker Barrón, consejero delegado de Portocolom.
Hasta entonces, su asesoramiento quedaba limitado a la recomendación, pero eran los clientes quienes tenían que implementarlo con las entidades donde tenían sus posiciones. Por eso, querían absorber ellos la recepción y transmisión de ordenes, y hacer la gestión discrecional de carteras sin depender del banco. “En definitiva, más eficiencia en costes y mejor comunicación con los clientes”, explica Barrón. En la práctica, el salto es “brutal”, confiesa, ya que los requerimientos son más altos. Por eso, además de haber hecho una elevada inversión en tecnología, han entrado cuatro personas más al equipo.
Desde su creación, Portocolom ha apostado por la inversión sostenible. En sus inicios, en septiembre de 2008, su cartera de clientes estaba formada fundamentalmente por instituciones religiosas y fundaciones. “Ellos necesitaban tener a alguien que canalizara las inversiones por perfil de riesgo y eficiencia. Pero, además, necesitaban saber dónde se invertía su dinero”, explica Barrón. Entonces no había tanta información al respecto, pero desde 2016 los informes de las empresas deben incluir todos los datos de ESG. “En 2017 decidimos que podíamos dar respuesta a nuestros clientes” y en 2018 se incorporó Ana Guzmán, directora de impacto de la agencia de valores. “Ha sido una evolución del servicio y la transformación de nuestros clientes”, explica.
A cierre de octubre tenían cerca de 800 millones de euros. A priori no se marcan objetivos numéricos, sino seguir creciendo y diversificar su tipología de clientes, de los que ahora un 85% son instituciones y fundaciones, un 5% clientes privados y un 10-15% institucionales. “Si seguimos con nuestro modelo de negocio y plan de calidad en dos años tendríamos que duplicar nuestra cifra”, asegura Guzmán, que lo sitúa en 2.000 millones. Su último hito, adherirse al Pacto Mundial de las Naciones Unidas por la sostenibilidad.
Acuerdos con entidades
Desde 2019 asesora a Bankia en materia de ISR con el fondo Bankia Futuro Sostenible, al que se unió después Bankia Mixto Futuro Sostenible. Entre los dos fondos suman un patrimonio superior a los 70 millones de euros. Y desde Portocolom avanzan que podrían llegar más acuerdos con otras entidades en los próximos meses.
Tampoco descartan posibles acuerdos con terceros, siempre y cuando miren en la misma dirección: “Si encontramos a gente que está alineada con nosotros y puede aportar un valor añadido, estaremos abiertos”, admite Barrón.
Y es que creen que tienen un hueco en la industria. En su opinión, se han visto grandes concentraciones creando dos grupos: monstruos grandes para competir o entidades muy nicho. “Nosotros tenemos un tamaño lo suficientemente grande para desarrollar modelos y contratar pero tienes que tener claro cuál es tu valor añadido y tu modelo diferencial. Antes, el pez grande se comía al pequeño y ahora es el mas rápido el que se come al más pequeño”, apunta Guzmán, que sitúa su target en altos patrimonios a partir de cinco millones de euros.
Tipo de inversiones
Consideran las inversiones de impacto en dos bloques. Por un lado, las inversiones con impacto, donde categorizan a aquellas compañías que tienen una actividad, pero están experimentando una transformación para adecuarse al nuevo paradigma. Ahí se incluyen inversiones liquidas en renta variable, renta fija y aquellas inversiones que están virando su modelo de negocio más sostenible. Y por otro lado, están las inversiones para impactar, donde están aquellas compañías que buscan rentabilidad financiera y rentabilidad social medioambiental. Esas empresas ya nacen con esa vocación. Ahí incluyen el private equity, deuda, etc.
Su objetivo es que el 90% de las inversiones estén en inversiones con impacto y entre el 5-10% en inversión para impactar. Guzmán critica que “no es fácil obtener todos estos datos porque no hay estandarización”.