¿Qué podemos pensar de la política de aranceles aprobada por Donald Trump?

Donald Trump, EEUU, Estados Unidos
Johnny Silvercloud, Flickr, Creative Commons

Donald Trump había prometido implementar medidas proteccionistas durante su campaña electoral, pero no ha sido hasta la semana pasada que ha empezado a cumplir con su promesa, al aprobar la imposición de aranceles a las importaciones de acero (al 25%) y aluminio (10%). No obstante, quedarán exentos de aranceles los dos socios comerciales de EE.UU. en NAFTA, Canadá y México. La medida ha tenido repercusiones inmediatas, como la dimisión de Gary Cohn, principal asesor económico financiero de la Administración Trump. Además, la UE ha anunciado que aplicará a su vez aranceles del 25% a productos de consumo y agrícolas estadounidenses, entre los que figuran algunos fabricantes tan emblemáticos como Harley Davidson o Levi’s.  

Según Kasia Kiladis, directora de inversiones de Fidelity en EE.UU., “la mayoría de los analistas considera esta medida no solo inútil, sino también contraproducente”, por tres motivos. El primero, que EE.UU. es predominantemente una economía de servicios y alta tecnología: “La industria pesada fue bastante importante hasta hace unos 40 años, pero ahora  periférica”.

En segundo lugar, hace notar que “la industria siderúrgica ya es bastante rentable gracias también a los aranceles antidumping impuestos a las importaciones al acero de China por el gobierno de Obama hace dos años”. En tercer lugar, constata que, al ser Canadá el mayor proveedor de aluminio del país (suministra cerca de la mitad de la demanda estadounidense), estos nuevos aranceles “harían poco para revertir la tendencia negativa en la producción de aluminio de EE.UU., que ha disminuido en dos tercios desde 2012”.

En cuanto a las consecuencias negativas, la directora de inversiones distingue entre daño económico de primer orden y de segundo orden. Considera que el de primer orden sería pequeño, al causar una inflación modesta: “El hierro y el acero representan alrededor del 1,5% de la factura de importaciones de EE. UU. y el aluminio, la mitad”. Considera mucho más relevantes los efectos de segundo orden, bien porque “no se trate de una acción aislada de EE.UU. (lo cual parecen confirmar las declaraciones de Trump)” o bien porque tenga un efecto llamada, provocando que otros países inicien una guerra comercial.

“Hay una clara expectativa de que la agenda de la Casa Blanca ahora empiece a catalizar un paquete de medidas dirigidas a China en los próximos días, con respecto a la malversación de derechos a la propiedad intelectual, por lo que estamos en un punto en el que necesitamos esperar y ver cuál será la siguiente baza que juegue la administración estadounidense”, anticipa Mark Dowding, responsable de Deuda con Grado de Inversión en BlueBay AM.

Dowding admite que el escenario que abre la imposición de estos aranceles es muy incierto, pero cree que “en cierto modo, Trump se está envalentonando con su estilo grosero”. Pone como ejemplo que en los últimos días la Casa Blanca se ha arrogado todo el mérito en la organización de una reunión entre Trump y Kim Jong-Un.

El experto también considera que el hecho de que el S&P 500 apenas se haya alterado con el anuncio de las últimas medidas “bien puede sugerir a Trump que puede lanzar una guerra comercial sin tener que preocuparse demasiado por la cotización de la bolsa, especialmente si EE.UU. es capaz de mejorar sus condiciones comerciales con los países con los que actualmente mantiene un gran déficit comercial”. En resumen, Dowding interpreta que “Trump siente que su estilo para atajar asuntos políticos está justificado y, al respecto, sólo podemos esperar que el orgullo no preceda a la caída”.

Nitesh Shah, analista de ETF Securities, comenta que la imposición de aranceles debería efectuar un ajuste sobre la oferta de metal procedente de China, que ha producido un exceso de aluminio en los últimos años. Según Shah, este recorte “serían noticias bienvenidas y podría incluso impulsar a los precios; China ya está tratando de reducir su capacidad en acero y aluminio y esto podría empujarla en esa dirección”.

Sin embargo, el analista también destaca las posibles repercusiones de los aranceles sobre las políticas comerciales de otros países; por ejemplo, advierte que China podría responder reduciendo las importaciones de soja y maíz procedentes de EE.UU. Shah alerta de que, si finalmente estalla una guerra comercial, “podríamos ver una caída del comercio internacional y podría ser el principio del fin de la prosperidad económica para muchos países”.  

Fundamentos del comercio internacional

Ann-Katrin Petersen, del departamento de Economía Global y Estrategia de Allianz Global Investors, recuerda que “el comercio es un pilar clave de crecimiento global y ha contribuido de media a un tercio de todo el crecimiento del PIB global en el largo plazo”. Dicho esto, admite que “las tendencias proteccionistas no son un fenómeno nuevo”, y coincide con Kiladis en que la aprobación de los aranceles al acero y el aluminio “son de importancia menor para las economías de los socios comerciales de EE.UU.”. Por ejemplo, Petersen indica que las exportaciones de acero de la UE a EE.UU. suponen tan sólo un 1% del total total de exportaciones. La experta considera que, con este paso, “el riesgo de una espiral proteccionista a la baja ha aumentado, y podría suponer en último extremo un impacto severo a la recuperación global”.

Petersen alerta de que “es un gran error asumir que las tarifas a la importación pueden ayudar a reducir el déficit por cuenta corriente de un país o incrementar la prosperidad nacional”, porque los beneficios del comercio no se reflejan directamente en los déficits o superhábit comerciales. “Más bien el intercambio de bienes y servicios contribuye a una mayor especialización y eficiencia en las cadenas de valor del país. Esto da como resultado ganancias en la productividad”, resume.

La experta indica que, si una industria local es excluida del mercado global, entonces “su productividad cae y los costes se incrementan”. Por lo tanto, considera erróneo asumir que si EE.UU. empieza a producir esos bienes en vez de importarlos se reducirá el déficit comercial: “Si la demanda no cambia y se reduce el potencial de producción, subirán las presiones sobre la inflación”. Por tanto, anticipa que si sigue esta tendencia de proteccionismo podría incluso revertir el escenario actual de bonanza económica, al reducir el perfil de crecimiento y dar alas a la inflación.