Reikiavik 2.0 o Reikiavik reloaded

La razón por la que hablamos de esta Cumbre en particular, que fue una de las tantas que se llevaron a cabo durante la guerra fría luego de la conferencia de Yalta -ocasión en que las fuerzas aliadas se repartieron el mundo tras derrotar a las potencias del eje en la segunda Guerra Mundial-, fue que en esta oportunidad las superpotencias se enfrentaron y se ofuscaron y todo parecía condenado al fracaso pero, al final, y en otro momento, se llegó a una solución mejor que la planteada anteriormente.

Algo así ocurrió en el mundo las pasadas semanas, sólo que ahora Rusia no tiene en poderío de la ex Unión Soviética y Obama no tiene la aprobación con la que contaba Ronald Reagan en Estados Unidos. Hasta la semana pasada, Estados Unidos se disponía a atacar al régimen sirio de Assad, dada la violación del mismo al acuerdo de no utilización de armas químicas, mientras que Rusia apoyaba a Siria, país y régimen al cual le suministra armas. El escenario planteado era de un fracaso total con las dos ex potencias enfrentadas y el fantasma de la guerra fría golpeando la puerta, los ánimos y los mercados accionarios. Las bolsas caían, el petróleo subía justo el año en que se cumplen los 40 años desde que la OPEP asfixió al mundo desarrollado con su shock petrolero en respuesta al apoyo norteamericano a la guerra del Yom Kipur, y el oro volvía a subir. El mundo parecía volver hacia una situación conocida cuando apareció una luz al final del túnel de la mano de una respuesta retórica de John Kerry en Londres.

La inocente pero exitosa propuesta de Kerry, que parece hoy en día muy sensata pero que en realidad fue una respuesta mecánica a la pregunta de si Estados Unidos podría dejar de castigar a Siria, abrió inesperadamente una vía diplomática que, si bien puede tardar meses en solucionarse, ha evitado un enfrentamiento. Así, los mercados volvieron a subir, los márgenes de las compañías americanas y el sector financiero volvieron a estar en el centro de la discusión y la confianza volvió a los inversionistas de la mano de mejores datos de China.

Todo esto deja en evidencia que, cada vez más, política internacional y local y economía están más ligadas y, cada vez menos, son estables en el tiempo las correlaciones históricas entre los diferentes activos. Actualmente, no se puede invertir sin estar atentos a lo que pasa en la política internacional, así como tampoco se debe invertir sin diversificar a nivel de regiones una vez fijada la asignación de activos de la cartera. Aún queda espacio por subir en la bolsa de Estados Unidos, y más aún en Europa, región que está saliendo de una recesión. Sin duda los mercados y bolsas emergentes y, en particular, América Latina, seguirán rezagados a pesar de las respectivas caídas y de que algunos inversionistas sientan que ya es momento de entrar en estos mercados (idea que no suscribo). La apuesta, hoy más que nunca, o por lo menos hoy más que hace unas semanas, sigue siendo la renta variable en Estados Unidos a pesar de la próxima discusión con respecto al tema del techo de la deuda; tema que, por cierto, Ronald Reagan siempre supo solucionar.